"El porteño conoce el colectivo por la gama de colores"
Nicolás Rubió y Esther Barujel
"Era imposible no verlos. En aquel entonces vivíamos en el barrio de Flores y cada día, al amanecer, en la bruma de la mañana, veíamos en la estación una cantidad de carros lecheros decorados, que iban a esperar el tren lechero. Supusimos que todo el mundo sabía sobre ese arte de decorar carros y que debía ser un tema muy trillado, ya que carros y camiones andaban por todas partes. Sin embargo, no era así", recuerda el pintor Nicolás Rubió, que junto con su mujer, la escultora Esther Barujel, son los autores de Los maestros fileteadores de Buenos Aires, un rescate minucioso para revalorar el filete porteño.
"Nadie le daba importancia. Más bien creían que nos referíamos a las frases que llevaban pintadas. Como Feliz Adán que no tuvo suegra; Relincha y se queja, pero en la calle nunca me deja, o bien Si querés uno igualito, trabajá desde chiquito", apunta Barujel.
La investigación empezó en 1966 y culminó el 14 de septiembre de 1970 con la inauguración de una muestra en la galería Wildenstein. En 1994, el Fondo Nacional de las Artes publicó la primera edición de Los maestros fileteadores de Buenos Aires y días atrás presentó la segunda edición. Es el único caso de reedición de un libro editado por el Fondo.
–¿Por qué el desinterés?
Esther Barujel: –Para la gente común era algo cotidiano, como los paraísos o los gorriones, parte de la ciudad, no se preguntaban si era bueno o malo. En otros ambientes era distinto, insinuaban que el filete era de mal gusto, un invento copiado de los napolitanos y cosas por el estilo. Recuerde que el tango fue resistido por inmoral y el Martín Fierro por ser un melodrama fuera de la realidad.
Nicolás Rubió: –Durante mucho tiempo Molina Campos fue considerado un simple pintor de almanaques. Llegó al Museo Nacional de Bellas Artes medio siglo después de su muerte. Es curioso que todo lo que huela a arte popular sea de muy lenta digestión para cierta gente, que a veces tiene poder en el medio cultural.
–¿Cómo nace el filete?
N. R.: –Nació en una carrocería de la avenida Paseo Colón, a fines del siglo XIX. Allí trabajaban dos chicos, Vicente Brunetti y Cecilio Pascarella, de 10 y 13 años respectivamente. Estaban aprendiendo el oficio, entonces barrían el piso, cebaban mate o iban a hacer mandados. Un día el maestro pintor se enfermó y el dueño del taller les preguntó si se animaban a pintar un carro. Se animaron, y a partir de entonces completaban lo que quedaba sin hacer. En esa época los carros se pintaban totalmente de lo que se llamaba gris municipal, sin adornos, pero un domingo en que los chicos trabajaban solos en la carrocería, encontraron un gran tarro de esmalte colorado. Vicente y Cecilio se miraron y comenzaron a pintar de rojo los rebajos de la madera. Cuando a la mañana siguiente el dueño vio el trabajo se puso furioso, pero la ira duró poco. Al rato llegó el propietario del carro, que se entusiasmó con la ocurrencia, entonces los chicos se hicieron famosos, y al poco tiempo todos los clientes del taller reclamaban los grafismos. El trabajo se dividió: el pintor que daba el color de base era uno y se lo llamaba pintor de lizo. Y el que decoraba fue llamado fileteador porque su arte se realizaba con pinceles de filetear.
E. B.: –Fileteador y no filetero. Filetero es el jockey que conduce el caballo con filete (una barra muy fina, casi un listón) y no con el freno clásico.
–¿Qué pueden contar de la técnica?
N. R.: –Se toma un papel transparente donde se dibujan o se calcan los dibujos. Luego, con una aguja, se perfora el papel siguiendo los contornos. Y se espolvorea el papel con tiza o polvo de carbón dentro de una media de mujer. El polvo atraviesa los orificios y marca el dibujo sobre la tabla de madera. Este sistema, posiblemente heredado de letristas franceses, se llama espúlvero.
–Está prohibido pintar filetes en los colectivos. ¿Por qué?
E. B.: –Es una ordenanza de 1975, la 1606175, de la Secretaría de Transportes de la Nación, que prohíbe el "pintado de insignias, adornos y otros elementos decorativos, tanto en el interior como en el exterior de la carrocería; salvo el distintivo de la empresa". El fundamento es inconsistente. Dice: "Pronto no sabremos adónde va el colectivo".
N. R.: –Y no es cierto, porque el fileteado siempre incluía recorrido, número de línea, interno del coche y nombre de la compañía. Por otra parte, el porteño conoce el colectivo por la gama de colores, nadie confunde un 60 con un 68. Y en la provincia siguen circulando colectivos fileteados. Además, la ley no tiene consenso, no autoriza a nadie a hacerle una multa a un colectivero por conducir un coche fileteado.
–¿Maestros que recuerden?
E. B.: –Son tantos... Carlos Carboni, León Untroib, Ricardo Gómez, Luis Zorz, Alfredo Genovese, Alberto Pereira, Martiniano Arce, los hermanos Erdocia, Enrique Brunetti, Andrés Vigliotti, Jorge Muscia, José Espinosa...
N. R.: –Carlos Carboni era de Villa Urquiza, y los domingos por la mañana, en la vereda de su taller de la calle Ballivian, retocaba colectivos chocados o que habían sufrido rayones. No cobraba por eso, pero se permitía retar a los choferes: "Haceme el favor, mirá bien lo que hacés cuando manejás".
E. B.: –El día de la muestra llegó tarde. Estaba muy enfermo y con Nicolás, uno de cada brazo, lo ayudamos a caminar. Un periodista le acercó un micrófono y le preguntó: "¿Y, maestro, qué le parece todo esto?" Carlos Carboni respondió: "Me asombra que la gente se asombre con lo que hasta ayer no la asombraba".
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