Veintiséis hombres y mujeres están sentados junto a cuatro mesas plegables que recorren de punta a punta el salón de un antiguo refugio masón en el Viejo San Juan de Puerto Rico. Una mezcla ecléctica, que va desde trabajadores sociales locales hasta inversores de Silicon Valley y usuarios de criptomonedas de la primera hora, todos creen que están a punto de hacer historia. Específicamente, están acá para ayudar a Brock Pierce –un ex niño actor transformado en empresario de los videojuegos y en un titán de las criptomonedas– a donar mil millones de dólares a la beneficencia. No es un legado para después de su muerte, sino ahora, en el mejor momento de su vida y en la cima de su carrera, a los 37 años.
Apenas tres días antes, Pierce apareció en el puesto número 9 de la primera lista de Forbes de las Personas Más Ricas en Criptomonedas, con una ganancia neta calculada en mil millones de dólares. Las cuentas no son difíciles: mil millones menos mil millones es igual a... "Me comprometí a donar todo lo que tengo", le dice Pierce al tranquilo grupo, con su voz grave y resonante. Mide un 1,60, tiene cabello rubio oscuro y una barba candado aún más oscura. Lleva un bolso de cuero colgado en el torso, y un sombrero negro de ala ancha con dos cartas –una reina de pica y una reina de corazones– perfectamente acomodadas en una cinta multicolor. Es una mezcla del joven Indiana Jones, Theon Greyjoy y un mago callejero itinerante, todo pasado por el filtro del festival Burning Man. O, como lo definió alguna vez John Oliver, un "cowboy somnoliento y atemorizante del futuro".
Pierce hace una pausa y se corrige. La donación implicará "más de lo que tengo, según el mercado". Risas cómplices estallan en la sala. En los días previos a esta reunión, los criptomercados cayeron, quebraron o mejoraron, según a qué experto le preguntes. Así que, según el cálculo de Pierce, los mil millones son en realidad entre el 100 y el 130 por ciento de su riqueza. "No me preocupa", sigue Pierce, "porque yo no necesito nada".
Esta declaración parece válida: en casi diez días enteros que pasamos juntos, rara vez lo vi dormir en una cama o comer una comida completa. Durmió en sofás prestados, en autos, o en mesas en un bar. Regaló collares, pulseras, comida, plata, tiempo, tequila, lo que se te ocurra. Su esposa, Crystal Rose, la CEO de Sensay, una compañía que construye sistemas de masajes, lo describe como un nómada que vive con lo que tiene en la valija.
La otra razón por la que Pierce está regalando más dinero del que tiene es que está seguro de que lo va a volver a ganar. "Ese es su talento", dice Rose, quien se casó con Pierce por un "contrato inteligente" online, que pueden disolver, cambiar o renovar anualmente. "No me sorprendería si en dos o tres años, o incluso menos, vuelve a tener la misma cantidad."
En un mundo en el que la antigüedad se mide por el precio al que compraste tu primer bitcoin , Pierce es parte del juego desde menos de un centavo de dólar. Es el presidente de la Bitcoin Foundation; cofundador de uno de los primeros fondos de riesgo de Blockchain Capital; cofundador de una prominente compañía de asesoramiento en criptomonedas, DNA; y fundador de algunas de las mayores criptomonedas, incluyendo EOS (actualmente, la quinta más grande) y Tether (la décima).
Bruce Fenton, un asesor en criptomonedas y una figura importante de la escena, describe a Pierce como uno de los más importantes conectores no reconocidos de la comunidad: "Por un lado, Brock es un personaje enorme y extremadamente colorido. Por el otro, es extremadamente silencioso, trabaja detrás de escena, y no recibe reconocimiento por lo que hizo. Hay cientos de millones de ganancias ahí gracias a que Brock juntó gente. Hablamos de mucha, mucha gente."
"El universo está constantemente tirándote monedas y poderes", dice Pierce. "Si las recogés, subís de nivel."
Es decir, muy poca gente, excepto que estés metido hasta el cuello en este mundo del que se habla mucho y se entiende poco. Así que hay otra manera de entender lo que está haciendo Pierce: desde su nacimiento, en 2009, cuando una persona (o grupo de personas) bajo el seudónimo Satoshi Nakamoto creó el primer bitcoin, las criptomonedas engendraron un mercado de 350.000 millones de dólares que atrajo a millones de inversores, empresarios, apostadores, hackers, activistas e instituciones. Aun más significativa es la columna vertebral sobre la que se ha construido: blockchain, un libro de contabilidad encriptado, descentralizado y digital accesible para todos (y no controlado por nadie) que podría cambiar todo lo que requiera de un archivo, ya sea el negocio inmobiliario, bancos, acciones, casamientos, contratos o identificación personal. Sus defensores sostienen que esta tecnología puede ayudar a resolver no solo problemas de la Internet como la privacidad, la ciberseguridad y la concentración del poder en manos de media docena de compañías tecnológicas gigantes, sino también problemas globales como la pobreza, la corrupción y la exclusión financiera. "Ahora nos estamos dirigiendo hacia la posibilidad de la separación entre el banco y el Estado", dice Galia Benartzi, quien cofundó Bancor, una plataforma para el intercambio de criptomonedas. "El dinero, cómo se lo obtiene y se lo usa, puede volver al dominio de la gente y el criterio del individuo."
"La mejor forma de pensar blockchain es que va a reemplazar a toda la Internet", me había dicho Pierce cuando lo conocí en L.A., donde es dueño de un DeLorean estilo Volver al futuro con una patente que dice SATOSHI. "Cuando la Internet se estaba desarrollando, en los 70 y los 80, no teníamos la capacidad de procesamiento por computadoras como para asegurar la Internet. Cuando tuvimos la capacidad de procesamiento como para implementar la criptografía para asegurarla, ahí se sentaron las bases. Así que seguimos construyendo por como 30 años. Pero estuvo fundamentalmente roto todo el tiempo."
En el futuro, esta visión blocktópica puede que ocurra, o bien puede ser transformada en una consolidación del poder de las fuerzas del mercado y el gobierno. O puede llevar a una toma distópica de los mercados financieros mundiales por parte de la inteligencia artificial. Cualquier cosa es posible, y es por eso que Brock Pierce es importante. A falta de un mejor término, él se ha convertido en el primer líder de culto de este mundo.
Entre otras cosas, Pierce está tratando de darle un nuevo centro a este mundo descentralizado: Puerto Rico, o, como lo ha llamado la criptocomunidad en varias oportunidades, Crypto Rico, Puerto Crypto, Puertopia y Sol. Pierce alquiló (y piensa comprar) el salón de los masones y el Museo del Niño abandonado que está transformando en un centro comunitario. También está cofundando un banco en Puerto Rico, como planea abrir tanto un ecohotel en Rincón, el famoso punto de surf de la isla, y una serie de residencias en la cercana Mayagüez.
¿Por qué Puerto Rico? La respuesta simple: es un hermoso territorio de Estados Unidos en el Caribe que ofrece incentivos fiscales a inversores independientes. La isla, por supuesto, también está tratando de recuperarse del doble golpe de una crisis de deuda y el huracán María. Y Pierce, lo suficientemente inteligente como para saber que blancos ricos comprando propiedades en un paraíso fiscal huele a colonialismo, prometió usar su energía y dinero para ayudar. "Vamos a reconstruir Puerto Rico con lo que nos ahorremos del IRS, a lo Robin Hood", dice con una sonrisa.
Una de las personas que ayudan es María C. Sánchez, que dirige TOPS, un programa de enseñanza de arte. Pierce la conoció el año pasado en Miami y la instó a viajar a Puerto Rico para abrir escuelas y lanzar su programa. Al día siguiente, ella se tomó un avión. "Mientras mirábamos el amanecer, le dije: ‘Vos sos como el Jesucristo del siglo XXI’", dice ella. "Es mágico, y estoy muy agradecida por cómo da vida a mis sueños."
Pocas conversaciones con Pierce no incluyen una sección sobre las ventajas de mudarse a Puerto Rico. Mientras yo estaba con él, tres personas que habían viajado a visitarlo esa semana sin intención de mudarse terminaron alquilando departamentos en San Juan. Un par de semanas después, durante la primera Restart Week de Pierce, una confluencia de tres criptoconferencias diferentes en Puerto Rico, me dice con excitación que hay cientos más siguiéndolo. "Acá es donde traés a tu esposa y a tus hijos para construir el Nuevo Mundo", me anima más de una vez antes de decir que su madre, su hermano, su mujer, su ex novia y su hija de 9 años van a mudarse acá, y que su papá lo está considerando.
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‘Hay que ser siempre El Flautista de Hamelín", dice Pierce con una sonrisa cómplice mientras camina por las calles de San Juan, haciendo sonar a todo volumen un remix trance del discurso de Charlie Chaplin de El gran dictador en un parlante bluetooth con forma de píldora. Le muestra la canción a casi todo el mundo que se acerca a conocerlo, y los anima a escuchar el discurso completo, una suerte de credo para Pierce: "Lo siento, pero no quiero ser un emperador. Eso no es asunto mío. No quiero gobernar ni conquistar a nadie. Yo quiero ayudar a todos".
Pierce quizás sea la persona más rica del mundo sin ninguna barrera de acceso. Todo el mundo puede sumarse a la fiesta, y esa es una de las razones por las que a todo el mundo le gusta estar cerca de él. Nunca es aburrido; siempre hay gente nueva y afín que conocer; y quizás, una de esas personas te puede hacer rico (o más rico). Para hacer que las cosas se den con más facilidad, una pequeña comitiva de gente igualmente exitosa y fiestera lo sigue a todas partes. El entorno de Pierce de hoy incluye a Eric Greenberg, un ex asesor de Internet que ganó más de mil millones de dólares durante la burbuja de las puntocom, y Derek Rundell, quien dirige una compañía de inversiones de riesgo con Eric Schmidt, de Google. Como resultado de este viaje, el fondo de Rundell, TomorrowBC, va a anunciar una colaboración de 50 millones de dólares con la compañía cofundada por Pierce, Block.one.
Pasar los días con Pierce es experimentar una nueva forma de hacer negocios. Rara vez va a una oficina, un salón de conferencias o cualquier cosa típicamente asociada con trabajo. Su morral está lleno de pequeños contenedores de plantas medicinales, como San Pedro, el psicodélico peruano, y rapé, el tabaco del Amazonas, que muchas veces inhala en medio de una reunión. Abandonó la idea de una agenda, y en cambio se pasa el día dedicándose a lo que él llama "fluir" hacia donde lo lleven, escuchando trance global en los parlantes a todo volumen en el camino. "Normalmente, tengo de tres a diez reuniones a la vez", dice Pierce. "Las junto todas. No tengo agenda, y todo el mundo se reúne al mismo tiempo. Eso a veces pone muy incómoda a la gente que en su cabeza es muy importante, porque están acostumbrados a recibir tres horas a solas."
Mientras esta bola enorme de millonarios y aspirantes a millonarios rueda por las calles coloridas de San Juan, dos policías parados en una esquina señalan a Pierce: "Sr. Bitcoin", le dice uno. Casi todos los locales en San Juan parecen saber de las criptohordas que hacen negocios en las calles, cafés y monumentos de la vieja ciudad. Josh Boles, un empresario del círculo íntimo de Pierce, se retuerce de dolor. "Ahora que salió la lista de Forbes, realmente necesitamos más seguridad", dice. "Lo sabe demasiada gente."
Pierce y compañía doblan hacia la Calle del Cristo, donde un vendedor de café los insta a entrar en su establecimiento. Pierce acepta. No porque tenga hambre, sino porque parte de fluir es decir siempre que sí. Para acordarse de esto, está planeando hacerse un tatuaje en el brazo, en código binario, que diga: "Sí, por favor".
Mientras el equipo Sol toma cerveza y come papitas, un estadounidense parecido a Sam Rockwell con una musculosa con la deidad hindú Ganesh gira y queda boquiabierto. Un amigo y él se acercan a Pierce. "No sé lo que estoy haciendo, pero sé que tengo que estar acá", lanza, y se presenta como Danny Wojcik. Tras leer sobre Crypto Rico, Wojcik, un entusiasta de la criptomoneda de 29 años y jugador de póker de Las Vegas, se tomó un avión, pegó un Airbnb, y ahora le dice a Pierce: "Vamos a construir una nueva civilización".
"No, no, no", lo corrige Pierce. Invita a Wojcik y su amigo, Devin Hunter, a sentarse con él. "Dejame contarte un poco por qué estamos acá. Estamos acá para ayudar a Puerto Rico. Estamos acá para servir, y servimos dando. Estamos acá para usar nuestros talentos –nuestros superpoderes– para descubrir cómo podemos ayudar a Puerto Rico, la Tierra, y la gente. E integrarlos apoyándolos, volviéndonos uno con ellos. Así es como un invitado debe entrar en un lugar. ¿Tenés talentos? ¿Querés ponerlos en funcionamiento? Vamos a hacer todo lo posible para que eso ocurra. Así que gracias por escuchar el llamado y haberte tomado un avión. ¿Hace cuánto aterrizaste?"
"Un par de horas", dice Wojcik.
"¿Por cuánto tiempo alquilaste?"
"Honestamente, tenemos que quedarnos hasta el martes. Pero voy a quedarme todo lo que sea posible. Estoy listo."
Pierce sigue informándolos: "Probablemente somos entre 50 y 100 que nos mudamos acá. Tenemos alrededor de 20 compañías, ¿no? Pero esas entre 50 y 100 personas están a punto de convertirse en 500 o 1000. Y esas compañías están por ser 200 o 300, y muchas de esas son las startups de tecnología más importantes capitalizadas. Cuando empezás a traer esta riqueza de cerebros a esta sociedad, tenés que traer oportunidades de trabajo a la costa oeste de la isla, porque no queremos que el Viejo San Juan se vuelva San Francisco y encarezca los alquileres y la gente se enoje".
Al poco tiempo, el mozo del café se suma a la conversación, y les cuenta de las luchas del pueblo de montaña de donde viene en Utuado, donde todavía hay poca electricidad y la gente vieja necesita cuidados médicos. Wojcik y Hunter tienen su primera misión en Sol: "¿Querés ir ahí mañana?", les pregunta Pierce. "Hagamos un inventario de lo que necesitan, y resolvámoslo."
Este es un ejemplo de manual de cómo opera Pierce: en negocios por minuto, o npm. Allí donde la gente más famosa rechazaría a un vendedor en la puerta de un café para turistas, o declinaría las propuestas de un fan, Pierce dice sí y los incluye en su círculo íntimo con una promesa de oportunidad. Explica que esto es porque él ve la vida como un videojuego: "El universo está constantemente tirándote monedas y poderes, y si los recogés, recibís más puntos y subís de nivel".
¿No le preocupa que alguien se aproveche de él o haga mal un trabajo que arruine algo? "No conozco a nadie de los que invito", responde rápido. "No tengo tiempo para chequearlo. Si hacés ese esfuerzo, yo confío en vos. Y si sos legítimo, te voy a dar todas las herramientas que tenga hasta que vea que no operás con integridad."
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Dos días después, Pierce está tirado en un asiento en la parte trasera de un avión privado, hablando de su infancia en Minnesota. Está viajando a la Satoshi Roundtable, en las afueras de Cancún, una reunión anual de la cripto-élite, y se disculpa varias veces por haberse tomado un avión privado, explicando que no es un tema de lujo sino de eficiencia de horarios. Su padre construía casas, recuerda, y su mamá era bailarina disco profesional hasta que se embarazó de él a los 20 años. Como muchas madres artistas, quizás transfirió sus sueños no realizados a su hijo. Y como muchos niños actores, su primer recuerdo es en un set. Pierce tenía 3 años y medio, y estaba filmando un comercial llamado "Don’t Let Your Babies Grow Up to Be Cowboys" (la ironía es que el hombre hoy lleva un sombrero de cowboy).
Cuando una película llamada The Mighty Ducks llegó al pueblo, Pierce consiguió el papel de la versión joven del personaje de Emilio Estévez. Después de esto vinieron, rápidamente, pequeños papeles en otras películas rodadas en Minnesota: Corazón indomable, con Christian Slater, y Little Big League. Después de obtener un papel en D2: Mighty Ducks, filmada en Los Ángeles, se quedó ahí, junto con su mamá y su hermano menor. Su madre finalmente se divorció de su papá, y le dijo a Brock, según dice él: "Lo hago por vos. Es por tu carrera" (Pierce recuerda esto como "un poco pesado para un chico de 13 años").
Para recibir papeles, empezó a hacer trucos de magia que le había enseñado un tío. "Cincuenta chicos llegaban y leían sus líneas tres minutos y se iban", recuerda. "Yo entraba y hacía un truco de magia con monedas y cartas. Cerrás los ojos, y pasaron 15 minutos y estamos hablando de cualquier cosa... En definitiva, yo no era mejor actor. Yo era solo alguien de quien se acordaban."
Pierce ya había dado señales de empresario: según cuenta él, en Minnesota había armado varios puestos de limonada, donde había colocado a chicos del barrio, y lo mismo había hecho para kioscos de diarios, de barrido de nieve y de jardinería. Anticipando su imperio de videojuegos, escribía guías con trucos para Mortal Kombat 2, y se las vendía a sus compañeros de escuela. En L.A., compraba y vendía cartas de Magic y memorabilia de Star Trek. "De chico tenía infinito dinero", dice. "Yo siempre supe cómo ganarlo."
Después del protagónico de El hijo del presidente, donde hacía del hijo del presidente, con Sinbad como su agente de Servicios Secretos, Pierce dice que "quería volver a ser un chico normal". Así que antes de que saliera la película, volvió a Minnesota y se juntó con sus compañeros en noveno grado. "Literalmente me bajé de todas las oportunidades", dice. "Llevo toda mi vida haciendo eso. Cuando ya te reinventaste tres, cuatro, cinco veces, eventualmente te das cuenta de que lo podés hacer infinitas veces, con el tiempo que tengas."
Tras un par de meses tratando de asimilarse, se dio cuenta de que una infancia normal sería imposible, a causa de su fama. Volvió a L.A., donde se emancipó de su madre y finalmente se pasó al otro lado de la cámara, como productor asociado de una película llamada Young Hollywood, que nunca salió. Cuando tenía 16 años, un amigo actor le presentó a un empresario rico de Internet llamado Marc Collins-Rector. Y ahí es donde la historia de Pierce se empieza a poner turbia.
La compañía de Collins-Rector se llamaba Digital Entertainment Network (DEN). Antes de los contenidos originales de YouTube y Netflix, DEN iba a crear programas orientados a la juventud en Internet. Según el relato de Pierce, él le transmitió a Collins-Rector su visión de un mundo mirando videos cortos online, y Collins-Rector nombró a Pierce cofundador y vicepresidente ejecutivo, dándole un cuarto de millón de dólares por año y una participación del 5% en la empresa.
"Me dijo: ‘Te voy a mostrar cómo funciona, o sea que vas a tener que estar en todas las reuniones’", dice Pierce acerca de Collins-Rector. "Si alguien le decía: ‘Oh, no quiero que Brock esté en la reunión’, él les decía: ‘Se acabó la reunión’. Cuando alguien te habilita tanto, le sos fiel."
La última frase de Pierce incita la pregunta acerca del alcance de su lealtad hacia Collins-Rector. "Él estaba definitivamente enamorado de mí", dice Pierce. "No hay dudas, y no tengo problemas con eso. No es algo malo." Collins-Rector estaba en una relación con Chad Shackley, el tercer fundador de DEN. Supuestamente se habían conocido años antes, cuando Shackley tenía 16 años y vivía en Bay City, Michigan. Collins-Rector en la época tenía treinta y pocos. En DEN, quería hacer un programa sobre la vida de Shackley, Chad’s World, que Pierce produciría como su primer proyecto. "Para mí, era trabajo", dice Pierce. "Ningún problema. No lo digo de manera negativa, pero [Collins-Rector] estaba hechizado."
Después, en 1999, cuando DEN estaba a punto de vender en bolsa, llegó una demanda judicial de un joven en Michigan en la que acusaba a Collins-Rector de llevarlo de un estado a otro buscando sexo cuando era menor. Según Pierce, Collins-Rector dijo que la demanda era "inexacta" e iba a dar pelea. Pero, dice Pierce, el equipo ejecutivo de DEN le dijo que convenciera a Collins-Rector de llegar a un acuerdo y "que desaparezca". "Lo convencí a Marc", dice Pierce. "Nunca debí hacerlo."
Según un documento judicial, Collins-Rector arregló por un millón de dólares, pero la historia se hizo pública de todos modos, y Collins-Rector abandonó su posición y huyó a Europa, convenciendo a Pierce y Shackley de fugarse con él. Mientras salían con el jet set en otros países, llegó una nueva demanda de tres actores que estuvieron en la mansión de Collins-Rector y decían haber sido empleados de DEN. Lo acusaban a él, junto a Shackley y Pierce, de abuso sexual. Uno de los tres actores, Michael Egan, en esa época era menor.
La demanda, iniciada el 20 de julio del año 2000 en la Corte Superior de Los Ángeles, denuncia un patrón de abuso sobre los tres demandantes. Decían que iban a la casa en la que Collins-Rector, Shackley y Pierce se quedaban, y les ofrecían o les daban drogas ilegales. Los tres demandantes supuestamente eran forzados a tener contactos sexuales con los acusados. La demanda dice que Collins-Rector los amenazaba con violencia física y listas negras en Hollywood para que las víctimas permanecieran en silencio.
Pierce niega absolutamente las acusaciones contra él, y señala que en esa época tenía 17 o 18 años. También dice que uno de los demandantes, Egan, originalmente trató de que se sumara a la demanda. "Le dije: ‘No, voy a hacer de cuenta que no escuché eso’. Ese fue el primer error. Si le hubiera dicho: ‘Dejámelo pensar’, en lugar de rechazar inmediatamente la idea, todo habría sido diferente. Porque yo podría haber sido un gran testigo contra ellos, ahora tenían que desacreditarme." (Más allá de varios intentos, incluyendo llamadas telefónicas a sus ex abogados, no pudimos contactar a Egan para que declarara.)
Christopher Turcotte, en ese entonces un actor de 15 años que frecuentaba la casa de Collins-Rector, fue testigo de muchos de los sucesos que se dieron allí. Dice que Egan "tuvo contacto sexual, que yo vi con mis propios ojos", con Collins-Rector. Como Pierce, Turcotte describe que Egan se le acercó para ser parte de la demanda. Quería que también dijera que había sido violado por Collins-Rector, dice Turcotte, "cuando en realidad eso no pasó nunca". Cuando le pregunto por la participación de Pierce en esto, Turcotte dice: "Brock nunca participó de eso, para nada".
Según un documento judicial, Pierce dijo que no supo de las acusaciones hasta dos años y medio después de que fueran denunciadas. En 2003, dice, volvió a Estados Unidos, contrató a un abogado y se juntó con Egan y otro de sus acusadores, Mark Ryan. El tercer demandante, Alex Burton, abandonó los cargos contra él; Ryan y Egan arreglaron sus casos contra Pierce (Ryan aparentemente arregló sin daños, y Egan recibió 21.600 dólares para pagar sus gastos legales).
Después de casi dos décadas de juicios e intensas apariciones en los medios, esto es claro: a Collins-Rector le gustaba rodearse de adolescentes, tanto personal como profesionalmente. También parece haber tenido un patrón de cortejarlos a cambio de sexo, a través de regalos caros, trabajos a cambio de salarios inflados, y oportunidades laborales significativas. Cuando le pregunto cómo fue posible pasar tanto tiempo junto a Collins-Rector y no darse cuenta de lo que otros declararon, Pierce responde: "Nadie vio nada, nadie sabía nada. No sabía que él hacía eso con otra gente. Yo solo escuché la versión de Turcotte hace cuatro años". Cuando le pregunto por qué siguió con Collins-Rector a pesar de la demanda, Pierce dice: "Yo era un paria, nadie quería trabajar conmigo. Me quedé con mi amigo y socio".
Mientras tanto, el trío siguió socializando en Europa. "Él me dejó despilfarrar toda su fortuna, por accidente, sin saberlo", dice Pierce sobre Collins-Rector. "Creo que gasté 16 millones de dólares en un año. En los mejores jets privados, las experiencias más increíbles que puedas fabricar."
Cuando estaban juntos en Marbella, España, quedándose sin plata, Collins-Rector fue arrestado por cargos criminales en Estados Unidos por transportar menores de un estado a otro en busca de sexo, que se remontaban a 1993. Collins-Rector finalmente fue arrestado, y se declaró culpable. No hubo denuncias contra Shackley ni Pierce. Al recordarlo, Pierce dice que Collins-Rector "era un montón de mierda increíble: mentiras, mentiras, mentiras, mentiras. Historias completamente fabricadas. Sabía cómo manipular. Quizás era la persona más generosa del mundo, lo cual es raro, pero sin ninguna empatía. Narcisista". (Collins-Rector, cuya última residencia según el registro de criminales sexuales de Florida, es República Dominicana, no pudo ser contactado para esta nota.)
Tras el arresto de Collins-Rector, Pierce se quedó en Europa. "No leí ningún medio", recuerda. "Leer mi nombre me hacía llorar. ¡Tenía un miedo! No podía manejarlo." Aún hoy, agrega: "Cualquier cosa que logro en mi vida termina siendo desacreditado por este relato".
***
Antes de separarse de Collins-Rector, Pierce ya había encontrado una nueva vocación en un viejo hobby de infancia: los videojuegos. Mientras jugaba con tres personajes diferentes en tres computadoras diferentes al EverQuest –después cinco personajes, después seis–, se dio cuenta de que era posible ganar miles de dólares por día en el mundo virtual. RMT, por real money trade, es el mercado donde se venden monedas y productos para los juegos, que lleva tiempo y esfuerzo conseguir, a cambio de dinero real. "Yo contrataba gente en Marbella, y el objetivo era ver si podía llevarlos al punto de jugar con tres personajes diferentes, y así era como conseguías un trabajo permanente con nosotros", dice Pierce.
Esto devino en Internet Gaming Entertainment, o IGE. Cuando Pierce notó que China no tenía un gran mercado de RMT, decidió: "Si voy a enseñarles a los chinos cuánto dinero pueden hacer jugando juegos, puedo construir un imperio". Semanas después de que se le hubiera ocurrido la idea, se mudó a Hong Kong, y al poco tiempo tenía gente por toda China jugando juegos como EverQuest y World of Warcraft a cambio de oro virtual. Pierce ganó lo suficiente como para comprar a su competidor más cercano por 2,4 millones de dólares, y con el tiempo supuestamente tenía alrededor de 400.000 personas jugando profesionalmente videojuegos para él.
En 2005, contrató a un ex banquero de Goldman Sachs para que lo ayudara con adquisiciones y finanzas. Su nombre era Steve Bannon, el futuro jefe de estrategias de Donald Trump. "Es uno de los personajes más coloridos del mundo, no solo cripto", dice Bannon sobre Pierce. "Cuando se escriba esta historia, Brock va a ser considerado un pionero. Ahora lo ven más como un freak: se pierden con el sombrero, el poncho y el baile."
Con ayuda de Bannon, Goldman Sachs supuestamente hizo una inversión de 30 millones de dólares en IGE. "Steve Bannon fue mi mano derecha por, no sé, siete años", dice Pierce. "Es un martillo. Y cuando sos un martillo, todo te parece un clavo. Es muy seguro y muy inteligente. Muy enérgico, muy patriota. No es la mayoría de las cosas que la gente dice de él."
Para 2007, cuando IGE estaba asediada por una campaña de los productores de World of Warcraft y una demanda colectiva de jugadores que acusaban a la compañía de arruinar el juego, Bannon se había transformado en el CEO. Y fue en los chats de jugadores que se plantaron las semillas del futuro de Bannon; como le dijo al periodista Joshua Green para el libro Devil’s Bargain: "Estos chicos, estos varones blancos sin raíces, tenían un poder monstruoso".
Pierce, mientras tanto, estaba por intentar repetir su éxito en los deportes electrónicos cuando la gente empezó a mencionarle la criptomoneda apenas un año después de que se acuñaran los primeros bitcoins. A Pierce lo shockeó no haber escuchado de ellas antes. "No había narradores que pudieran expresar la información de manera simple, así que había que hacer un verdadero esfuerzo para entenderlo", dice. "Al principio, no tenía tiempo para apreciar el poder de la descentralización. El día que lo entendí, supe que era eso."
Bannon también se lanzó a las criptomonedas, no solo por sus implicaciones financieras, sino también políticas. "Toda esta revuelta populista va a reducirse a este concepto de moneda", dice. "Podés ver fuerzas alineadas. Todas las personas inteligentes que admiro, y aquellas a las que incluso temo un poco, están enfocadas en este concepto de la cripto por una razón. Entienden que esta es la fuerza de la cuarta revolución industrial: el motor a vapor, la electricidad, después el microchip; blockchain y la criptomoneda son la cuarta. Va a haber una guerra por el control de esto."
"Todo el tiempo me llama gente que me dice: 'Estoy pensando en todo lo que perdí porque no me lo tomé en serio'", dice Pierce acerca del bitcoin. "Nadie lo apreciaba."
Cuando Pierce entendió el potencial de este nuevo dinero digital, se transformó en un evangelista, dándole bitcoins a todo el mundo, ya fueran personas influyentes, o el público en una charla. Finalmente dejó de regalar el dinero, porque "nadie lo apreciaba, lo perdían, y era una pérdida de mi maldito tiempo. No paro de recibir mensajes de gente diciendo: ‘Estoy pensando en todo lo que perdí porque no me lo tomé en serio’".
Casi todos los primeros compradores de bitcoin tienen una historia de arrepentimiento; la de Pierce es que tenía un disco externo con unos 50.000 bitcoins que tiró sin querer cuando limpiaba su garaje. Al valor actual del bitcoin, eso serían 330 millones de dólares tirados por la borda.
Para entonces, Pierce estaba creando compañías a un ritmo acelerado. Luego redobló sus negocios por minuto cuando cofundó DNA, a donde la mayoría de los grandes jugadores de la criptomoneda se acercaron en busca de inversiones o asesoramiento. Las reuniones de los martes en su oficina en Santa Mónica se volvieron un semillero de entusiastas, buscando nuevos negocios, ideas y relaciones. Como en Puerto Rico, Pierce enfocó la energía y la excitación alrededor de esta disrupción en un único lugar. "No tengo mucho más que aparecer y contar un par de estas historias inspiradoras", dice. "Si tenés un par de conversaciones y entretenés a todos y sos un buen narrador, la gente tiende a decir que sí."
***
El avión aterriza en Cancún. Pierce baja las escaleras, escuchando El gran dictador en su parlante. Camina con ritmo hacia la pequeña fila de aduana en la terminal privada, coloca el parlante en el mostrador del agente y le dice: "Parecías estar disfrutándolo".
Sorprendentemente, el agente de aduanas no objeta (ni investiga las valijas de todos en busca de drogas psicodélicas), y el alegre grupo de locos de la cripto se traslada al hotel Grand Velas en Playa del Carmen, donde tiene lugar la Satoshi Roundtable. Mientras espera en el lobby que su mano derecha, Stephen Morris, le haga el check in, Pierce se me acerca con los labios apretados y la mandíbula tensa. Me mira fríamente a los ojos, y me pregunta directamente, con su voz reverberante: "¿Sos un amigo o sos un enemigo?".
Atónito, murmuro algo como que no soy ninguna de las dos cosas. "Yo soy el tipo al que hay que temer", me informa. "Pero afortunadamente, soy un buen tipo." Su voz se pone drásticamente más suave. "Este mundo sería un lugar diferente si yo no lo fuera." Se da vuelta y se va. Este encuentro, más que ninguna otra cosa en el avión, parece mostrar otro costado de Pierce. Solo la gente con miedo te dice que tengas miedo de ella.
La conferencia es una mezcla de conferencistas invitados (como el excandidato presidencial por el liberalismo Ron Paul), grupos de discusión improvisados, cenas y fiestas. En uno de los salones del hotel, esa noche, Edan Yago, cuya compañía Epiphyte ayuda a los bancos a integrar criptomonedas, señala: "Noten el perfil bajo que tienen las personas acá, aunque la mitad de ellas tengan miles o cientos de millones de dólares".
Una hora después aparece Pierce, con un perfil para nada bajo, y habla de traer fuegos artificiales y DJs de Tulum para animar la conferencia. "Aparecemos en cualquier fiesta y si no es nuestra, es nuestra", declara con una sonrisa beatífica, bailando en la multitud. Más tarde esa noche, Pierce está en modo negocios, y se dirige a una llamada telefónica con el presidente de un país del Caribe, a quien le está vendiendo las ventajas de digitalizar su moneda. Más tarde, Pierce está en modo profecía divina. En un parlante suena la banda de sonido de Star Wars, y Pierce está parado como un director de orquesta, proclamando con confianza: "En esta historia, somos el regreso de los Jedi. La humanidad estuvo dormida los últimos 500 años. Se va a poner muy mágico".
Y ahí están todos los lados de Brock Pierce: visionario y loco, idealista y oportunista, entretenedor y hombre de negocios, mago y hedonista, narcisista y constructor de comunidades. "Va por la vida ayudando gente; es una persona que apoya a la comunidad", dice Patrick Byrne, presidente de Overstock, que está trabajando en un proyecto que usa la blockchain para combatir la pobreza del mundo garantizando derechos de propiedad. Will O’Brien, de Blockchain Capital, que contrató a Pierce como asesor, dice: "Vi muchas veces que Brock le hace una promesa a un empresario, y siempre lo siguen. Eso es integridad".
Mientras, algunos de sus amigos más cercanos expresan preocupación sobre la agenda caótica, la falta de sueño, el consumo de drogas y la falta de cuidado de Pierce. "Una de mis misiones es mantenerlo vivo ahora", confiesa alguien de su entorno. "Está en un patrón de autodestrucción."
Si Pierce es una fuerza que produce movimientos, esos movimientos muchas veces parecen dejarlo atrás para poder crecer. Este año, por ejemplo, EOS, la criptomoneda a la que más se asocia a Pierce, explotó. Más allá del papel de Pierce en su éxito, en marzo él se separó de Block.one, la compañía que cofundó y que desarrolló EOS. Pierce dice que había "25 razones para hacerlo", incluyendo que él era "demasiado como un imán, y todo el mundo se enfocaba en mi involucramiento de una manera que no era positiva".
El subtexto es que, si aceptás el riesgo, Pierce es un valor; si tenés aversión al riesgo, puede ser una carga. "En cuanto a la visión, Brock puede ayudar a armarla", dice Bannon. "Cuando pasás al mundo analógico, Brock se hace a un costado."
Después de la Satoshi Roundtable, Pierce está de nuevo en un avión privado, camino a San Juan. Se inclina y se disculpa por haberme confrontado en el hotel. Explica que entró en pánico por haber compartido demasiado, y pensó que yo estaba ahí solo para escribir otra historia sensacionalista sobre DEN. "Te di todo", elabora más tarde. "Todo. Más de lo que le conté a mi esposa."
El avión toca el suelo de San Juan, y Pierce está otra vez en modo flautista de Hamelín. Le pregunto cómo le fue al comité que planeaba la donación de mil millones de dólares de Pierce. El plan es crear una criptomoneda para caridad, tentativamente llamada One, de la cual Pierce va a comprar mil millones de dólares y luego inspirar a otros a hacer algo parecido. Me dirige a un canal de mensajes en el que un pequeño grupo debate de todo, desde el nombre de la moneda hasta las causas que más importan. Noto que Pierce participa de la conversación solo cuando es necesario, prefiriendo en cambio poner la rueda en movimiento, después sentarse y verla girar.
Mientras se escribía esto, pasaron nueve meses desde la primera vez que Pierce mencionó donar mil millones de dólares, y todavía no se ha emitido ni un reporte ni un centavo. Pero Pierce dice que está trabajando activamente en un sistema para la donación. "Donar mil millones de dólares es más difícil de lo que parece", dice. "No pasa en un fin de semana en un hackatón. Voy a publicar una respuesta completa de una página para que no se vuelva un blanco de críticas."
Otra tarde en Puerto Rico, Pierce está en la terraza del Airbnb en el que (supuestamente) durmió esa noche. Está reunido con dos ejecutivos de compañías sin fines de lucro nacidos en Puerto Rico, y no vinieron para darle la bienvenida a la isla. "Cuando escuché de él, pensé: ‘Dios, van a gentrificar mi isla’", confiesa Nancy Santiago Negrón, vicepresidenta de Hispanics in Philanthropy. "‘Nos van a vender en pedazos’. Y después cuando escuché que se quedaban con el Museo del Niño, mi pánico creció."
Santiago Negrón interroga a Pierce acerca de sus intenciones. Después de una hora de la defensa encantadora de Pierce, la hostilidad desapareció. Al rato el dúo está de pie tomándose de los brazos, hay música y ella le está enseñando a bailar salsa. Cuando concluye la extraña reunión, Santiago Negrón, puro sudor y sonrisas, textea a un amigo: "Me junté con los tipos de la cripto para gritarles, pero son bastante agradables, así que no les grité". Cuando se va, menciona que necesita una oficina en Puerto Rico. Pierce sugiere: "Podés quedarte con nosotros si querés".
Y esa es la magia de Pierce: a su modo, optimista, con visión de futuro, y caótico, hace que las cosas ocurran para la gente a su alrededor, sea que trabajan en caridad o en fondos financieros, o incluso que no hayan trabajado en sus vidas. Haga o no todo lo que dice que hará por Puerto Rico, done o no finalmente toda su fortuna, vuelva o no a ser un paria, por eso es que Pierce va a caer siempre parado, y va a vivir para ensalzar las virtudes de la próxima gran cosa nueva. Demasiada gente le debe demasiado.
"¿Conocés el concepto de interés compuesto?", pregunta Pierce cuando ya se fueron. "A mí me interesa el impacto compuesto." Hace una pausa para que lleguen las palabras. "Esto todavía no es medible por nada que yo haya visto, pero creo que es una verdad universal, uno de los mayores secretos: cuanto más das, más recibís."
Y con eso, Pierce inhala un poco de rapé, deja que lo inunde, después se levanta de un salto y dirige a su entorno a las calles de San Juan, donde va a caminar como la encarnación viviente de la tecnología descentralizadora de la blockchain: saltando de nodo a nodo, haciendo promesas audaces sobre el futuro del dinero, la Internet y la humanidad; y dejando a todos en el camino inspirados, confundidos y esperando que este sueño se haga realidad.
Neil Strauss
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