Kate Bush cumple 60: por qué descubrir a una de las voces más extrañas y fascinantes del rock
Escuchar por primera vez a Kate Bush (Bexleyheath, 1958), en tiempo real, pudo haber constituido una experiencia estética inusual. Hasta los años 70, a las cantantes femeninas les tocaba un repertorio signado por el amor perdido y encontrado, la protesta social y el grito de guerra contra el establishment. Sin embargo, en "Wuthering Heights", tema de difusión de su primer disco (The Kick Inside, de 1978), Catherine Bush interpretaba a Catherine Earnshaw, atormentada protagonista de Cumbres borrascosas, la novela de Emily Brontë, que se aparecía como un fantasma para interpelar a Heathcliff y que (en el video de promoción) bailaba como si fuera una fuerza más de la naturaleza ¿Quién era esa cantante que, sin despegarse de los recursos del rock progresivo, la música disco y el folk, hacía definitivamente algo nuevo en los años de apogeo del punk?
El mito de la carrera artística de Bush, que acaba de cumplir 60 años –el 30 de julio, como Emily Brontë–, establece que fue "descubierta" por el músico David Gilmour cuando tenía apenas dieciséis años. El guitarrista de Pink Floyd convenció a los ejecutivos de EMI para que invirtieran en Bush: mientras ella terminaba sus estudios secundarios, la compañía pagaría los estudios de canto, piano, actuación y baile, estos últimos a cargo de Lindsay Kemp. Gilmour y Bush son amigos desde la juventud y el guitarrista y compositor participó en varias obras cumbre de la artista.
Desde aquella canción de 1978 que condensaba el espíritu rebelde y decadente de la novela bronteana hasta sus álbumes concebidos como suites, con temas pop y series de canciones atravesadas por historias (casi siempre protagonizadas por personajes femeninos), la ambición caracteriza las creaciones de Kate Bush. Caso único en la historia de la música británica hasta el momento de su aparición, ella misma es compositora, intérprete, productora, arregladora y multiinstrumentista.
Incluso la pausa que se tomó luego de The Red Shoes (1993), en el que colaboraron Prince y Michael Nyman, y que ella misma consideró un álbum fallido, fue desmesurada. Aerial, el gran retorno de la artista con un álbum doble, se editó doce años después. Bush rectificó en ese entonces declaraciones de la discográfica sobre su aislamiento: afirmó que había cuidado a su hijo, Bertie, al que le dedica una canción en Aerial, y que nunca había querido perder el control creativo de su trabajo.
Antes de eso, Bush ya se había convertido en una de las artistas inglesas más exitosas, convocadas y excéntricas. Anfibia en la industria de la música pop y del arte sonoro, retirada de la vida pública, cultora de la danza moderna, el videoarte y los préstamos entre música y literatura, Bush se consagró en los años ochenta con Hounds of Love, uno de los mejores discos del siglo XX según la crítica y el gusto de cualquier oyente con sensibilidad. El acoplamiento de la voz de Bush, que podía emular los alaridos de una banshee e ingenuos tonos melódicos, con una profusión orquestal humana y electrónica de carácter masivo encuentra en su quinta producción un equilibrio perfecto. Los que habían criticado el eclecticismo de la cantante cambiaron de opinión y se rindieron ante ella, que desde ese momento se convirtió en una artista de culto.
Las extravagantes canciones de los primeros cuatro discos de Bush, asociadas con la imaginería medieval, James Joyce y los efectos de un uso loco de la tecnología, prenuncian las experimentaciones de Björk, Tricky, Fiona Apple y Julia Holter. Al tanto de las posibilidades de la voz en la música contemporánea, Bush abrió para el pop y el rock una senda hasta entonces inexplorada. En los últimos trabajos, su manera de cantar imita el gorjeo de las aves (en algunas canciones, parece entrar en diálogo con búhos, mirlos y ruiseñores), crea sus propios sonidos intangibles, como el del viento entre los árboles o el de los copos de nieve que rebotan en los techos, y mezcla ritmos de diferentes procedencias para arribar a una especie de cúspide sonora de la que al final emerge, casi siempre, una voz de niña-mujer maravillada y perpleja.
En su trayectoria, repleta de récords para una artista femenina, hizo solo dos giras, separadas una de otra por más de treinta y cinco años. Con Before the Dawn, en 2014, ideó un espectáculo que combinaba varias de sus aficiones: el mimo, la danza, el cine y la performance concebida como vehículo de un misticismo tan etéreo como contemporáneo. Las localidades se agotaron en pocos días y, dos años después, Bush dio a conocer un set de tres discos con las grabaciones de ese espectáculo en el que participaron artistas tan diversos como Mino Cinelu, James Drew y el novelista inglés David Mitchell, que declaró que Kate Bush era su héroe favorito. "Puede ser cómica, siniestra, pastoril, elevada, grandiosa e íntima; es una de las grandes artistas inglesas, con algo de sangre irlandesa", escribió para The Guardian el autor de El atlas de las nubes y El bosque del cisne negro.
Cinco discos de Kate Bush
The Kick Inside (1978)
Kate Bush tenía 19 años cuando se editó este álbum, que contiene uno de los hits del siglo pasado: "Wuthering Heights", inspirada en la novela homónima de Emily Brontë. El primer tema del disco, "Moving", está dedicado a su maestro de danza, Lindsay Kemp. En otras canciones, Bush aborda la sexualidad femenina sin eufemismos.
Never for Ever (1980)
Con una variedad musical mayor que la de sus dos discos anteriores, en esta obra Bush abandona el piano y compone sobre la base de cajas de ritmo y sintetizadores (a los que nunca más abandonará). Sus canciones se inspiran tanto en una novela corta de Henry James como en un film de François Truffaut. De este disco proviene el clásico "Babooshka".
Hounds of Love (1985)
Obra maestra de la artista inglesa, el álbum se divide en dos partes. En la primera figuran éxitos como "Running Up That Hill" y "The Big Sky", con marciales fondos épicos, y en la segunda parte, "The Ninth Wave", donde se narra la historia de un personaje femenino en medio del océano. Esta obra aparece en todas las listas de los mejores discos del siglo XX y parece haber sido creada para ilustrar el concepto de "art rock".
Aerial (2005)
El retorno de Bush luego de doce años de silencio creativo. Es un álbum doble, que reúne canciones pop de sesgo íntimo y, en "Sky of Honey", otras que narran las aventuras de una persona en un día de verano, desde la mañana hasta el atardecer. Bush explora en este álbum sonidos del flamenco, la música del Renacimiento, el reggae y el recitado o spoken word.
50 Words of Snow (2011)
Pese a que contiene solo siete canciones, el álbum dura una hora y fue considerado una obra de hechicería musical de Bush, en la que se conjuran los temores asociados a los mundos extraños. En el tema que da nombre al disco, ella y el actor Stephen Fry recitan cincuenta maneras de designar la nieve. Bush declaró que había sido influida por el "jazz místico" a la hora de componer la música de esta obra, la anteúltima en su carrera hasta hoy.
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