Murió Brian Wilson, el genio de los Beach Boys que obligó a los Beatles a esmerarse para superar a los californianos
Tenía 82 años y ya estaba en la historia del rock como uno de los grandes hacedores de canciones; en exclusiva, el poema que escribió Pedro Aznar para despedirlo
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Brian Wilson murió este miércoles 11 de junio, a los 82 años, pero su obra, su legado y las miles de historias que dejó (las verídicas y las otras) se mantendrán por siempre en este plano.
“Nos rompe el corazón anunciar que nuestro amado padre Brian Wilson ha fallecido. Nos hemos quedado sin palabras en estos momentos. Por favor respeten nuestra privacidad en este momento, mientras nuestra familia se encuentra de duelo. Nos damos cuenta de que estamos compartiendo nuestro dolor con el mundo. Amor y misericordia”. Con estas palabras, su familia anunció este mediodía la muerte del genio creador de The Beach Boys, la banda que primero pintó el imaginario surfer californiano y luego se adentró en otros sonidose, en aguas más turbulentas. Las causas de su deceso no fueron comunicadas.
La despedida de Pedro Aznar
A pedido de LA NACION, Pedro Aznar, uno de sus grandes admiradores y autor de una excelsa versión en castellano del tema de Wilson “God Only Knows” (“Solo Dios sabe”), escribió en forma de poema una sentida despedida que reproducimos a continuación:
A Brian Wilson, en el día de su viaje final
Buscando la canción que dé la exacta
nota del alma
sin intermediarios, sin oficiante del ritual
con apenas doce tonos para balbucear
el idioma justo
que abra la puerta secreta.
Buscándola partiste hacia una tierra perturbada
donde los diablos se empecinan
y obsesionan con morboso gusto
a los que desafían al Creador.
Tu creación llegó hasta esa orilla donde hombres y ángeles
se juntan a cantar
ante el jardín de pesadillas y delicias.
Buscándote nos encontraste a todos
Dijiste una palabra universal
Desde tu juventud, desde tu santa inocencia
y tu ambición de manos abiertas
nos diste alas.
Un gracias eléctrico y zumbante
navegante de los mares imposibles.
Hasta la próxima sonrisa.
Tres hermanos y un primo
Era el último de los hermanos Wilson con vida. Dennis murió en 1983, ahogado en aguas angelinas, a los 39 años y Carl en 1998, de un cáncer de pulmón. Ellos y el primo Mike Love fueron la base de las primeras formaciones de The Beach Boys, junto a Al Jardine (guitarra y voz) y Bruce Johnston.
“Toda mi vida dependía del éxito de The Beach Boys y me afectaba lo que pensaba la gente”, se lo escucha decir a Brian Wilson en el documental sobre la banda que hace un año estrenó Disney+. Los miedos, la incertidumbre, la inseguridad y, sobre todas las cosas, la compleja relación con su padre, manager de la banda durante años, erosionaron la mente del artista. Las drogas que aparecerían en el camino no harían más que acelerar ese proceso y dejarlo fuera del juego por décadas.
Como Lennon, como McCartney, como Jagger, como Richards, Brian Wilson vino al mundo durante la Segunda Guerra Mundial, el 20 de junio de 1942. A los 16 años recibió un regalo de sus padres que no hizo más que despertar definitivamente la vocación que había nacido con él. Se trató de un magnetófono de bobina abierta con el que empezó a registrar su voz y la de los miembros de la familia.
Cosas de familia
“El éxito se dio porque éramos una familia”, dijeron los hermanos en muchas ocasiones para dar una respuesta rápida a cómo esas armonías vocales, esas historias de amores idílicos que acontecían bajo el sol cálido de California y estaban protagonizadas por bellos cuerpos jóvenes, conquistaban primero a las audiencias de Estados Unidos y después al mundo entero. Pero la respuesta “porque éramos familia” también sirve para explicar los infiernos que vivieron puertas adentro: el trato abusivo de papá Murry, el trágico final de Dennis y las diferencias económicas, principalmente entre los Wilson y Mike Love, quien luchó por años por el reconocimiento legal de lo que era suyo: la coautoría de muchas de las canciones de los Beach Boys que le había sido negada en un comienzo, cuando Murry Wilson había registrado los temas.
En el comienzo, en Hawthorne, Los Ángeles, Brian Wilson ni soñaba con un futuro como artista. “Había dos cosas que yo quería ser: psicólogo y beisbolista, pero la música no estuvo entre mis primeros objetivos”, contaba. Pero en la casa familiar, papá Murry y mamá Audree se dedicaban horas y horas a escuchar viejas canciones.
Murry había probado sin mucha suerte dedicarse a la música con un álbum de R&B que pasó inadvertido. Ella “era música, ella tocaba y mi papá escribía”, acotaba Brian Wilson décadas atrás, en un registro fílmico incluido en el documental de Disney+, The Beach Boys.
En ese trío de hermanos los dos más compinches eran Dennis y Carl. Brian era el retraído, el que vivía en sus pensamientos. La música que se escuchaba en el hogar familiar inspiró a los Wilson a armar la banda, en especial la de los cuartetos y quintetos vocales masculinos de los años 40 y 50, como The Four Freshmen. Estos, combinados por la pasión que tenían por la música surf de The Ventures, Dick Dale y The Marketss se convertiría en la esencia de la banda. Pero hubo una corta prehistoria que se llamó The Pendletons (nombre de unas camisas a cuadros muy de moda en la California de fines de los 50). Con este nombre grabaron su primera canción, “Surfin’”, lanzada por el sello Candix en 1961 como single, con “Luau” en el lado B.
La historia cuenta que a los directivos de la discográfica no les cerraba el nombre Pendletons. También dice que uno de ellos había alertado sobre el parecido fonético con otros grupos del momento. Lo cierto es que cuando se imprimieron los singles en la etiqueta decía The Beach Boys. Lo que pudo haber siso una sugerencia para cambiar el nombre terminó siendo una imposición. Y un destino: de ahí en más se alzarían como los reyes de las olas, del verano eterno, de esa California idealizada, aún cuando de los tres hermanos y el primo Mike, el único que tenía aptitudes para el surf era Dennis.
El primer año fue vertiginoso para el grupo. Lanzaron el primer simple, empezaron a tocar en vivo y firmaron en 1962 con la poderosa Capitol. Con ella lanzaron como single y luego como disco, “Surfin’ Safari”.
Si en Surfin’ Safari, el álbum, la mayoría de las canciones le pertenecían a Mike Love, en los siguientes Surfin’ USA y Surfer Girl, ambos de 1963, la balanza empezaría a equilibrarse primero y a inclinarse del lado de Brian después. A decir verdad, las músicas de Brian encontraron en las letras de Mike el maridaje perfecto. Mientras en Europa sobresalía la dupla compositiva Lennon-McCartney, en Estados Unidos brillaba Brian Wilson-Mike Love. Las bellísimas y fundamentales “Good Vibrations”, “God Only Knows” y “Wouldn’t It Be Nice” dan cuenta de ello.
En los comienzos, “Surfin’ USA”, “Surfer Girly”, “All Summer Long”... se erigieron como la banda de sonido de una cultura y la constitución del mito californiano, ese que al día de hoy se sigue exportando al mundo. Pero así como esparcieron ese imaginario por todo Estados Unidos, más temprano que tarde salieron a exhibirlo al mundo. Así, cuando en febrero de 1964 The Beatles desembarcó en territorio norteamericano y el país entero los vio en el programa de Ed Sullivan, ellos se perdieron el hecho histórico por encontrarse de gira por Oceanía. Y lo sintieron como una derrota.

Fuera de las giras
Las largas giras que Murry Wilson diseñaba para la banda rápidamente desalentaron a Brian, quien prefería encerrarse horas, días y meses en un estudio antes que subir noche tras noche a un escenario. Fue entonces cuando tuvo la idea de quedarse en casa mientras los demás cumplían con los compromisos pactados y desarrollar la idea que llevaba tiempo en su cabeza: una música más compleja, que reflejara sus sueños y viajes lisérgicos y que se despegara definitivamente de la música playera que se había vuelto un monstruo. Al menos para él.
Con su primer Mike y la banda de gira, Wilson necesitó de un letrista para bajara al papel sus palabras. Contrató al letrista Tony Asher, se metió a componer y a grabar, gastó en ello tanto dinero como nunca antes había gastado una banda (70.000 dólares) y dio forma al que sería considerado, de allí en más, uno de los tres mejores discos de rock de la historia: Pet Sounds.
Si para Wilson sería decisivo escuchar Rubber Soul, de los Beatles, en medio de la grabación de sus nuevas canciones, para ellos también lo sería el futuro Pet Sounds: este funcionaría como una suerte de disparador para Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. ¿Here, There and Everywhere” es el alma gemela de “Wouldn’t It Be Nice”?
Innovador, el álbum ubicaba al estudio de grabación en otra dimensión. De allí en más y en paralelo con lo que los Fab Four venían haciendo en Abbey Road, el estudio sería también un laboratorio de sonidos, un espacio de pruebas para ensanchar la musicalidad de una banda e incluso para producir allí lo que era imposible, hasta ese momento, reproducir en escena.

A diferencia de los discos playeros, la gran obra de Brian Wilson no tuvo un impacto inmediato en el público. Incomprendida como buena parte de los trabajos disruptivos, fue respaldada por la prensa especializada y obtuvo el beneficio del tiempo. Los años y décadas siguientes Pet Sounds siguió creciendo hasta convertirse en lo que decíamos antes: uno de los mejores discos de la cultura rock en cuanta encuesta había y hay dando vueltas.
El alejamiento
Si Pet Sounds fue un gran proyecto, el que le seguiría tendría características faraónicas. Al menos en la mente de Brian. SMiLE sería el álbum que profundizaría el sonido de su antecesor, pero la inestabilidad de su creador, el consumo de drogas (especialmente la cocaína) y las dudas de la discográfica al entender que se había pasado el límite de lo experimental, llevaron a cancelar el disco. Todo eso, sí, y la nueva canción de los Beatles que sorprendería a Wilson: “Strawberry Fields Forever”. Se desanimó, entendió que el cuarteto inglés ya había hecho lo que él quería para su música y se alejó de los lugares que frecuentaba.
Sus hermanos, su primo y demás compañeros de banda tomaron el control de los Beach Boys, lanzaron un disco más “audible”, Smiley Smile y empezaron a ocupar los espacios que Brian había dejado vacantes. El se hundió en las drogas, en el alcohol, aumentó de peso al punto de llegar a pesar 140 kilos y pasó buena parte de los primeros 70 sin salir de su casa.
Recién a finales de los años 80, Brian Wilson volvería a grabar un disco, el primero como solista. Antes de eso escribió su autobiografía, Wouldn’t It Be Nice, fuertemente influida por su terapeuta, el doctor Eugene Landy. Desorden esquizoafectivo y otras enfermedades le serían diagnosticadas luego y con el tiempo se descubriría que algunas de ellas estaban relacionadas con la medicación que Landy le proporcionaba.
El inicio de la década del 90 no le traería paz. Al contrario: lo llevaría en más de una ocasión a los tribunales. Primero logró recuperar las canciones que había escrito para The Beach Boys y que su padre había vendido a finales de los 60 y luego reconoció la coautoría de su primo Mike en al menos 30 temas.
Un gusto y un disgusto
Luego de fumar la pipa de la paz, Brian y Mike registraron un disco a dúo, Summer in Paradise, que se asemeja más a un juego melancólico de sus años de juventud que a una obra acorde con dos músicos maduros. Una década más tarde volverían los abogados, la demanda y la secuencia completa de un litigio. Paradójicamente, eso sucedería luego de que Wilson finalmente lanzara como había imaginado en los 60, SMiLE, pero con el nombre de Brian Wilson presents SMiLE. Love adujo que usaba “descaradamente” canciones suyas y las peleas volvieron a aparecer en el seno de la familia.
Las nuevas desavenencias no privaron a los Beach Boys sobrevivientes de celebrar en 2006 los 40 años de Pet Sounds. Brian Wilson se reencontró con Mike Love, Al Jardine, Bruce Johnston y David Marks, aunque no salió de gira. De allí en adelante, los rumores de reuniones se producirían en infinidad de ocasiones.
El genio californiano seguiría sacando discos, como en 2010 Brian Wilson Reimagines Gershwin, una interpretación libre de la obra de George Gershwin.
En su juventud, a mediados de los 60, Wilson se casó con Marilyn Rovell, con quien tuvo a sus hijas Carnie y Wendy. Se separarían en los 70. Melinda Ledbetter sería su segunda esposa. Con ella contraería matrimonio en 1995 y con ella adoptaría a cinco hijos: Daria Rose, Delanie Rae, Dylan, Dash y Dakota Rose. Melinda se fue primero: su muerte se produjo el 30 de enero de 2024.
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