Las grandes canciones: de la despreocupada seducción de una “garota” al incómodo debut sexual de Rod Stewart
Las historias detrás de ”Garota de Ipanema”, “Both Sides, Now”, “King of Pain”, “Maggie May” y “Bikini a lunares amarillo”, hits del siglo XX que siguen sonando y no dejan de gustar
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Hay canciones que tienen algo mágico que les permite quedarse para siempre en nuestros oídos. Hay otras que permanecen porque tienen algo más para contarnos: las historias que las inspiraron o un “detrás de escena” plagado de curiosidades. En muchos casos, poco o nada de supo acerca de lo que había detrás de un gran éxito hasta que alguien decidió contarlo.
Estas son algunas de esas canciones que más llamaron la atención de los lectores en este 2022, una síntesis de cada una, y en los links, el relato completo por los autores de cada texto.
“Garota de Ipanema”
Es la canción mundialmente más famosa de la música popular del Brasil. ¿Habla de un personaje real? Claro que sí.
Se dice que después de “Yesterday”, la canción más grabada de la historia es “Garota de Ipanema”. Las razones para que una canción sea tan exitosa pertenece al terreno de lo inexplicable. Sin embargo, es posible apreciar los encantos que encierra su historia, su poesía y su música para intentar descifrar el motivo por la que el paso del tiempo la ha convertido en una verdadera leyenda. Hasta puede conocerse a la musa de la canción que inspiró a sus creadores, el compositor Antonio Carlos Jobim y el poeta Vinicius de Moraes.
La historia comienza en el verano de 1962, en el famoso bar Veloso, al que con el tiempo hubo que cambiarle el nombre por el de Garota de Ipanema. Y lo llamaron así porque en una de sus mesas, Vinicius y Jobim compusieron la célebre canción. Por la calle que antes se llamaba Montenegro y ahora se llama Rua Vinicius de Moraes, todos los días pasaba una joven de 17 años de cabello oscuro y ojos verdes rumbo a las playas de Ipanema, y ocasionalmente paraba a comprarle cigarrillos a su madre. Se ve que tanto Jobim como Moraes notaron la manera en que la chica robaba la atención de todos cuando caminaba por allí, completamente hipnotizados con su belleza y su estilo.
La musa inspiradora llevaba nombre y apellido, Helô Pinheiro (o Heloísa Eneida Menezes Paes Pinto) y en pleno año 1963 convirtió a Ipanema en la capital mundial de la bossa nova con sólo pasear su gracia distraídamente por allí. De hecho, la canción nació bajo el nombre de “Menina que passa”, y en principio fue pensada para una comedia musical titulada Dirigível (Dirigible), en la que Vinicius trabajaba aquellos días. El tema recorrió el mundo, incluso, en la voz de Frank Sinatra.
“Both Sides, Now”
Se trata de una de las canciones más bellas de la cantautora canadiense Joni Mitchell.
Roberta Joan Anderson, tal es su verdadero nombre, conoció a Brad MacMath mientras estudiaba arte en la Universidad Alberta, en Calgary, Canadá. Luego de separarse, en 1964, se enteró de que estaba embarazada. Como la propia Mitchell contaría luego, MacMath la abandonó en el ático de una casa sin dinero y en pleno invierno, con otros ocupantes en el lugar, en un momento en el que ella tocaba en pequeños escenarios, buscando su lugar definitivo en la música.
El contexto fue tan abrumador que, al dar a luz a su hija Kelly, decidio darla en adopción. Ambas se reencontrarían en 1997, pero a mediados de los 60 la vida de Mitchell estaba signada por la tristeza de no haber podido criar a su hija. Al no tener contacto con la pequeña, pasó gran parte de su vida escribiendo sobre ella y para ella. “Both Sides, Now” no es la excepción.
En medio de ese duelo, en un club folk de Toronto, Joni conoció al músico Charles Scott “Chuck” Mitchell, con quien se casó a sus 21 años en 1965 para luego partir hacia Detroit. Dos años después, el matrimonio se disolvió y ella, sola con su guitarra, se mudó a Nueva York, donde sus letras más personales fueron gestadas. Ese viaje en avión donde nació “Both Sides, Now” fue tan solo uno de muchos en los que Mitchell aprovechaba para desahogarse en el papel, antes de pisar tierra firme en diferentes estados en los que tocaba para audiencias amantes del folk-rock. En las nubes, Joni se encontraba leyendo Henderson, el rey de la lluvia de Saul Bellow (otra obra signada por el impulso de encontrarle un significado a las cosas), una de sus inspiraciones para el último tema de Clouds, en el que la fragilidad humana es palpable.
Hay una razón por la que Mitchell escribe su tema en dos planos: así cómo habla de lo más bello que la rodeaba, también habla de cómo hay que absorberlo antes de que pase de largo. La vida y la muerte, lo concreto y lo abstracto, lo dulce y amargo, todo reunido en una de las canciones más hermosas de una artista enorme.
El año pasado, el tema volvió a demostrar su vigencia cuando se lo incluyó como hilo conductor de CODA, el film de Sian Heder ganador del Oscar. En una de las escenas más memorables del film, Ruby, el personaje de Emilia Jones, audiciona para ingresar a la prestigiosa Berklee College of Music con el tema de Mitchell, y lo interpreta también en lengua de señas para que sus padres y su hermano -quienes son sordos- puedan procesar la letra de la artista en toda su magnitud. La propia cantautora canadiense se emocionó al ver ese momento y lo dejó plasmado en un tuit en el que festejó la nominación al Oscar de la película de Apple TV+ que, en varios tramos, remarca lo complejo que es interpretar un tema de Joni Mitchell y brinda una posible solución para pasar la prueba: hacerlo con el corazón en la mano y la cabeza en las nubes.
“King Of Pain”
Era 1982, The Police preparaba el repertorio del que sería su último disco de estudio y Sting atravesaba emocionalmente los estertores de su divorcio de la actriz norirlandesa Frances Tomelty. El cantante y bajista se fue a Jamaica a buscar inspiración. Había lineamientos dentro de su cabeza que orientaban al proyecto Synchronicity. Había referencias encontradas en el trabajo de Arthur Koestler, The Roots of Coincidence. A su vez, la obra de este escritor húngaro estaría influida, en parte, por el concepto de sincronicidad de Carl Gustav Jung, aplicado a dos hechos de igual significado que ocurren al mismo tiempo.
Sin embargo, más allá del título del álbum o de los dos temas incluidos en la placa que hacen referencia a esto, algunas de las canciones que más trascendieron (como “Every Breath You Take”) o que resultaron más oscuras, a pesar de llevar melodías rápidamente pegadizas a los oídos (como “King of Pain”) tienen un trasfondo sentimental muy fuerte.
“En ‘King Of Pain’, invoqué símbolos de dolor y los relacioné con mi alma -contó el músico-. Una mancha negra en el sol me pareció una imagen muy dolorosa, y sentí que era mi alma allá arriba en el sol. Es simplemente proyectar tu estado en el mundo del simbolismo, que es de lo que se trata la poesía, en realidad”, dijo apenas se publicó su álbum.
También dio detalles de la situación, del momento en que escribió el tema: “Acababa de dejar a mi primera esposa. Fue una ruptura muy dolorosa: me fui a Jamaica para tratar de recuperarme. Tuve suerte de poder ir a Jamaica, tengo que decir, y me quedé en esta bonita casa y estaba mirando el sol un día. Estaba con Trudie, que ahora es mi esposa actual, y dije: ‘Mira, hoy hay una pequeña mancha negra en el sol’. Se hizo un silencio y luego dije: ‘¿Esa es mi alma allá arriba? Estaba lleno de hipérboles. Volví y lo escribí”.
Maggie May
“En julio de 1961 fuimos con unos amigos al Festival de Jazz de Beaulieu. Yo tenía 16 años y estaba saliendo de mi fase beatnik y empezando a transformarme en mod. Era un período de cambios y de cierta confusión para mí”, recordó Rod Stewart, cuando le preguntaron por su primer gran éxito, Maggie May. “En una canción, siempre hay algo de ficción, está claro, pero se parece mucho a lo que ocurrió, o al menos a lo que yo sentí que ocurrió”.
Stewart y un grupo de amigos se colaron en el festival y usaron la poca plata que tenían para depositarla velozmente en la caja registradora de la carpa de despacho de cerveza. En ese ambiente caldeado por la sed inquebrantable de todos los que lo animaban conoció a una mujer bastante mayor que él -”¿40? ¿50?”, se preguntó- y terminó viviendo con ella una de esas experiencias imborrables: un debut sexual incómodo, forzado, sobre el césped húmedo, cuando empezaba a caer la noche.
Es obvio que la situación ni se acerca al abuso, pero también es sensato suponer que el joven Rod -tenía 16 años- no la pasó del todo bien aquella vez. Diez años más tarde Rod decidió rememorar aquel momento inquietante a través de una canción que se volvería la carta de presentación de un muy buen disco, Every Picture Tells A Story (1971) y también un caballito de batalla de sus conciertos.
“Bikini a lunares amarillo diminuto justo justo”
1946 para Europa y 1984 para la Argentina fueron años de destape, de salir del agujero interior. Para el Viejo Continente significó el primer año completo de la post guerra y para nuestro país el primero post dictadura. A ambos los une un link que puede resultar un tanto antojadizo: la bikini y una banda de chicas.
La prenda pensada como traje de baño en dos piezas para la mujer fue creada por Luis Réard, ingeniero automovilístico y diseñador de ropa que presentó su creación el 5 de julio de 1946 en una pileta pública en París. Para una sociedad que estaba dejando atrás sus años más grises, la aceptación de la bikini no fue de un día para otro. Su carácter “exhibicionista” le valió miradas de reojo y para cualquier mujer que se animara a usarla representaba un acto de osadía. Por primera vez en la historia, una prenda les permitía mostrar el ombligo en público.
Con el correr del tiempo, la bikini fue estableciéndose en distintas regiones del mundo de manera gradual. Hacia 1960, una canción hizo su aporte para ello: “Itsy Bitsy Teenie Weenie Yellow Polkadot Bikini”, conocida en Argentina como “Bikini a lunares amarillo, diminuto, justo justo”. Compuesto por Paul Vance y Lee Pockriss como una novelty song (una etiqueta acuñada por los directivos de Tin Pan Alley a fines del siglo XIX para designar a las canciones de corte humorístico), el clásico tuvo una gran cantidad de reversiones que bien podrían marcar el derrotero de la bikini a través de las décadas y los países. De hecho, una de las primeras versiones que se conocen fue la de la artista sueca Lill-Babs. Allí, en primera persona relata su timidez a la hora de salir de la tienda de ropa con su nueva compra. En el video, eso sí, se la llega a ver con la bikini dentro de la pileta, el único lugar en el que pudo usarla, ante la mirada de un grupo de hombres.
Durante los 60 y 70, el tema tuvo sus reversiones en todo el mundo y en diferentes idiomas. El toque argentino llegó gracias a Viuda e Hijas de Roque Enroll, en 1984. Con la novedad de ser un grupo formado íntegramente por mujeres (Mavi Díaz en voz, María Gabriela Epumer en guitarra y coros, Claudia Mabel Sinesi en bajo y coros y Claudia Ruffinatti en teclados y coros), las Viudas entraron a estudios Panda entre mayo y junio de ese año a grabar su primer disco sin haber siquiera tocado en vivo. Entre temáticas tabú, pero siempre con tamiz humorístico (el divorcio, la marihuana, el aborto, el acoso callejero y hasta la masturbación adolescente), el disco homónimo de Viuda e Hijas de Roque Enroll llegó a vender 300 mil copias e incluía, claro, uno de sus mayores hits: su versión de “Bikini a lunares amarillo, diminuto, justo, justo”.
Casi 40 años después del lanzamiento de la bikini, ya no era motivo de vergüenza usarla, por lo que la reescritura optó por hacer del depilado el tema central que provocaba la timidez de la protagonista y la moraleja final (“depilate si querés gozar del sol”). Con la sonoridad surf/pop intacta y el tono casi neutro de Mavi Díaz, la letra introduce imágenes que la resignifican y la imponen como documento de época. “Ella quería curtir Playa Bristol”, comienza la versión y describe que la chica en cuestión “llegó a la playa escuchando un walkman”.
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