Reencuentro con el mejor Woody Allen
"Match Point" (Idem, Gran Bretaña-EE.UU.-Luxemburgo/2005, color; hablada en inglés). Dirección: Woody Allen. Con Jonathan Rhys-Meyers, Scarlett Johansson, Emily Mortimer, Matthew Goode, Brian Cox, Penelope Wilton. Guión: Woody Allen. Fotografía: Remi Adefarasin. Edición: Alisa Lepselter. Presentada por Alfa Films. 124 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años, con reservas.
Nuestra opinión: muy buena
No es sólo porque el escenario es Londres en lugar de Nueva York, porque lo que suena en la banda sonora son viejas grabaciones de Enrico Caruso en lugar del jazz o porque falta el eterno hombrecito neurótico representado por él mismo o por actores que se sienten en la obligación de imitarlo: hay otros motivos por los cuales desde el comienzo sorprende este nuevo film de Woody Allen.
Algunos son anecdóticos como los citados más arriba, el hecho de que la mayor parte del elenco sea inglés o la carencia de chistes. Otros, más sustanciales. El género elegido, por ejemplo: el film apunta a ser un drama familiar y de a poco va convirtiéndose en una suerte de thriller cargado de espeso erotismo. Del cuento moral se desprende una escéptica visión del mundo atravesada a ratos por un pesimismo chirriante y perturbador. Si el humor asoma, no lo hace bajo el formato de la línea de diálogo ingeniosa, sino de un modo sutil y sesgado y en una versión bastante más oscura. Y aunque el drama romántico vuelve a ocupar el lugar central, esta vez conduce a otros territorios -la reflexión moral acerca de la infrecuente coincidencia entre el bien y la recompensa y el mal y la condena- con lo que tanto se aproxima a la propia obra anterior de Allen -más exactamente a "Crímenes y pecados"- como al Dostoievski de "Crimen y castigo".
El papel del azar
Pero este Woody que ha vuelto a su mejor forma da un paso más y a partir de una metáfora tenística (la pelota que da en la red, se eleva vertical y tanto puede picar de un lado como del otro, decidiendo quién gana y quién pierde), llama la atención sobre la incidencia del azar en la vida de los humanos. "Da miedo darse cuenta de que hay infinidad de cosas que no podemos controlar", se oye decir en el comienzo, y es oportuno que se lo recuerde en un mundo que descarta lo accidental, cree que nada es imprevisible, suele reducir casi todo al principio de causa-efecto y parece interpretar la vida entera como uno de esos menús de posibilidades a los que nos acostumbraron las centrales telefónicas o las computadoras.
La suerte juega su papel en buena parte de la historia de Chris Wilton, el joven irlandés bajo cuya formalidad y simpatía se oculta un objetivo preciso: el ascenso social. El tenis le negó su entrada en el círculo de los deportistas de elite, pero le permite, como profesor de un selecto club londinense, trabar relación con jóvenes de la alta burguesía. Primero es su alumno Tom, que lo integra a su grupo porque con él comparte el gusto por la ópera; después, Chloe, la hermana de su nuevo amigo, a la que pronto conquista; más tarde los padres, que lo ponen bajo su protección, le abren las puertas de una de sus empresas e impulsan su vertiginoso ascenso como ejecutivo. Sólo la perturbadora presencia de la novia de Tom, una norteamericana aspirante a actriz, hace tambalear a Chris: la pasión que los enlaza, sobre todo cuando se prolonga más allá de los límites de una secreta aventura erótica, desarregla los planes del hombre, ahora casado, integrado a su millonaria familia política y establecido en el mundo de los negocios. El film alcanza su pico dramático y la suerte vuelve a jugar su papel decisivo.
En "Match Point" el crescendo es constante, gradual y preciso. El paso se hace más firme y enérgico a medida que crece la tensión y ésta se manifiesta sobre todo en un terreno poco frecuentado por Allen: el del la carga erótica, a la que tanto aportan la voluptuosidad explosiva de Scarlett Johansson y la perceptible química que se establece entre ella y Jonathan Rhys-Meyers, cabezas de un elenco admirable, como la lucidez de una puesta hábil para hallar el apunte visual que ambienta o completa cada escena. La ligereza que se impone a veces es sólo aparente, pero ayuda a asimilar el denso contenido del film.
El hecho de que el cuento transcurra entre la clase alta británica y que la observación de ésta no eluda el apunte crítico no debe confundir: lo que importa en la mirada de Woody Allen no son los rasgos de una clase u otra sino los comportamientos humanos.




