
Los gitanos porteños
El guitarrista español comenzará esta noche un ciclo
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El ensayo va tomando ritmo. Ya pasaron algunas improvisaciones y una versión rumbeada de "Volver". En un momento, Pipi -el Pipi, le dicen todos- se lanza a bailar. Flamenco, claro. David Amaya, español, gitano y mentor de este encuentro, lo alienta, lo rodea, le hace palmas. Así, prometen, será "Gitanos de Buenos Aires", el espectáculo que presentarán hoy y los próximos dos domingos en El Club del Vino.
David Amaya llegó a Buenos Aires hace varios años huyendo de fantasmas y tentaciones. "Un lugar donde no hubiera lo que me estaba volviendo loco", dice y continúa confesando que los primeros tiempos fueron difíciles, que "andaba como un león enjaulado".
Atrás había dejando pesadillas, pero también una carrera de músico. Sobrino nieto de Carmen Amaya e hijo de la bailaora La Tati y el cantaor Chato de Barcelona, se había abierto su propio camino: formó parte del grupo La Barbería del Sur, que ayudó a renovar el flamenco; produjo el disco "Undebel" de Diego El Cigala y colaboró en "Negra si tú supieras", de Enrique Morente, y le puso música al primer espectáculo de Joaquín Cortés, entre otras cosas.
Aquí, una vez calmada la fiera, y cuando empezó a descubrir una Buenos Aires "que huele a bebe" de tanta madre embarazada que hay, comenzó a trabajar en lo suyo, la guitarra, con Diego Torres, con Marcela Morelo, con Javier Calamaro.
Andando, y como sucede casi siempre en la vida, encontró algo que no andaba buscando. Una historia, o más que eso, algo que, según dice, es casi una observación antropológica.
"Todo el mundo sabe que hay un barrio italiano en Estados Unidos, o un barrio judío aquí, pero no saben que hay un barrio de gitanos ahí en Congreso, que se casan entre ellos y mantienen sus costumbres, y que por más que pasen generaciones siguen siendo gitanos y tocando flamenco. Me sorprendió mucho que no tenían influencias muy modernas, que el flamenco que hacían era como más añejo. Más puro. Los padres vinieron aquí porque son vendedores ambulantes, no vinieron a a hacer flamenco. Venden autos, bisutería. Es increíble."
En verdad, dice, cuando conoció a algunos de los que ahora lo acompañan en este espectáculo pensó que, como él, eran españoles que habían venido a Buenos Aires. La sorpresa fue saber que eran nacidos aquí. "Pipi, por ejemplo, es segunda generación de argentinos y sin embargo habla como si hubiese nacido en España."
De ahí, claro, el nombre del espectáculo en el que participarán Rodrigo González en guitarra, Jeromo Amador en cante, Pipi Manzano en percusión y baile, Alvaro Torres en piano, Daniel López en bajo, Ariel Pérez en percusión y Amaya en guitarra y cante.
"No habrá bailaores -aclara- aunque sí el baile que surja espontáneamente, como ha sucedido recién, en el ensayo. Me parece que preparar una coreografía es un concepto erróneo del flamenco. El Farruco decía, para explicar eso, que hasta un juez es más benévolo con un asesino que mata sin premeditación. Es que, cuando un baile está estudiado, es mentira". También, dice, le quiere quitar dramatismo al flamenco. "Ese rollo de la cara de dolor me parece teatro, es ajeno al flamenco, se hace para vendérselo al turista".
Los tres shows son sólo la primera parte de un proyecto más amplio, más ambicioso que se continuará con la grabación de un disco para Nuevos Medios, un sello español dedicado al flamenco, y aquí se ocupará de poner en las bateas Superchango.
"Será doble, CD y DVD, en el que vamos a contar, a modo de documental, la historia de esta gente con la que me he encontrado en Buenos Aires."
David Amaya habla rápido, se mueve sin parar y ríe con facilidad. Y hasta se ha tomado bastante bien la fisura de muñeca que lo obligó un par de meses atrás a postergar las presentaciones en vivo. Aprovechó el tiempo, dice, para terminar la música para "El buen destino", la película con la que Leonor Benedetto debuta como directora. Pero ahora, todo estará puesto aquí, en Gitanos de Buenos Aires.






