
Charly García, en el Abasto y con atuendo árabe
Por Sebastián Espósito De la Redacción de LA NACION
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No salía de su asombro la vecina. Asomada a su balcón, al 3100 de Sarmiento, llevaba la cabeza a un lado y al otro, en un movimiento de parabrisas. La escenografía era muy distinta del Abasto de todos los días, y es bueno que la señora se vaya habituando. Allí, sobre lo que queda de una vieja fábrica, se construirá la Ciudad Cultural Konex. Pero anteanoche les perteneció a Charly y a sus huestes, de riguroso brazalete.
Promocionada como la propuesta que el autor de "Rock and roll yo" tenía para su frustrado concierto en el pasado Cosquín Rock, "Palermo Bagdad" se evidenciaba como el plato fuerte del Festival Verano Porteño. Con el trío de músicos chilenos que habitualmente lo acompaña y un cuarteto de cuerdas integrado por Alejandro Terán, Javier Casalla, Axel Krygier y Julián Gándara, Charly salió decidido a hacer lo suyo algunos minutos después de las 21. Temprano, en un día insólito y lejos, muy lejos, de los escenarios habituales, eran algunos de los condimentos que podían crear en García un aura de desafío, de apuesta fuerte.
Y así fue. Porque desde que recibió a los más de 2500 presentes con la intro de "El amor espera" vestido con un atuendo árabe y turbante hasta que se despidió definitivamente dos horas más tarde, Charly mantuvo firme su deseo de hacer escuchar un show compacto, muy ensayado y con una línea artística bien definida. Porque en esas dos horas el dueño del bigote bicolor entregó todo lo que los "saynomorianos" suelen ir a buscar: los hits de su disco reciente, como "Dileando con un alma" y "Rehén"; los de su pasado inmediato, como "Influencia", "I´m Not In Love" y "Me tiré por vos", y su caudal de la profusa antología grande del rock argentino, es decir, "Desarma y sangra", "Pasajera en trance", "Funky", "Seminare", "Yendo de la cama al living" y otras piezas que cobran un valor imperecedero por su contenido artístico y por el valor agregado que tienen para aquellos que las asocian a una porción de sus vidas.
Sobre una pared blanca, donde se habían proyectado imágenes de lo que será la Ciudad Cultural, llega el recuerdo de María Gabriela Epumer. La guitarrista, fallecida en 2003 y definida por García como la primera aliada de Say No More, tuvo un merecido homenaje mientras la banda tocaba "Chipi chipi". Luego, un descanso, el regreso de Charly, guitarra en mano y poseído por los riffs de Hendrix, y otra andanada de clásicos para cerrar un show redondo, casi perfecto. En esta noche, el músico huele a espíritu adolescente. Podrá llevar un atuendo árabe, incorporar una sección de cuerdas o dar vida a cualquier otro antojo, lo cierto es que sus recuerdos -o canciones- siguen siendo un valor tan preciado por tantos que están dispuestos a sobrevivir, incluso, a los avatares a los que los expone su autor.






