La payasa que provoca risas de felicidad
Con maestría, Cuentos animados combina la actuación de Daniela Fiorentino con dibujos animados en vivo y narraciones movilizantes
Cuentos animados . Dramaturgia: Marcela Rapallo y Wendy Betancourt. Música: Diego Morón y Marina Rapallo. Dibujo Animado en vivo: Marcela Rapallo. Intérprete: Daniela Fiorentino. Dirección: Sebastián Polito. Teatro Pan y Arte, Boedo 876, domingos, a las 17. $ 18.
Nuestra opinión: muy buena
Muchos de los grandes montajes escénicos ofrecidos a la platea infantil a partir de historias y personajes conocidos a través de la televisión apelan a recursos tecnológicos para generar la ilusión de que se sigue frente a la pantalla y para atrapar la atención con efectos espectaculares. Queda, en general, relegado al teatro independiente la búsqueda de tramas originales y el énfasis puesto en la interpretación actoral.
Cuentos animados , un espectáculo pequeño -por su producción, por el espacio en que se presenta, por ser un unipersonal- rompe sin embargo esa dicotomía de un modo sorprendente, al utilizar la tecnología multimedia para enriquecer la calidez del personaje protagonista, para regalarle al espectador una inmersión cercana, casi palpable en mundos de fantasía narrativa.
Una clown despliega a partir de un viejo libro de cuentos y dibujos infantiles las historias que se hilvanan sobre imágenes proyectadas, prefiguradas unas, dibujadas las otras en vivo con lápiz óptico, que interactúan con la actriz, completan sus palabras, extienden su gestualidad o bien marcan un contrapunto teatral a su personaje.
La larga cabellera de Margarita, desparramada a lo largo de varias cuadras, el viaje al bosque encantado de otra niña que no sabe compartir, la abulia de un sapo, el espíritu danzante de las letras, la presencia irreverente de la plapla, esa letra única que sólo se define por sí misma, inventada por María Elena Walsh; en todas las escenas se amalgama la narradora con lo narrado.
Daniela Fiorentino, con su nariz de payasa sumada a cierta reminiscencia de Antoine de Saint-Exupéry, entra y sale con ductilidad del trazo del lápiz óptico, manejado con maestría por Marcela Rapallo. Las imágenes tienen una singular calidad artística pero, a su vez, una teatralidad onírica, que enlaza las características de la narración, es más, de la lectura personal, con la dinámica de la representación escénica.
La obra moviliza así en los pequeños -y no tan pequeños- espectadores una alegría emotiva, que emerge como la risa cercana a la felicidad, más que en respuesta al gag estentóreo. Todo parece sencillo, pero a partir de su resolución lograda, de una simplicidad que es producto de un proceso de creación intenso, no de la carencia del mismo.
El recurso tecnológico se transforma de este modo en una herramienta artística. Y el viaje animado por las estaciones de las narraciones se convierte así en una experiencia inédita y a la vez familiar, porque remite al imaginario de los cuentos en su mismo proceso de gestación.