Evocación de Ruth Draper
Esta es la evocación de un personaje curioso, que 60 años atrás pasó fugazmente por Buenos Aires. Debe de sobrevivir muy poca gente que haya asistido a las pocas funciones que, en junio de 1940, ofreció en el (lamentablemente) derribado teatro Politeama, la actriz norteamericana Ruth Draper.
Yo no pude verla, porque estaba por cumplir quince años y no disponía de dinero propio ni de autorización paterna para salir de noche. Pero una de mis tías, la aficionada al teatro y al cine, a los libros y a la pintura, estuvo en una de las representaciones y me habló largo tiempo del espectáculo y de la admiración que le había suscitado. Puesto que en los EE.UU. apareció una biografía de la actriz -"The World of Ruth Draper: A Portrait of an Actress", por Dorothy Warren-, aprovecho un comentario, leído en The Times Literary Supplement, para recordarla.
* * *
Ruth Draper era lo que entonces se llamaba una monologuista. Lo que hoy se denomina "unipersonal". Nació en Nueva York en 1884, en una familia rica y elegante, a tal punto que el retrato de Ruth, pintado por John Singer Sargent -el retratista de la alta sociedad anglonorteamericana de fines del siglo XIX-, se exhibe en el Metropolitan Museum of Art. Su biógrafa señala que "en tanto desarrolló fervorosamente una carrera como actriz profesional, mantuvo fuertes lazos con la respetabilidad de su medio original y siempre se preocupó mucho de distanciarse del ambiente del teatro".
¿En qué consistía su arte? Según los informes de mi tía (corroborados por la nota que Victoria Ocampo le dedicó a la Draper en este diario, en 1956, cuando ésta murió, a punto de salir a escena, a los 72 años), era una mujer alta y distinguida y con un innato sentido de la comicidad, que le permitía abordar los más variados tipos de mujer. La imagino como una Niní Marshall que hubiese tenido el aspecto de una lady . Porque la Draper se burlaba, sutilmente y con aguda ironía, de los modos y las modas de una galería de personajes: desde la gran dama inglesa empeñada en sostener la apariencia de una fortuna ya evaporada, hasta un ama de casa gritona del Bronx; desde la cocinera chismosa de una famosa estrella de Hollywood, que procura imitar a su ama, hasta la superintelectual francesa de preguerra, frecuentadora de los antros de " la canaille ".
A los 44 años, Ruth Draper se enamoró de un notorio intelectual italiano antifascista, Lauro de Bosis. Después de tres años de intensa relación, él murió, martirizado por el régimen, Ruth asumió el papel de viuda célebre y se dedicó a hacer traducir sus poesías y a subsidiar una serie de conferencias alusivas en Harvard. La actriz participó de un selecto círculo íntimo de hombres famosos. Su agenda registraba, a diario, a Henry James y su hermano William, Artur Rubinstein, Bernard Berenson, Pablo Casals, Karol Szymanowski. Por más que la autora se empeña, dice el comentario del libro, le es imposible transmitir la real experiencia de un arte tan personal. El arte de Draper murió con ella; no hay filmaciones, y aún no existía el videotape.
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