
Magistral noche dedicada a Bach
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Concerto Italiano, ensamble dirigido por Rinaldo Alessandrini. Programa: sinfonías de las Cantatas Nº 174, Nº 52 y Nº 106 y Conciertos Brandemburgueses Nº 5, Nº 4 y Nº 2, de Bach, presentados sucesiva y alternadamente. Abono de Nuova Harmonia. Teatro Colón.
Nuestra opinión: excelente
Ante este cronista, György Sandor, cuando vino el año pasado, refutó las supuestas ventajas que él tendría, como pianista húngaro, para interpretar la música de Bartók. "Es música universal, no regional", afirmó. Se esté de acuerdo o no con esta afirmación, Sandor alegaba esto sobre la licitud que todos los intérpretes tienen para enfrentar cualquier repertorio. Sin embargo, en el caso específico de este concierto todo bachiano, los italianos pueden invocar una vinculación inequívoca con esta producción. Más allá de sus raíces alemanas y luteranas, Bach estudió pacientemente la música instrumental que venía de la Península y sobre los conciertos de Vivaldi, como principio básico y esencial, elaboró su propia trayectoria concertante. Por lo tanto, por una u otra razón, había sobrados motivos para estar expectantes por la presentación de un recital a puro Bach a cargo de un renombradísimo ensamble historicista italiano.
Pero además, y aun antes de emitir el primer sonido, Rinaldo Alessandrini ya había dado un golpe maestro para despertar la admiración. Los Conciertos Brandemburgueses son seis y en el programa sólo figuraban tres de ellos. Alternadamente, también aparecían tres sinfonías - el término italiano para designar las oberturas - de tres cantatas diferentes, cada una de ellas basada en algún movimiento de los tres conciertos faltantes. Limitándose al tiempo habitual de un concierto en dos partes y con conocimiento profundo del material, Alessandrini se las ingenió para presentar el ciclo completo de los Brandemburgueses. Es de suponer que no todos advirtieron este hecho porque, lamentablemente, en el programa de mano nada de esto fue consignado y la presencia de las tres sinfonías puede haber parecido un capricho incomprensible por parte de Alessandrini.
Sin ortodoxia
En la entrevista que el director tuvo con LA NACION el pasado jueves, podía suponerse alguna actitud historicista a ultranza. Con todo, ningún dogmatismo se observa dentro del orgánico del conjunto. Hay violines con mentonera y otros sin ella; algunos músicos utilizan el conocido adminículo para apoyar el instrumento sobre el hombro con mayor solidez y otros, no; hay arcos modernos y arcos antiguos, con diferentes curvaturas y según quién sea el instrumentista, la posición del brazo derecho se ajusta a la vetusta e incómoda usanza de tenerlo casi adosado al cuerpo, en tanto que otros favorecen el movimiento del arco desplegando el brazo con mayor libertad. Eso sí: de unos y otros, o de todos y de cada uno, salen maravillas para conformar un sonido general estupendo.
El único reparo entre tanto balance y tanta conjunción de criterio artístico es, paradójicamente, o quizá no tanto, la "ausencia" del clave que toca el propio Alessandrini. Totalmente deglutido y anulado por el tutti y hasta por los solistas de ocasión, únicamente se lo pudo percibir, y apenas como un susurro, en los momentos cadenciales del Brandemburgués Nº 2, cuando quedó en soledad. Y en esta obra en particular, para la cual el Colón quedó enormísimo, el papel del clave es fundamental. Sus dos compañeros en las tareas solísticas, la flauta travesera y el violín, elaboraron dúos exquisitos que, en realidad, son tríos. Por lo demás, llamó la atención que en la ejecución de la amplísima cadencia del primer movimiento, una toccata en sí misma, Alessandrini utilizara cambios de tempo, algunos arpegiados y hasta ciertos amaneramientos en los fraseos, por lo general, conductas interpretativas que no son habituales en las interpretaciones historicistas.
Repasando cronológicamente cada una de las obras del programa, habría que recordar el ajuste exacto, rústico y bello a la vez, de la Sinfonía de la Cantata Nº 104, en realidad, el primer movimiento del Brandemburgués Nº 3 ampliado en su instrumental, por ejemplo, con dos trompas de caza, muy bien manejadas a pesar de su consabida casi ingobernabilidad. Luego fue el momento del ya comentado segundo brandemburgués y la primera parte se cerró con la sinfonía de la Cantata Nº 52 o, lo que es lo mismo, el movimiento inicial del Brandemburgués Nº 1.
El arranque de la segunda parte fue con el Nº 4 del ciclo, con un concertino integrado por dos flautas de pico y un brillantísimo violín a cargo de Antonio de Secondi. Siguió, de brevedad extrema, la sinfonía de la Cantata Nº 106, emparentada con el movimiento lento del sexto brandemburgués. El final, espléndido, aconteció con el segundo de la colección y una inteligente disposición escénica: en el centro estaban Alessandrini, siempre de espaldas al público, y los instrumentos del continuo, un violón y un chelo barroco, y a ambos lados el concertino de violín, flauta, oboe y trompeta, y el ripieno de apenas dos violines y viola. Fuera de programa, demasiado escaso, el Concerto Italiano tocó una versión acortada del Minué del Concierto Brandemburgués Nº 1. Una gloria, aunque con sabor a poco.
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