En el otoño septentrional de 2018, Angel Olsen dejó atrás su vida en Asheville, Carolina del Norte, y cruzó Estados Unidos hasta encontrar el lugar más remoto. Según cuenta, tampoco había mucho que dejar: acababa de terminar una relación de cinco años, que también había disparado el fin de varias amistades. "Eso es lo más difícil de una relación en una ciudad chica", dice Olsen, de 33 años. "Te das cuenta de quiénes son tus amigos, quién puede manejar el conflicto entre dos personas y no ser una mierda... Era un momento para estar sola por un tiempo".
La situación dejó a Olsen con un puñado de canciones incisivas sobre la pérdida, la soledad y las encrucijadas emocionales. Las llevó consigo a Anacortes, Washington, una ciudad aún más pequeña cerca de Puget Sound, donde se encontró con el ingeniero Michael Harris, de quien se había hecho amiga después de trabajar juntos en su disco My Woman, de 2016. "Si había un ingeniero que podía lidiar conmigo deprimida, ese era Michael", dice.
Olsen y Harris trabajaron durante horas largas pero ociosas en The Unknown, un estudio armado en una iglesia venida a menos, y grabaron bases esqueléticas de baladas como "Lark Song" y "(Summer Song)". Más tarde, en Los Ángeles, Olsen grabaría la mayor parte de las canciones con suntuosos arreglos de cuerdas para All Mirrors, su LP de 2019.
Esas grabaciones de Anacortes, tan escuetas que parecen como radiografías de su alma, salen ahora como Whole New Mess, marcando un regreso al sonido de su trabajo más antiguo. Hace una década, cuando grabó su primer EP, Strange Cacti, trabajaba en un café en Chicago. Los clientes se quejaban, a menudo le rebotaban los cheques, pero le encantaba la libertad que le daba su trabajo; se acuerda de cómo escribía canciones en la parte de atrás de los tickets durante el día y después las tocaba en pequeños clubes a la noche.
Olsen se mudó a Asheville después de su disco revelación de 2014, Burn Your Fire for No Witness, muchas de cuyas canciones estaban animadas por la ira incandescente que sentía hacia ex parejas que no habían apoyado sus aspiraciones musicales. "Es una experiencia rara amar a alguien que es un hombre que está celoso de tu carrera", dice. Armar un grupo de acompañamiento para tener un sonido más crudo parecía el paso lógico. "Yo quería hacer música con los muchachotes", dice. "Me entusiasmé demasiado con la idea de tocar en un grupo de rock & roll por la agresión que sentía".
En My Woman expandió su sonido aún más, probando con atmósferas de cine negro y toques de R&B. El disco llevó a sus mejores reseñas y a los escenarios más grandes en los que hubiera tocado hasta entonces, pero Olsen empezó a tener dudas de cuánto se había distanciado de sus orígenes acústicos. Cuando llegó a Anacortes, estaba lista para un nuevo comienzo. "Tenía que asegurarme de que podía hacer algo que fuera mío otra vez", dice.
Olsen hubiera querido presentar Whole New Mess con una gira en solitario este año. En cambio, volvió a vivir tranquila en Asheville, pensando en lo extrañamente bien que expresa el disco la sensación de aislamiento que estamos viviendo todos. "Es una época triste y solitaria, pero en cierta forma fue una bendición tener que confrontar tantas cosas", dice.
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