Un universo mucho más convencional
"Matrix: recargado" ("The Matrix reloaded", Estados Unidos/2003). Guión y dirección: Andy y Larry Wachowski. Con Keanu Reeves, Laurence Fishburne, Carrie-Anne Moss, Hugo Weaving, Jada Pinkett Smith, Gloria Foster, Harold Perrineau, Monica Bellucci, Harry Lennix y Lambert Wilson. Fotografía: Bill Pope. Edición: Zach Staenberg. Música: Don Davis. Diseño de producción: Owen Paterson. Producción de Joel Silver presentada por Warner Bros. Duración: 138 minutos.
Nuestra opinión: buena
Por sus espectaculares escenas de acción coreografiadas como si se trataran de fascinantes ballets y dueñas del vértigo propio de una montaña rusa "Matrix: recargado" es un film imperdible. Por su extenso, solemne y en definitiva banal sustento pseudofilosófico dominado por nombres mitológicos y apelaciones existencialistas, esta segunda entrega de la exitosísima trilogía concebida por los hermanos Wachowski resulta un film prescindible.
Más allá de esas facetas tan opuestas que ofrece, esta recargada "Matrix", queda claro que los millones de fanáticos de esta franquicia -en la que la película es sólo la plataforma de lanzamiento para productos subsidiarios como videojuegos, sitios interactivos, cortometrajes de animación y todo el merchandising que se pueda imaginar- encontrarán en un puñado de secuencias magistrales (la pelea del héroe Neo contra un centenar de réplicas del agente Smith o una persecución en una autopista atestada) esa capacidad de sorprender y entretener de la que sólo Hollywood es capaz.
Inspirados en la historieta y la animación japonesas (el manga y el animé), en el cine de acción y artes marciales de Hong Kong, en lecturas básicas sobre religión, mitología griega y romana, filosofía oriental, cyberespacio y realidad virtual, en los diseños más modernos del ambiente de la moda y en los códigos de la cultura dance, y con la premisa básica de convertir a la película en el videogame más impresionante de la historia, los Wachowski salen bastante airosos de este patchwork visual y estilístico.
Pero, por más que existan miles de sitios de Internet y papers universitarios que intentan desentrañar su ambiciosa cosmovisión, en términos de estructura dramática, de fundamentos, justificaciones y aspiraciones intelectuales "Matrix: recargado" resulta, en muchos sentidos, un sucedáneo menor de otras sagas: hay aquí una batalla entre los seres humanos y las máquinas como en "Terminator", una batalla contra los replicantes como en "Blade Runner", una apuesta a (re)construir una mitología propia como en "Star Wars", un sentido de la épica como en "El señor de los anillos" y hasta guiños cómplices con "Superman".
El problema de "Matrix: recargado" es que resulta mucho más convencional, dispersa y previsible que su predecesora, aunque en compensación el talentoso coreógrafo Yuen Woo-ping vuelve a sorprender con esas escenas de luchadores volando por los aires que ya deslumbraran en tantos clásicos del cine hongkonés, en "El tigre y el dragón" y en la primera "Matrix" de 1999.
Los Wachowski se muestran como eficaces articuladores entre un elenco de gran profesionalismo que aprendió a trabajar sin referencias concretas (casi todos los fondos se generan luego por computadora) y un ejército de diseñadores, animadores en 3D y especialistas en efectos visuales, y si bien abruman por momentos con su reiterada utilización de las balas en cámara lenta y la rotación de la cámara en 360 grados (a esta altura, su marca de fábrica), saben cómo sostener la atención del espectador y hasta ganarse su simpatía con unos pocos pero logrados chispazos de humor.
Película que inevitablemente generará ese debate (imposible de salvar) entre fanáticos y detractores, "Matrix: recargado" triunfa donde debe triunfar (el cine de entretenimiento a gran escala) y pierde en terrenos que para este tipo de megaproducciones no resultan tan importantes. El resultado, entonces, es positivo y todo queda abierto para que en noviembre próximo "Matrix: revoluciones", la tercera y ¿última? entrega de esta historia, cierre un círculo que -a fuerza de esplendor y audacia visual- ha modificado la forma de ver el cine contemporáneo.