
Inspiración de 9 a 17
El sábado, una oficina literaria experimental demostró que los escritores pueden trabajar jornadas de ocho horas
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¿Puede un escritor trabajar ocho horas seguidas en una oficina? Para resolver este interrogante, un grupo de jóvenes, comandados por el poeta Carlos Elliff, el dramaturgo Gerardo Naumann y el escritor Lucio Arrillaga, ideó el proyecto UsiNación 05, performance literaria, el sábado último en la Estación Alógena. Para cuestionar la figura del escritor profesional y del lector en general montaron una máquina humana de producción textual con el fin primordial de mostrar en vivo y en directo la escritura como oficio.
"Nadie ve al escritor en su trabajo. Sólo en entrevistas o firmando ejemplares en la Feria del Libro. Se trata de un cuerpo desaparecido que tenemos ganas de recuperar", dijo Elliff, mientras ultimaba detalles. Dos máquinas de escribir, cuatro computadoras portátiles, variedad de artículos de librería y una impresora multifunción bastaron para instalar un espacio laboral convencional en la casa de Bonpland 1183 (en realidad, un centro cultural que definen como lateral). El equipo -completado por los escritores Juan Salzano, Julio Azcoaga, Dina Roisman y Natalia Fortuny- se puso a funcionar a las 16.30, hora en que el público empezó a llegar. "¿Qué es esto?", quiso saber una recién llegada al ver un papel colgado de la pared que contenía una lista de nombres y fechas. "¡Ah! Ya entendí", se autorrespondió. "Deben de ser las fechas de cumpleaños de los empleados. ¡Nunca falta eso en una oficina!"
Ninguno de los hacedores tenía claro lo que iría a pasar: no poseían un método en común ni reglas conjuntas para respetar. Sólo pretendían demostrar que la literatura no es un producto, sino un proceso. Los primeros textos salieron a la hora de haber comenzado el encuentro, y cada escritor procuró fotocopiarlos para los concurrentes, que hasta ese momento estaban de lo más entretenidos leyendo hojas sueltas y pequeñas publicaciones artesanales. Pocos advertían que lo que estaba sucediendo no era un mero espectáculo, sino una invitación a la reflexión. "Nuestra meta -agregó Elliff- es producir textos desde el amateurismo. Con esto no buscamos recuperar el precepto vanguardista de que cualquiera puede ser escritor. Queremos generar una crítica a la profesión en términos de una acción concreta."
La usina literaria contó, además, con un staff de periodistas agrupados en una Oficina de Altos Estudios Prensales. Tomás Astelarra, Ignacio Buquete y Eugenia Zicavo fueron los encargados de confeccionar gacetillas y llamar a conferencia de prensa espontánea cada vez que ocurría algo relevante. El primer informe que hicieron circular cubría desde la disputa entre Naumann y Fortuny por el uso de una anécdota cuyo personaje central era Arnold Schwarzenegger hasta la indignación de Azcoaga por la fuga de un cuento fantasma con dos oficinistas en el barrio de Palermo. Estos redactores fueron los primeros en abandonar la experiencia, a las 19.30. "Admitimos que la propuesta era cumplir una jornada laboral de ocho horas -comentó Astelarra cerca de la puerta-. Pero el Estatuto del Periodista dice que nosotros no podemos trabajar más de seis."
A las 21, algunos de los escritores leyeron al público lo que habían hecho hasta el momento: Salzano, la prosa Antena en cinta; Fortuny, el poema La casita del árbol, y Naumann, el cuento Méjico. Mientras tanto, una visitante tomó por asalto una de las computadoras: "Estoy tipeando poesía garabatesca, lo que pasa primero por mi mente. Todo esto me parece muy divertido y me da ganas de participar." Media hora después, Elliff realizó la performance poética Ur(b) Zonul, en un cuarto oscuro al ritmo de bits electrónicos y fogonazos de luz negra. Por otro lado, Azcoaga prefirió no difundir lo que redactó. Y la dupla Arrillaga-Roisman mostró Efe, un libro lleno pero... de hojas en blanco.
Al finalizar el día, Naumann confesó que UsiNación lo ayudó a reconciliarse con la creatividad: "¡Habilitemos más oficinas para escritores!" A las 23.30, cuando ya se hizo evidente que los escritores pueden sostener un ritmo laboral intenso y extenso, los organizadores dieron por concluida la misión. "¿Que cómo termina esto?", preguntó en voz alta Arrillaga. "Como en toda oficina: ¡Con la limpieza!"




