En un show de dos horas y media, la banda presentó una formación extendida

En su primera presentación después de un impasse de casi siete años, los Ratones Paranoicos dieron un show histórico en el Hipódromo de Palermo. Fue un set de 35 canciones en dos horas y media, en un escenario a la altura de las grandes visitas internacionales (seis pantallas, pasarela) y con un sonido impecable, que dejaba apreciar perfectamente los matices de la formación extendida de la banda: además de las guitarras de Juanse y Sarcófago, el bajo de Pablo Memi y la batería de Roy Quiroga, sumaron al pianista Germán Wiedemer (de la banda de Andrés Calamaro), y una sección de tres vientos y tres coristas.
El comienzo estuvo marcado por la contundencia apabullante de una seguidilla de riffs clásicos del grupo. “Ceremonia en el hall”, “Sucia estrella”, “Sucio gas”, “Una noche no hace mal” y “Ya morí” las interpretaron de corrido, casi sin baches entre un tema y otro, con la formación de los Ratones limitada a su núcleo duro de guitarras cortantes y arrastradas, bajo sexual y batería seca. “Una noche no hace mal. Y muchas más, menos”, dijo Juanse, confirmando solapadamente que este regreso no se limita a un único show.

Luego bajaron un poco el ritmo (“Vamos a ir mechando, porque estamos en el siglo XXI”, dijo Juanse en referencia al paso de los años), pero no la intensidad. En las baladas “Isabel” y “Carol” –que sonaron enganchadas– y la versión larga de “La nave” (similar al “Extended mix” editado en el single de 1992), el grupo alcanzó un trance hipnótico, apoyada especialmente en el bajo de Memi, que sonaba casi como música disco. El efecto se potenciaba gracias a los coros souleros del trío de cantantes liderados por Gori (de Fantasmagoria y guitarrista de la banda de Juanse).
Sarcófago, que llevaba una lengua stone bordada en su gorra y otra pegada en su guitarra, tuvo su momento estelar durante el tramo más rockero del show –con “Rock del pedazo”, “Rock del gato”, “La banda de rock and roll” y “El vampiro”– cuando cantó “Vodka doble” con su voz de ultratumba. Y Roy, subido a una tarima que lo elevaba entre sus compañeros, hizo su habitual solo de batería de tres minutos en “Boggie”, con la banda afuera del escenario.
Sobre el final, Juanse invitó al Fabián “El Zorro” Von Quintiero –bajista de los Ratones entre 1997 y 2007–, que se sumó en teclados para tocar otra tanda de hits: “La calavera”, “Juana de arco”, “Líder algo especial”, “Rainbow” y “Lo que doy”. La última antes de los bises fue “Enlace”, quizás el mejor ejemplo de la influencia de los Sex Pistols en el grupo, con un Juanse desaforado trepándose a los andamios del escenario como si el tiempo no hubiera pasado.
“No nos vamos a despedir, pero vamos a tocar el último tema”, dijo Juanse en otra clara alusión al futuro de la banda, antes de hacer “Para siempre”, que sufrió un pequeño pero significativo cambio de letra. En lugar de “No tengo religión, tengo ansiedad”, el cantante dijo: “Ya tengo religión, no tengo ansiedad”. Por lo demás, el sonido y la chispa de los Ratones Paranoicos no parecen haber cambiado demasiado.

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