En el Festiva Nuestro, la banda rindió tributo a dos pesos pesados del rock nacional
Ante un nuevo éxito de convocatoria (las remeras con su logo y nombre fueron por lejos las más vistas en Tecnópolis), La Beriso se hizo tiempo para rendirle tributo a dos de sus músicos más admirados. “Hay tantos grandes artistas en este país”, dijo el cantante Rolo Sartorio mientras todavía sonaban los últimos acordes de un popurrí de solo piano a cargo del tecladista Conde Kung, con fragmentos de obras del primer homenajeado de la noche: Charly García. Entre variaciones clásicas, improvisaciones y demás demostraciones de destreza técnica muy por fuera del registro de la banda, Kung arremetió con “De mí” y “Los dinosaurios” en formato instrumental y convirtió el campo del predio de Villa Martelli en un gigantesco karaoke. Inmediatamente después, el vocalista se sumó al ensamble y juntos hicieron la segunda canción ajena del set: “Estadio Azteca” de Andrés Calamaro, tema que han tocado más de una vez en vivo y que incluso llegaron a hacer a dúo (en un show en Lima, Perú, en 2016) con el mismísimo autor (un tercer tributo, extramusical, tuvo lugar durante esa misma versión: “Diego Armando Maradona, señores”, dijo Sartorio señalando su remera con la cara del 10 en el Mundial de México 86, con la esperable ovación posterior).
También hubo elogios del cantante para los Ratones Paranoicos (“una banda que a mi me encanta...”), el número que los antecedió en el Escenario Rock, pero no tanto amor para con Maikel Delacalle, el rapero español que ocupaba el Escenario Urbano a esa misma hora: “Bajen la música, ¿quién grita ahí?”, preguntó cuando en un silencio entre canciones se filtró el sonido del otro stage.
Más allá de esos ítems y mensajes para las figuras del rock nacional, el set de la banda de Avellaneda no presentó sorpresas: más de veinte temas, con fuerte presencia de su último disco de estudio Pecado capital (2016) y su habitual impronta cancionera que le debe tanto al rock barrial de los 90 como a Calamaro o Joaquín Sabina. Hubo momentos para la distorsión (“Realidad”, un subibaja que arranca melódico y trepa de la mano de la guitarra de Pablo Ferradas) y picos de emotividad como el de “Como olvidarme”, presentado por Sartorio como un “himno”, o “Pensamientos”, donde el grupo deja fluir su veta sensible sin enmascaramientos de ningún tipo.
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