El cantautor conoció al padre de la música argentina en París y se ganó su confianza. Además, el Chaqueño Palavecino, Litto Nebbia y Mariana Baraj recuerdan a Don Ata
Para Jairo, el Chaqueño Palavecino y Mariana Baraj, Atahualpa Yupanqui fue el gran embajador del folclore argentino en el mundo, y Litto Nebbia relata un encuentro que tuvo con él en 1985; conocé lo que Don Ata representa para sus amigos y admiradores.
Jairo
A Yupanqui lo conocí muy bien en París, donde los dos vivimos en los 60. Me acuerdo de que un día me esperó a la salida del Teatro Olimpia, donde yo estaba actuando, y me invitó a tomar un café. Era un tipo solitario, pero si lograbas ganar su confianza, te dabas cuenta de que tenía un gran sentido del humor; cada cosa que decía era para anotarla. Después nos terminamos haciendo bastante amigos: comíamos juntos o venía a casa a ver tenis, que le gustaba mucho. Era un tipo sabio, que tocaba la guitarra de una forma muy particular, poco ortodoxa, y que aportó mucho con su poesía, que era realmente muy elevada. Además, fue muy jugado a nivel político y social, muy consecuente con sus ideas. Yo creo que es el Gardel del folclore del interior, el mejor exponente de las grandes extensiones de tierra, de la montaña, del silencio tremendo del que tanto habló y que tanto quería. Sin dudas, “Piedra y camino” es una de las canciones más hermosas de la música argentina.
Chaqueño Palavecino
Atahualpa ha sido un antes y un después para el folclore argentino, alguien que por estar en el exilio llevó la música de nuestro país al mundo entero. Un hombre que hizo las cosas justas, con la cadencia y la métrica, con la poesía y la pluma, y con su gran sentido de la melodía, que parecía tan sencillo pero en realidad era tan difícil. Eso es Atahualpa, que además sigue presente en todos nosotros. El año pasado hice un disco en homenaje a él, De criollo a criollo, con mi estilo, y el bagaje cancionero que nos legó no me va a dejar de sorprender nunca. Es muy fuerte. Ojalá todos los músicos veamos la forma de agarrar algo de su obra y recrearla, para que la escuchen los que vienen atrás y para que todos sepan quién fue Atahualpa. Porque acá nos olvidamos pronto de todo, pero a Atahualpa se lo sigue extrañando. Es un hombre que va a perdurar por siempre en la historia.
Litto Nebbia
El primer detalle histórico afectivo que tengo sobre Atahualpa es que, durante épocas de juventud y bohemia, vivía con mi padre, Félix, en una pensión del barrio de Pichincha, en Rosario. Según me contaron mis padres, muchas veces mi padre y él compartían algo de fiambre y unos mates. Era costumbre de la época que muchos artistas eligieran un seudónimo artístico para presentarse en vivo y grabar discos. Mi padre usaba el de Félix Ocampo como cantor melódico. A Héctor Chavero su nombre no le sonaba con fuerza, así que juntos comenzaron a buscar algo distinto en un diccionario. Mi padre recordó el nombre de un mitológico cacique, y de ahí surgió Don Atahualpa Yupanqui. En 1985, me encontré con Yupanqui con motivo de la entrega de los Premios Konex. Me senté junto a él para una foto que nos tomaron. Yo era incapaz de recordarle semejante anécdota, debido a mi timidez, pero él sabía que yo era hijo de Félix. De pronto, siempre mirando hacia adelante, dijo: “Tu padre era muy buen hombre, siempre andaba preocupado por la violencia en el mundo”. Años más tarde, desde Melopea tuve la suerte de producirle dos álbumes inéditos, registrados durante su paso por la legendaria Radio Municipal de Buenos Aires, en los 60. Eran grabaciones que atesoraba nuestro amigo Julio Alvarez Vieyra. Para mí, en lo musical, en lo poético e interpretativo, Yupanqui es un faro, al igual que Astor Piazzolla o el gordo Troilo. Creo que la llegada de su obra no tiene límite generacional ni de géneros. Es un arte puro que nos representa, nos dignifica y nos señala un camino.
Mariana Baraj
Su obra tiene una profundidad y una vigencia que lo convierten en un referente. Es uno de los grandes faros de nuestra música. Su trabajo permite diferentes lecturas; por eso existen versiones tan diversas de sus canciones, de artistas tan diferentes entre sí y con búsquedas estéticas tan disímiles. Además, Atahualpa nos dio la posibilidad de llevar nuestra música a lugares lejanos. Ha sido un gran embajador alrededor del mundo, especialmente en Japón, donde ha sido muy bien recibido. Creo que eso fue posible por la manera en la que Yupanqui abordaba su obra, tan conectada con elementos como el silencio, que está muy presente en todo su trabajo.
Palabras recogidas por Claudio Kleiman, Juan Barberis y Gonzalo Bustos.