
El amor, la Divina Comedia y una ópera olvidada
En aquellos años en que Buenos Aires parecía quedar a la vuelta de la esquina para las compañías italianas de ópera, la Francesca da Rimini de Riccardo Zandonai, estrenada hace un siglo exacto en el teatro Regio de Turín (febrero de 1914), era aplaudida por los porteños en el Colón, pocos meses después, en 1915. Era la primera vez que un título de Zandonai llegaba al Río de la Plata, antes de que hicieran su entrada Giulietta e Romeo (1922), Cavalieri di Ekebú (1925) y Conchita (1939). Pero mientras estas tres últimas figuraron en una única temporada de nuestra sala de la calle Libertad, Francesca retornó en otros años, hasta su última versión en Buenos Aires, en la temporada del 2000. Sin embargo, esta última ya era tardía para nuestro medio. Una sobreviviente. Hoy el autor y su obra han entrado, en los grandes teatros del mundo en general, en un casi total desinterés.
Es cierto que no es ésta la única ópera que recoge la trágica historia de estos inmortales amantes, condenados en el canto V de la Divina Comedia de Dante a vagar eternamente, sin descanso, por el pecado, justamente, de haberse amado. Se trata de uno de los temas más caros al Romanticismo, como lo testimonian las muchas versiones poéticas, teatrales, musicales y pictóricas que la han acogido hasta el siglo XX.
Es justificable entonces que tantos músicos la hayan preferido como tema para sus obras. Muchas óperas, sobre todo, aunque hoy casi olvidadas. Entre varias otras se encuentran las de Ambroise Thomas (estrenada en 1882), la de Rachmaninov (1906) y la de Luigi Mancinelli (1907), esta última con el título de Paolo e Francesca. Pero entre las más exitosas se encuentra la ya citada de Riccardo Zandonai, con libreto de Tito Ricordi concertado sobre la famosa tragedia de Gabriele D'Annunzio, representada en 1901 por Eleonora Duse.
También están las evocaciones sinfónicas, como la de Chaikovsky, entre muchas otras, ya se trate de poemas sinfónicos y músicas para la escena, como la de Gabriel Pierné.
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Riccardo Zandonai, ubicado entre los operistas del período pos-verdiano, ha sido encumbrado por haber insistido en ese resuelto sinfonismo que enriqueció el mundo de la ópera. El compositor y literato Renzo Rossellini opina que este sinfonismo del teatro de Zandonai se diferencia de aquel de marca germánica, del straussiano por ejemplo, por el hecho de que el canto busca permanecer protagonista de la ópera, sin sacrificar a la palabra la libertad de inventiva y melódica. En tal sentido lo considera un verdadero heredero de Verdi.
En la cultura musical italiana se valora a su Francesca da Rimini como su más alto capolavoro. En los personajes de esta ópera, en sus pasiones, en su poesía, en el clima literario de la tragedia, parece haber encontrado lo mejor de su propio temperamento, de sus aspiraciones y de sus verdaderos gustos. Por eso, si este autor se dedicó asimismo, con delectación, a crear obras sinfónicas, como el ciclo Primavera in Val di Sole y Autunno tra i monti, el Concerto romanticopara violín y orquesta o páginas corales y líricas de cámara, el nombre de Riccardo Zandonai, que nació en 1883 y murió en Pesaro en 1944, es evocado como parte decisiva de un período fértil y feliz del teatro musical italiano, con su ahora centenaria Francesca a la cabeza.







