Para entender el Yu-Gi-Oh
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Mañana ocurrirá algo extraño en los cines argentinos, cuando se estrene la película de manga japonesa "Yu-Gi-Oh", de Kazuki Takahashi. Una vez más, los adultos querrán ir al cine a ver una película para chicos. Pero nada tendrán que ver los personajes con sus héroes juveniles, ni con nuevos dibujitos animados marca Acme o Disney. Será otro intento por tratar de entender ese juego de cartas de intercambio que tanto apasiona a sus hijos y que resulta tan lejano para su entendimiento.
Historia
Para empezar por el principio, "Yu-Gi-Oh. La película" es la historia de Yugi Muto, de 16 años, cuyo abuelo, Sugoroku Muto (traducido como Salomón, para Occidente), le obsequia el Rompecabezas del Milenio. Cuando Yugi resuelve el rompecabezas del Antiguo Egipto, parece ser poseído por un extraño poder que no es otra cosa que el espíritu del antiguo faraón Yami Yugi. Este personaje, de sorprendente parecido con Yugi, era un excelente estratego a la hora de enfrentarse en un duelo de cartas de "El juego de las sombras". Allí, a diferencia de la versión moderna, los peligros eran reales, como los monstruos que amenazaban a los participantes. Este juego, como el Yu-Gi-Oh, enfrenta a dos jugadores en batallas donde la pelea se hace a través de cartas ilustradas con criaturas fantásticas, en tres duelos. Existe una Liga de Duelistas YGO que cuenta con más de 600.00 participantes, que se organizan en más de 4500 locales comerciales.
Furor
Martín de la Iglesia, del Club del Cómic, aclara que a pesar de que ha bajado en buena medida el furor por la yugiohmanía, los chicos "siguen haciendo amigos a través del juego, incorporando más palabras a su vocabulario, y acercándose un poco más al inglés, ya que son cartas escritas en ese idioma, en la mayoría de los casos". Esta característica del idioma no es un dato menor si se tiene en cuenta el fuerte carácter textual de las cartas, donde un niño deberá leer el nombre de su monstruo, de qué tipo es y una descripción de seis líneas de texto, para poder jugar. "Y eso es sólo una parte de lo interesante del fenómeno de las cartas ya que le permite a un chico argentino desarrollar estrategias parecidas a las de sus personajes animados, para ganar con las mismas cartas, pero en la realidad", sostiene Graciela Battauz, de la norteamericana Upper Deck, más conocida por las Trading Cards de la NBA.
Cada uno de los mazos coleccionables de Yu-Gi-Oh que ésta empresa comercializa (que fueron creados bajo el modelo de las famosas tarjetas de Richard Garfield, las célebres Magic Gathering) representa sólo a un personaje y cuesta entre 45 y 50 pesos. Generalmente el público que demanda ese tipo de juegos está formado por chicos entre 7 y 14 años. Para complementar su estrategia con otro tipo de personajes, pueden comprar un sobre de 20 pesos que contiene las cartas de los monstruos de fusión, que son el producto de una unión de dos o más monstruos normales durante un duelo. Algo parecido ocurre con los monstruos de ritual, bestias especiales que sólo pueden ser invocados al campo de lucha para el sacrificio, aparecen con una tarjeta especial, pero que viene incluida en el juego como ocurre también con los monstruos de efecto.
Por cinco pesos
"Aparecieron las tarjetas truchas que salen 5 pesos y que son las que más se venden en los negocios" confesó Martín de la Iglesia para explicar que el fenómeno Yu-Gi-Oh no escapa de este tipo de problemas. "Hay distintos tipos de falsificación de tarjetas: algunas están muy bien hechas, y otras parecen desintegrarse en las manos. Los compradores con más poder adquisitivo eligen las originales y los que no tienen tanto dinero consiguen las truchas, pero casi nadie se queda sin sus cartas Yu-Gi-Oh."
Dentro de cada mazo de cartas se puede encontrar el "Libro oficial de reglas", cuyos aspectos retóricos ubican a este juego en un limbo que estaría más cercano a las enseñanzas orientales y a la bondad, que al reglamento de un juego de cartas. Por ejemplo, para explicar en qué consiste, lo primero que uno encuentra en el libro es lo siguiente: "Antes de comenzar un duelo, saluda a tu adversario con un amistoso apretón de manos". Existe, también, un apartado bastante destacado que habla de los "modales en el duelo", que sostiene que "nunca toques una carta del adversario sin pedir permiso antes". Y esta forma de entender el juego tiene mucho que ver con el hecho de que su creador logró la fama en la adultez más sosegada. Si bien se declaró alguna vez admirador del hiperviolento Akira de Katsuhiro Otomo, el japonés Kasuki Takahashi, de 43 años, hoy sostiene que lo más importante de este juego es "el vínculo que tienen entre sí los hombres, así, yo estaré feliz si tu ganas un amigo a través de las cartas de Yu-Gi-Oh". Y ese espíritu ecuménico se podrá ver a pleno en el film que estrenará mañana la Warner en nuestro país. Como cualquier historia de enfrentamientos, en el relato se puede encontrar una serie de circunstanciales antagonistas que, evidentemente, no podrán evitar el destino escrito de ser los perdedores de la tira. Por lo general, todos ellos, como todos los que se enfrentan a algún protagonista, terminan odiándolo a muerte. Pero, en el caso de "Yu-Gi-Oh. La película", la cosa será distinta. "Nos propusimos crear una película con una trama que estuviera de acuerdo con el mundo de Yu-Gi-Oh", pero al mismo tiempo, que fuera única", agrega el productor Mike Pecoriello. Pongamos como ejemplo a los dos archienemigos de Yugi, Seto Kaiba y Maximillian Pegasus (Pegasus J. Crawford). El primero, después de ganarle al abuelo de Yugi la carta del Dragón blanco de ojos azules, y completar el cuarteto, decide enfrentarse al héroe. Al perder, declara su más profundo odio hacia él. La participación de Maximillion Pegasus (como se lo conoce en la serie de Nickelodeon) es más cuestionable que la de Seto. Pegasus secuestrará al abuelo de Yugi, y así obligarlo a jugar, para apoderarse del Rompecabezas del Milenio. Pero en la película, todos se unirán para derrotar al más malo del milenio: el monstruo momificado Anubis (en la mitología egipcia, es el Dios del Mundo de los Muertos). Porque, como dijo, recientemente, su creador, Kasuki Takahashi, "trabajar junto a otros es la correcta manera de vivir".




