Deep Purple: potentes como siempre, Whoosh! prueba que no envejecen
Para sus fans más recalcitrantes, Deep Purple no es lo mismo sin Jon Lord, tecladista fallecido en 2012, y mucho menos sin Ritchie Blackmore, el extraordinario guitarrista que fue protagonista de la era dorada de la banda inglesa en los primeros 70 –la época de grandes discos como Fireball, Machine Head y Burn– y que entró y salió del proyecto hasta que sus diferencias personales con Ian Gillan se hicieron definitivamente irreconciliables.
Sin embargo, este Deep Purple añejado que conserva a tres de los integrantes de su formación más popular –Gillan, Ian Paice, Roger Glover, todos de más de 70 años– suena sólido y convincente, afirmado en el camino del hard rock clásico y con un horizonte claro en Whoosh!: no hay nada sorpresivo en el disco, pero sí se nota la eficacia indiscutible de una banda con mucha experiencia, consolidada y cero dubitativa que un productor con la sabiduría de Bob Ezrin (Alice Cooper, Kiss, Pink Floyd, Lou Reed) sabe cómo ajustar.
De los "nuevos" –Steve Morse en guitarra y Don Airey en teclados– se luce especialmente el reemplazante de Lord (chequear "Nothing at All" y "No Need to Shout"), explotando todas las posibilidades del Hammond y dialogando con mucha fluidez con una viola menos pirotécnica que la de Blackmore.
Airey también tiene un gran protagonismo en "The Power of the Moon", una de las canciones más místicas y sugerentes de un álbum que revela en algunas de sus letras las preocupaciones de Gillan por el medio ambiente, y en la nueva versión de "And the Address", el instrumental que abre el primer disco de la banda (Shades of Deep Purple, de 1968), recuperado como evidente homenaje a sus dos autores, los ausentes Lord y Blackmore.
El New Musical Express británico encontró una definición ocurrente para Whoosh!: es el disco perfecto para poner en auto cuando quedás atrapado en un embotellamiento de alguna autopista. No es un comentario musical académico, pero da una idea acabada del espíritu energético y por momentos catártico de este nuevo trabajo de Purple que también tiene sus pinceladas de atrevimiento: es el caso de "What the What", un rockabilly hecho y derecho traducido al lenguaje a esta altura tan identificable del grupo, y de "Man Alive", tema con una saludable variedad de climas. "The Long Way Round", en cambio, apela a los recursos conocidos del Purple más pesado y trepidante, pero readaptado a las posibilidades de Gillan en la actualidad, que de todos modos no son pocas: su voz, aun con menos potencia que aquella que cautivó hace cincuenta años, sigue siendo singular y cargada de matices. "No Need to Shout", por su parte, cumple la función de señalar la estirpe inconfundible de una banda que cincela los últimos retoques de su propia mitología y se planta como oportuno recordatorio de las fuentes de inspiración decisivas para Guns N 'Roses.
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