El cuerpo en estado de reflexión
En 2010, el coreógrafo Juan Onofri Barbato propuso un taller de danza en una casa de día de González Catán. Se anotan varios pibes del barrio. Uno de ellos era Alejandro Alvarenga (el Ale). "Me anoté porque dijeron que era de hip-hop. Ni ahí. Me engañaron, loco. El loco igual trató de remarla, ¿viste?, se hacía el boludo. El entrenamiento era medio raro. Igual, yo no les di bola a esas cosas y me empecé a enganchar. Una tarde el chabón nos dijo que quería hacer una obra de danza contemporánea para un festival, en Recoleta, ¿viste?"
-Cuando escuchaste que quería hacer un espectáculo de danza contemporánea, ¿qué imaginaste?
-A una mina bailando medio en bolas y en tutú. Te lo juro, pero eso nos pasó a todos. Igual, me gustó hacer toda esa huevada.
La huevada ésa (o ésta) es uno de los espectáculos de danza contemporánea (sin tutú y sin ninguna mujer) más personales de los últimos tiempos. Se llama Los posibles y reunió a cinco pibes de Catán que no tienen la vida muy fácil (Daniel Leguizamón, Jonathan Carrasco, Jonathan Da Rosa, Lucas Araujo y Alejandro), junto con dos bailarines profesionales, Pablo "Kun" Castro y Alfonso Barón. Esa experiencia s e estrenó hace dos años en el Tacec, de La Plata. Fue tal la repercusión que la temporada pasada se mudó al Cultural San Martín, donde, desde pasado mañana, irá por su tercera y último tiempo de revancha hasta gestar una nueva obra.
Uno de los que fueron al San Martín a ver esta mágica propuesta del grupo KM 29 fue el cineasta Santiago Mitre (el mismo de El estudiante ). Cuando salió de la sala, se preguntó: "¿Esto que acabo de ver no lo va a ver nadie más? ¿Será que ya está?" Al rato (o a los días, poco importa), se dijo: "Hay que hacer algo con este material, hay que filmarlo".
Así fue como el grupo KM 29, Onofri y compañía, se juntó con la productora La Unión de los Ríos, Mitre y compañía. La unión de ambos grupos independientes hizo posible la película Los posibles . La filmaron el año pasado, en el Tacec, y la estrenan hoy en el Bafici. Por lo cual, hecho realmente único, el espectador podrá ver Los posibles , versión escénica, y Los posibles , versión cinematográfica, durante la misma semana.
"Lo que hacemos es algo raro -dice Ale-. Tiene una densidad en el aire que está buena. Cuando no estoy en escena y puedo ver a los pibes, veo a un grupo que sabe laburar. Hace como cuatro años que estamos en esto y de eso te das cuenta. Te das cuenta cuando un chabón está puesto en el escenario con toda la energía, la ves. Eso deja algo. Te lo aseguro."
No caben dudas. En sus desplazamientos en el espacio vacío iluminado por la batuta de Ramiro Cairo y por las luces de Matías Sendón esa densidad, esa concentración y esas líneas de fuga toman formas y silencios de un grado de concentración hipnótico. En la versión cinematográfica de Onofri-Mitre, esas formas se repliegan de tal forma en un detalle que logran que esos cuerpos jóvenes y curtidos terminen habilitando nuevos sentidos, nuevas perspectivas. La cámara se mete entre esos desplazamientos. Repara ahí, en un músculo en tensión. O en un contraluz molesto (y también tenso). Se permite dibujar su propia coreografía en el espacio. Y todo -la versión escénica como su versión cinematográfica- termina siendo una única gran obra de arte.
"El momento que más me gusta de lo que hacemos es el último, cuando el Dani está corriendo alrededor nuestro. Se me hace como que nos está sacando algo, como que nos está dando cuerda a un reloj. Eso me flashea." Cabe pensar que en esa escena es el Dani el dueño del tiempo. Recientemente, el Dani trabajó en una película ( Historia del miedo, de Benjamin Naishtat) que protagonizará el Pola, otro de los pibes de KM 29. Después de esa escena que contaba Ale, vienen los aplausos. "Ése es otro flash, que me hace sentir rebien", dice. Lo que no le hace sentir muy bien es eso de verse en pantalla gigante. En verdad, lo pone nervioso. De todos modos, hoy irá al Village para el estreno: "Eso de verme en pantalla grande es raro. Yo no vi nada, pero debe de estar buena. Santiago, el chabón que la filmó, la tiene reclara. Todo el tiempo estaba pendiente de movimientos mínimos. Fue reexigente, pero estuvo muy bueno".
Alejandro Alvarenga tiene 19 años y un hijo, Benjamín, de uno. Vive con su novia en un terreno de su madre, en González Catán. "Mi vieja cuando me vio en Los posibles se puso recontenta, ¿viste? Debe ser porque estoy rodeado de gente de confianza, de laburo, que me lleva a otros lados", agrega. De hecho, en pocos días partirá a Montevideo para participar de un festival internacional de danza. Irá con un solo que montó Onofri y que estrenaron el año pasado en el Fondo Nacional de las Artes. Nunca salió del país. Cuando llega el verano, se va a una tosquera que está cerca de su casa.
-Las vacaciones soñadas, ¿ dónde serían?
-Y..., al Paraguay, al Perú...
Y se le iluminan los ojos.
Los posibles
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