La comunidad teatral debate el accionar de Argentores
Dos hechos en apariencia aislados parecen tener en común la necesidad de crear canales de diálogo
Primer acto. En estas últimas dos semanas, una obra de teatro, La parodia está de moda y las salas alternativas fomentan el amateurismo, puso en crisis el mecanismo recaudatorio que aplica Argentores, la entidad que defiende el derecho de autor. El valor de la entrada de ese espectáculo era una botella de agua mineral. Cuando la entidad intimó a la sala Elefante Club a poner en orden sus cuentas, los autores de la obra se dirigieron a la sede de la asociación con el 10 por ciento de las botellas recaudadas, el porcentaje que establece la asociación fundada en 1910.
Como sólo puede recibir dinero, Argentores quedó atrapada en su propia trampa. En estos momentos, casi como un paso de ontología teatral, un comité está decidiendo si La parodia... es una obra de teatro o no lo es.
Martín Seijo, uno de los creadores de esa experiencia escénica junto a Lisandro Rodríguez, hace la siguiente lectura: "En la escena alternativa, se están operando cambios en la forma de producción y exhibición que Argentores no contempla. Creo que esto pasa porque la entidad está manejada desde su gerencia administrativa y no por colegas de teatro. Habría que preguntarse si realmente defienden a los autores, si las formas que aplican no avasallan los modos de producción de la escena alternativa".
El tema se expandió por las redes sociales. Así fue como la obra, que el próximo viernes hará una función especial, fue ganando otros públicos. El coreógrafo Juan Onofri Barbato, por ejemplo, opinó: "Argentores es un monopolio y así se definen. Como todo monopolio establece las reglas de acuerdo con su único criterio". En otro post, el director Rubén Szuchmacher recordó el lema que usa la entidad, "Sin autor no hay obra", para agregar: "Sin autor, sin actores, sin directores, sin espacio, sin escenografía, sin música, sin palabras, sin gestos... No hay teatro si no están todos los que tienen que estar". Según lo establecido, el autor de una obra de teatro se queda con el 20 por ciento de lo recaudado la noche de estreno y con el 10 por ciento de las entradas vendidas el resto de las funciones. Pero en estos últimos años, Argentores ha ido por más.
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Segundo acto. A los derechos ya adquiridos, la asociación logró que Proteatro le sume al dramaturgo nacional un porcentaje de la línea de subsidios que entrega para el montaje de obras. En esa línea de acción, enviaron una carta al Instituto Nacional del Teatro (INT), el otro organismo de promoción del teatro independiente, para solicitar que aplique el mismo criterio. Guillermo Parodi es el director del INT. En comunicación con LA NACION, expresó: "Nosotros ya tenemos una política de fomento de obras nacionales, publicamos varias de ellas y entregamos premios. Desde el INT intentamos aplicar estrategias que acompañen a todos los que integran la comunidad teatral y no a un sector en particular. En verdad, el pedido nos sorprendió un poco".
También se sorprendió Artei, la entidad que reúne a la mayoría de las salas alternativas de la ciudad. En un comunicado emitido esta semana, sus integrantes (entre los que se encuentran conocidos dramaturgos) cuestionaron varios puntos del pedido. "Lamentamos profundamente la falta de diálogo y de instancias de acción común entre la entidad que representa a los autores, en gran parte de los casos miembros activos de los grupos teatrales con quienes los teatros trabajamos mancomunadamente y en no pocos casos también gestores de espacios teatrales, con el resto del sector teatral", dice el párrafo final del comunicado dirigido al Consejo de Teatro de Argentores que integran, entre otros, José María Paolantonio, Roberto Perinelli y Susana Torres Molina. También Parodi expresó la voluntad de generar espacios de diálogo.
¿Cómo se resuelve este malestar? "Argentores tiene que tener una respuesta política, no técnica; sin poner en riesgo el derecho de autor. Se deberían generar regímenes de excepciones que respeten la voluntad de los que hacen un espectáculo. No hace falta que me protejan de mí mismo", apunta Lisandro Rodríguez.
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