Ghost in the Shell: por qué este animé japonés ha obsesionado a Hollywood por décadas
Hipnótica combinación de violencia y metafísica, la obra de Oshii y Masamune se inspiró en Metrópolis y Blade Runner e introdujo conceptos como hiperespacio y "la matriz" en la cultura popular; encarnada en Scarlett Johansson, la superproducción multicultural llega hoy a los cines locales
Una lluvia digital de códigos verdes cae sobre un fondo negro: no es Matrix, sino Ghost in the Shell, el clásico animado de ciencia ficción que cautivó e inspiró a Hollywood, que luego de años de proyectos truncos llegará hoy a las salas locales con el rostro de carne y hueso de Scarlett Johansson como argumento convocante para el gran público, rebautizada La vigilante del futuro.
Ghost in the Shell se estrenó en el Festival de Cine Fantástico de Tokio en 1995, y aunque tuvo un paso modesto por los cines de los Estados Unidos, fue todo un suceso de culto en videocassette. La revista Empire, en su crítica más que entusiasta de la película original de Mamoru Oshii, una adaptación del manga (cómic japonés) de Shirow Masamune, intentó describir su atractivo e influencia en el medio de este modo: "Es el film que haría James Cameron si Disney se lo permitiera".
El director de Terminator y Avatar estuvo de acuerdo y describió el film nipón como "un trabajo impactante de ficción especulativa, la primera película de animación para adultos que llega a un nivel narrativo y visual de excelencia". Las hermanas Wachowski suelen recordar que lograron vender The Matrix a los estudios apelando a la reverencia que Hollywood tenía por la creación de Oshii, al afirmar que su película era "Ghost In The Shell pero con personas". Si el animé inspiró varios clásicos modernos, también bebió de muchos otros previos, como Metrópolis, El vengador del futuro, Robocop y, principalmente, Blade Runner.
No fue la primera película de animación para adultos: la filosofía y la violencia de Akira -otra película animada que Hollywood intenta adaptar desde hace décadas- habían pasado por los cines siete años antes. Ghost in the Shell tampoco fue el primer animé que tuvo éxito fuera del mercado japonés: el cine de Hayao Miyazaki ya era un suceso global en 1995. Ni siquiera la pregunta metafísica en su centro (¿qué hace humanos a los humanos y qué vuelve humanos a los que no lo son, como robots/androides/replicantes?) es original. La importancia cultural trasciende las fronteras del cine animado no sólo por lo que cuenta, sino también por cómo lo cuenta.
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La historia se desarrolla en un futuro distópico en el que los humanos reemplazan órganos o partes enteras de sus cuerpos por versiones robóticas mejoradas. La protagonista, Mayor, es una mujer cuyo cuerpo es artificial a excepción de su cerebro y su ghost, término cuyo significado y alcance nunca se definen. Su objetivo -como parte del escuadrón especial al que pertenece- es localizar y rastrear a un terrorista, Kuze, que controla las redes cibernéticas para vengarse de quienes lo crearon. Esta nueva película toma elementos de todas las adaptaciones cinematográficas previas del manga: la secuencia inicial combina el célebre salto al vacío y el camuflaje óptico de la película de 1995 con las icónicas geishas de la secuela de 2004.
Para el director Rupert Sanders (Blancanieves y el cazador), la llave para develar el misterio filosófico reside en la memoria: el relato de la experiencia vivida es lo que le da identidad a Mayor. La elección de Scarlett Johansson para el rol protagónico no fue muy bien recibida por los fanáticos, que criticaron al estudio de Paramount por elegir a actores blancos para interpretar personajes de otros orígenes étnicos (Matt Damon en La gran muralla, Tilda Swinton en Doctor Strange o Finn Jones en la serie Iron Fist son los últimos ejemplos de la tendencia). La polémica creció más cuando se supo que el estudio había contratado a la empresa responsable de los efectos visuales de El curioso caso de Benjamin Button para darle rasgos "japoneses" al rostro de Johansson. "Sigo firme en la decisión porque es la mejor actriz del mundo", respondió Sanders ante la controversia. Johansson, por su parte, cree que "el personaje carece de identidad. La diversidad es importante para Hollywood y yo nunca tomaría el papel de un personaje de otra raza". Sus palabras encuentran resguardo en el propio Oshii, creador de Ghost in the Shell: "En el cine, Omar Shariff puede ser el doctor Zhivago y Darth Vader puede hablar en inglés. En la historia original nunca se define la nacionalidad de Mayor, que es un cíborg, así que no podría haber imaginado una elección más acertada que ésta".
La elección de su protagonista no fue la única dificultad en el camino del film a la pantalla. Tanto el manga como el animé japoneses tienen un nivel alto de violencia y escenas de contenido adulto. La vigilante del futuro omite esas cosas para asegurarse una calificación (PG-13 en los Estados Unidos; apta para mayores de 13 años con reservas, aquí) que le permita acceder a un público masivo. Las referencias religiosas y políticas despertaron el interés de muchos cineastas que antes intentaron, sin éxito, hacer una versión actualizada. Steven Spielberg fue el primero que adquirió los derechos para hacer Ghost in the Shell en 3D, proyecto que quedó trunco y que hizo que cayera en manos de Avi Arad, el productor de El sorprendente Hombre Araña, que contrató a Sanders como director.
"Tomamos todo lo que nos parecía cool de las versiones anteriores", dijo Arad. En el film de Mamoru Oshii, la acción transcurre en Hong Kong: la idea del director era que los carteles llenos de luces de neón de la ciudad (en chino y japonés) confundieran a los espectadores. En esta versión norteamericana, la ciudad está poblada de hologramas publicitarios gigantes. Y casi como si fuera esa mezcla de Los Ángeles y Tokio de Blade Runner, la población es multiétnica. La estética ciberpunk original recibe nuevos detalles: hay personas que caminan por las calles inmersas en cascos de realidad virtual.
No es difícil entender por qué Ghost in the Shell resulta tan querida, y atractiva, incluso (o en especial) hoy en día. En la serie Ghost in the Shell: Stand Alone Complex (2002), el villano (El Hombre Que Ríe) es un hacker que manipula la información para llevar a Japón a una guerra contra los refugiados asiáticos. El grupo Anonymous utiliza el mismo logo que el villano que pareció inspirar la paranoia de la era de Assange y Snowden. En el mundo de la serie Ghost in the Shell, Estados Unidos es un imperio aliado de Rusia y está en guerra contra México. La fantasía se hace eco en la realidad.
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