Historia de un cantor que fue luchador
"¿Te enteraste de que falleció Roberto, el del Bar? -dice apesadumbrado Ariel Ardit-. Yo igual le llevé mi primer disco dedicado el día del velatorio. Es que en el Bar de Roberto empezó todo, allí me animé a cantar tangos y aprendí todo lo que sé."
La primera vez que los músicos de El Arranque lo escucharon cantar en una noche de 1999 en el Bar de Roberto lo invitaron inmediatamente a sumarse a su orquesta. Ariel Ardit tenía un estilo sutil y sin estridencias, con un perfil evocativo que les recordaba a los cantores de los cuarenta y una sonrisa que enseguida le valió el mote de Gardelito. Había pasado de cantar folklore y boleros en los asados familiares a entretenerse con la lucha de catch junto a Mr. Moto, y luego de varias derivaciones laborales desembocó en las lecciones de canto lírico y en las madrugadas tangueras con Osvaldo Peredo. "Osvaldo y Medina [hijo] se entusiasmaron conmigo y me llevaban a cantar a los cumpleaños. Yo apenas me sabía tres tangos: «Soledad», «Cuando tú no estás» y «Mi bandoneón y yo», que había escuchado de un cassette de Rubén Juárez que tenía mi papá. Ahora soy un fanático mal del tango."
Pasaron diez años y el cantor, de origen cordobés, que grabó cuatro discos con El Arranque, viajó por el mundo y se transformó en uno de los referentes de su generación; lanzó su primer disco solista, llamado "Doble A" (un juego de palabras con sus iniciales y la reconocida marca de fueyes), que presentará el sábado, a las 21.30, en La Trastienda junto al guitarrista Jorge Giuliano y Ariel Argañaraz. "Esto es como volver a las fuentes de donde surgí. Yo empecé cantando, acompañado de una guitarra; todo lo que vino después con El Arranque fue algo que nunca imaginé. Sin embargo, no considero que mi estilo cambie por cantar con una guitarra o una orquesta atrás, lo importante para mí es como expresar el tango sin estridencias -asegura el joven intérprete-. Soy un cantor que incluso podría decirse que va a menos desde lo vocal, pero que prefiere sugerir con la voz. La interpretación tiene que generar una complicidad con el que escucha. Es como una pregunta que el público completa." Ardit se define en su modo de cantar. Su fraseo íntimo y su expresividad lograron reflotar, en pleno siglo XXI, una vieja costumbre de los cuarenta: todo cantor que se precie debía meter un golazo con una orquesta. Ardit, con la joven agrupación El Arranque, logró ese impacto gracias a "Mariposita", que emocionó al mismísimo Wynton Marsalis. "Pasar por la orquesta me dio un poco de orden; aprendí a no abusar del vibrato ni de las estridencias vocales y fijarme en un estilo de cantor como el de Marino, Podestá, Berón, Campos y Floreal Ruiz. Pero tengo en claro que ellos hicieron algo único y no copiaban a nadie, porque ellos empezaron todo. ¿A quién iba a copiar Floreal Ruiz? Igual, creo que nuestra generación no tiene fantasmas de ese pasado."
Ya sin responder a la típica que lo hizo conocido en el ambiente, el cantor se corta solo con un repertorio que parece hecho a su medida: "Así es Ninón", "NP (No Place)", y "Mal herido", entre otras perlas perdidas del tango. "Busco grabaciones con versiones que no conoce nadie o cantores olvidados del tango. ¿Cómo puede ser que un tango como «Mal herido» tenga una sola versión de Cárdenas con Troilo? Me gustan esos tangos que el viejo aficionado conoce, pero ya no canta nadie, y que para los jóvenes son estrenos porque no están en los repertorios, como pasa también con «Viejo baldío»", cuenta el cantante.
La selección de ese puñado de gemas, entroncadas con algunas piezas nuevas, es la carta de triunfo de su propuesta. "Para un intérprete, tener un buen repertorio marca la diferencia. Es la carta más valiosa que tengo. Posiblemente no sea lo más comercial, pero me quise jugar con temas que son atemporales y pueden pasar hoy como, por ejemplo, «No Place», que habla de los burreros, pero con una historia de amor atrás. Son pocos los que cantan estos tangos", sostiene Ardit.
Pero antes de su historia tanguera que lo transformó en un personaje del ambiente, Ardit ostenta todo un prontuario de buscavidas. Trabajó en una casa de fotografía; fue fiambrero, parrillero, mozo y repositor en un supermercado. Todavía no se perfilaba como cantor. "Era afinado y en mi casa lo sabían, pero nadie se imaginaba que podía dedicarme a esto porque hacía mil cosas distintas. Mi viejo cantaba y todos sus amigos eran músicos. Mi vieja también hacía folklore y en medio de todo eso yo no sabía qué hacer."
Lo único con lo que soñaba Ardit era con convertirse en un héroe del catch. "En la secundaria, antes que me rajaran, llegó un chico a la escuela que era hijo de Mr. Moto. Para mí, era un ídolo desde los 8 años, así que me hice amigo del chico y empecé a ir al gimnasio donde ensayaba su compañía, que se llamaba «Los colosos de la lucha». Después, terminé luchando con el personaje del Joven Fama. También hacía de la Araña. Cuando terminaba la lucha, le tiraba mi red al contrincante y caía sobre él haciendo un puente para atrás. Era muy divertido."
Pasada la aventura, que duró de los 16 a los 19 años, comenzó otra búsqueda, y ahí se encontró con el tango frente a frente. Desde ese momento, lo único que le interesa es dejar su marca en el género sin alardes. "No estoy buscando la modernidad en el tango. Soy un cantor modelo 2006 que busca la esencia del género y quiere llegar a los pibes de 20".
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