Es mediodía y en un subsuelo del Colón la gran mayoría de los integrantes del Ballet Estable ensaya su próxima obra. Las calzas estampadas, tutús de colores, camisetas futboleras y vinchas de todo tipo no ayudarían a un desprevenido a ubicarse en tiempo y espacio. Pero en el suelo, en dos lados del rectángulo que dibuja la sala 9 de Julio, una fila de espadas entrega la primera pista. Más allá hay un baúl de joyas. "¿Vemos de nuevo ese finalito?", pide el maestro, una voz tan conocida... El pianista retoma entonces la coda de un popular acto de El Corsario y la música termina de confirmar que estamos en tierra de piratas y esclavos, odaliscas y mercaderes.
En el frente, de riguroso total black, se recorta la silueta de dos figuras de la danza argentina: Paloma Herrera y Julio Bocca . Ella, sentada en una posición que ya le es habitual –cruzada de piernas, con la punta del pie izquierdo clavada en el piso, la espalda erguida y un rictus de concentración entre las cejas–, inicia con este título su segunda temporada como directora de la compañía oficial, remontándola alto para que llegue más lejos. A su lado, él, con la camiseta del Sodre todavía puesta, observa en silencio y mueve las manos como si fueran pies. Tiene la sensación de quien está en su casa, pero de alguna manera es también un recién llegado. Lo importante es que siguen apareciendo nuevas formas para hacer de la danza el motor en la vida del bailarín argentino más emblemático de la historia. Tras el retiro de los escenarios y ocho años de éxito en la conducción del Ballet Nacional de Uruguay, Bocca hace un nuevo debut en el Teatro Colón, ahora como repositor coreográfico.
"Tenemos el mismo ojo, el mismo background y es muy fácil así, porque hablamos el mismo idioma", dice Paloma y es cierto que, durante la hora y media de ensayo, en más de una ocasión, ambos dejarán la silla dando un saltito que, de atrás, parece calcado, y pisarán el tapete para marcar en el cuerpo de estos bailarines exactamente las mismas correcciones. "A veces es solo cuestión de ver quién lo dice más rápido", confirma Julio, que se asume contento, aunque nervioso con este regreso en una función donde aún transita el camino del aprendizaje.
Hace poco, montó en Hong Kong esta obra, versión del clásico que hizo Anne-Marie Holmes originalmente para el American Ballet Theatre de Nueva York –en esa compañía ambos se convirtieron en grandes estrellas–. Y, por supuesto, ha hecho sus buenos palotes en el Ballet Nacional de Uruguay, pero aquí tiene que saber cómo ubicarse. "Encontré mis límites –dice–. Hasta dónde puedo llegar y hasta dónde no. Lo hemos montado bien y rápido, y agradezco el respeto de parte de los bailarines. Entré con preocupación, sin saber qué respuesta iba a tener respecto de mi forma de manejarme [por su rigurosidad, hasta hace no mucho él mismo contaba que en el Sodre lo apodaban "el dictador" ]. Hay mucha gente que no conozco y… que ella no me escuche –baja el tono, refiriéndose a Herrera–, personalmente, siento que faltaría más tiempo, porque trabajan muy poco; no son las ocho horas que yo creo que en una compañía se necesitan para estar mejor".
Pero Herrera lo escucha, porque lo del secreto es apenas un juego entre dos viejos conocidos. Y por supuesto rápidamente pone sobre la mesa el ancho de espadas de su gestión: al cabo de su primer año en el Estable logró duplicar la cantidad de funciones, todas sold out, que para este 2018 rondarán un total de sesenta. El número está lejos de los 105 espectáculos anuales con los que Bocca dejó al Sodre en diciembre. Hay que saber moverse estratégicamente y con cintura –además de idoneidad, claro– en un organismo público con los engranajes históricos que tiene el Colón. Y si bien en muchos aspectos Paloma y Julio son parecidos, como directores definitivamente ella es más polite y él más intransigente a la hora de poner condiciones. No obstante la ética, igual que la fuente de la que han bebido ambos, es la misma. "La cultura de trabajo", "la vara bien alta", "los valores de la danza" son frases que se les escucha repetir a los dos como un mantra en cada charla.
El factor inspirador
"Hay que tener cuidado: los talleres aquí hacen las espadas bastante realistas". La advertencia se oye en la Rotonda de Ballet donde Herman Cornejo –invitado a estrenar esta noche El Corsario– revisa con el solista Edgardo Trabalón los movimientos de una lucha del segundo acto. Mientras tanto, las niñas del Instituto Superior de Arte que participarán en el espectáculo estiran el cuello como jirafas para no perder de vista cada movimiento de la dupla colosal que tomó las riendas de esta producción. "En estos días, del más chico al más grande disfrutó y se sintió nervioso –cuenta una odalisca, en nombre del harén–. Es un lujazo tenerlos sentados a ellos dos al frente de la compañía, como tener una parte de la historia adelante. Un placer, y ¡una gran presión!".
Tal vez muchos de ellos lo sepan con la devoción de un fan que adora a su ídolo, pero otros es probable que no: casi diez años de edad separan a Bocca (que acaba de cumplir 51) de Paloma (que va por los 42), sin embargo esa misma década de diferencia los ha encontrado. En el ABT, fueron de los más jóvenes en acceder a la categoría de bailarín principal. Individualmente, hicieron una carrera rutilante, y juntos… Bueno, "juntos eran dinamita", diría una campaña de promoción si esto fuera una película de acción. Hicieron La Bayadera, El Corsario, Cenicienta y cuando Bocca se retiró –otra coincidencia: ambos planearon hacerlo a los 40–, en ese largo derrotero de la despedida, compartieron en Japón el último Don Quijote, una obra memorable para ambos.
Aquí y ahora, Paloma y Julio tienen otra madurez y objetivos distintos. Ella lo convocó, lo recibe como anfitriona y se involucra desde la dirección en el montaje del que él es responsable. "No soy el coreógrafo, pero tengo toda esa responsabilidad, y ante cosas sobre las que hay que tomar decisiones me conecto con Anne-Marie y ella me va diciendo por dónde quiere ir", explica Bocca los alcances de su rol. Esta versión de El Corsario, que acá se hizo en 2011 (la bailó Herrera, de hecho, en calidad de invitada internacional) y en 2014, tiene una producción de la casa que no es ni la de Uruguay ni la de Hong Kong. Por eso, tuvo que chequear vestuarios, familiarizarse con la técnica, saber si los baúles contienen joyas, si las palmeras son chiquitas o grandes. "Siempre hay cositas que la coreógrafa va cambiando y yo traje lo último que quería Holmes. Insistió sobre todo con los tiempos, que sean mucho más rápidos, y eso para mí no es un problema… –sonríe, porque es sabida su fama de acelerador–. Es una tendencia mundial hoy que las obras del repertorio sean más ágiles, porque el público ya no está sentado con la misma atención. Quizá ese fue el principal cambio que les traje a los bailarines…"
Claro que sí. Varios lo señalan y, sin un cronómetro en mano, calculan que por momentos tienen que interpretar esta obra hasta el doble de rápido de lo que estaban acostumbrados. "Es salir muy lejos de la zona de confort y técnicamente, un desafío", declaran. Sin embargo, de cara al público –al lector– vale la aclaración: si la velocidad se adjudica a un supuesto déficit de atención de la audiencia del Siglo XXI, hay que recordar que El Corsario ya es un ballet con todos los condimentos (historia, despliegue escénico, grandes danzas, virtuosismo), así que imposible echarse en el respaldo a bostezar.
"Sean más suaves, por favor, que está bien que se llevan a una esclava, pero tampoco así…", se oyen las últimas correcciones para un ballet de 1826 repuesto en tiempos de #METOO. Inspirados no solo por el reencuentro de estos dos talentos sino también por las estrellas internacionales visitantes, como Daniil Simkin y Maria Kochetkova, algunos bailarines con roles protagónicos se quedaron con ganas de trabajar más el aspecto interpretativo de los personajes. "A mí me gusta dar un poco más de libertad, que vayan creando y luego limpiamos. Por ejemplo, recién le marcaba a Macarena [Giménez, que hace el rol de Medora en dos funciones] que no es una esclava ingenua y sumisa, no tiene nada que ver con Gulnara, que en cambio es más sufrida. Creo que si uno no da esa libertad para que desarrollen lo que se les pide todos los bailarines en el mismo rol serían iguales, sin personalidad", opina Bocca.
¿Cómo cree Julio que es Paloma como directora? "Tiene una conexión con los bailarines muy fluida, la escuchan, es directa en sus correcciones, pero también hay entre ellos complicidad y respeto. No es tan fácil lograr un equilibrio así". Y al revés: ¿qué tal Bocca como repositor? "Julio como maestro es el de siempre. Diferente pero igual. El mismo ojo, la misma forma", dice Paloma. "¡Es que ella me conoció ya normalito!", se ríen los dos sonoramente, a las carcajadas, y siguen con el ensayo del segundo reparto.
Todo lo que hay que saber sobre el regreso de El Corsario
- La historia. Inspirada en Lord Byron, el ballet El Corsario le pone movimiento a un poema de amor y muerte, esclavos y mercaderes, amistad y venganza. Es la historia del legendario pirata Conrad y su tripulación que en clave de comedia buscará rescatar a la bella y joven Medora, en manos de Lankadem. Un gran despliegue técnico, una narración de cuento clásico y una coreografía marcada por el virtuosismo hacen de este título del repertorio, en tres actos y un epílogo, estrenado en 1856, un espectáculo imperecedero.
- La producción. Julio Bocca debuta en el Colón como repositor con esta versión de Anne-Marie Holmes de El Corsario, que interpreta el Ballet Estable que dirige Paloma Herrera. Con vestuario y escenografía de los talleres del teatro y una lluvia de estrellas internacionales. La Orquesta Filarmónica interpretará la música de Adam, Delibes y Drigo, con Tara Simoncic en la batuta.
- Las funciones. Serán siete. Hoy, a las 17 y el martes, a las 20, estarán en los roles principales Herman Cornejo (Conrad), Maria Kochetkova (Medora) y Daniil Simkin (Ali). Nadia Muzyca y Federico Fernández tendrán los protagónicos el miércoles 11 (exclusiva del Banco Ciudad) y el viernes 13, a las 20, y el domingo 15, a las 17; y Macarena Giménez y Juan Pablo Ledo lo harán el jueves 12 y sábado 14 de abril.
- Boletería. En el Teatro Colón, Libertad y Tucumán. Entradas desde $ 80.
Los protagonistas
HERMAN CORNEJO. American Ballet Theatre.El argentino lleva 20 años en el ABT, donde es bailarín principal. La emoción por esta vuelta al Colón, un ingrediente más para su interpretación de por sí cargada de sentido.
MARIA KOCHETKOVA. San Francisco Ballet.No es la primera vez de esta exquisita bailarina moscovita en Buenos Aires; quienes no la hayan visto tienen una excelente excusa para buscar una entrada para la función de esta noche.
DANIIL SIMKIN. American Ballet Theatre. Con hinchada propia entre los balletómanos locales, cuando irrumpe en escena genera sensación. El teatro fue su cuna en Rusia y se mueve en la danza como un duende travieso.
EL BALLET ESTABLE. La compañía del Colón. Ajustado y con gran compromiso en la factura final del espectáculo, el cuerpo de baile se pone a la altura de una ocasión de nivel internacional.
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