Santana, atrapado por el éxito
En "Shaman" pretende repetir el suceso de "Supernatural" pero sin un perfil claro
¿Qué pasos debería dar un músico luego de un disco que vendió 25 millones de copias en todo el mundo y que ganó nueve premios Grammy?
Probablemente la pregunta haya sido la única que se hizo Carlos Santana tras la edición de "Supernatural", el CD que editó en 1999 y que, al cabo de una carrera de treinta años, le permitió recuperar público y prestigio.
La respuesta se llama "Shaman", tal como fue bautizado el nuevo disco de este héroe de la guitarra, que mañana será editado en la Argentina y en el que intenta seguir la misma senda iniciada en su álbum anterior.
¿De qué forma? Con un desfile de importantes músicos invitados, tal como lo había hecho en "Supernatural", donde tocaban Eric Clapton, Maná, Lauryn Hill, Dave Matthews, Rob Thomas, Everlast y Eagle-Eye Cherry, entre otros.
Aquí, Santana se rodea de un disímil pelotón de artistas que incluye desde Dido y Macy Gray hasta Plácido Domingo y nuestro compatriota Alejandro Lerner, pasando por Seal, Chad Kroeger y Ozomatli.
Tres problemas
Primer problema: lo que hace tres años sonaba a experiencia de "integración" con músicos de diversos orígenes y estilos, se asemeja hoy a calculada fórmula de un estudio de marketing, que parece agotarse en la búsqueda de la variedad y no en la experimentación o en la fusión de sonidos. Santana tiene unos dedos privilegiados y su característicos punteos siguen siendo una marca registrada que no envejece, pero en el nuevo CD aparece en la mayoría de los temas en un discretísimo segundo plano, como si en verdad él fuera el invitado a la fiesta discográfica de otros. "El único consuelo de "Shaman" es que no podrá llevar a sus invitados de gira", ironiza, lapidario, el crítico Jon Pareles, de la revista Rolling Stone.
Segundo problema: la tentación de vender tantos o más copias que con "Supernatural" pone al dueño del flamante "Shaman" al borde de un conflicto de identidad. ¿Apostar al público latino radicado en Estados Unidos? ¿Tratar de sumar voluntades gracias a un rock que se adapte a las radios FM? ¿No descuidar los matices de un pop digerible para los oídos de los teen-agers? ¿Dejar conformes a los viejos seguidores con guiños a los ritmos afro, al blues y los acordes jazzeados? Aquí Santana trata de conformar a casi todos sus oyentes, pero se acerca peligrosamente a la hibridez.
Tercer problema: definitivamente dispuesto a romper con lo que se espera de él, la típica percusión latina de sus temas suena lejana y excesivamente prolija y muchos de los arreglos terminan pasteurizando su sonido y tornándolo más asépticamente "internacional" o "for export". Santana se muestra contenido, excesivamente medido, y los mejores momentos de su nuevo disco son precisamente aquellos en los que no dosifica su conocido virtuosismo.
No debe de ser sencillo mantenerse en la exigente escena musical norteamericana (o de cualquier país, en realidad) durante treinta años. Santana llegó a tocar (y a deslumbrar) en el festival de Woodstock, en 1969, y desde entonces pasó por la psicodelia, el furor del "latin rock", los coqueteos con el jazz, los latidos espirituales, el vuelco hacia el pop.
Pasó de la droga al agua mineral sin gas. Del chicano con hambre de mundo al latino con patente de ídolo. Y de discos como "Abraxas", "Santana III", "Caravanserai" o "Blues for Salvador" a este "Shaman", acaso uno de los más impersonales de su carrera.
Además del rítmico "Aye, aye aye", las canciones más logradas, menos encorsetadas por ese "concepto" tan abarcativo como distorsionante del álbum, son "Adouma", que abre el CD y que contagia aquella magia negra (se trata de una versión del tema de la africana Angelique Kidjo); "The game of love", primer corte de difusión, efectivo y nada pretencioso pop, bien cantado por Michelle Branch; "Amoré", pícaramente entonada por la negra Macy Gray, la nueva esperanza del soul, y que contagia su ritmo; "Victory is won", una de las clásicas baladas de Santana, con un poderoso riff; la bluseada "Sideways", con la voz de Citizen Cape, y "One of these days", rock de aire latino en el que toca el grupo mexicano alternativo Ozomatli.
Del resto queda apenas el orgullo argentino por la presencia de la balada "Hoy es adiós", compuesta y cantada por Lerner, y la curiosidad del tema cantado por Plácido Domingo (¿para qué?), pero también varios tracks para el olvido, como la bochornosa "Foo Foo" (con forzados coritos latinos) o "Let me love you tonight", que no desentonaría en el repertorio de Enrique Iglesias.
"El problema con la mayoría de los músicos y de los grupos es que pintan con un solo color. Eso no es suficiente para mí. Yo quiero usar cada color disponible. Yo, en realidad, quiero pintar un arco iris", afirmó Santana a la revista especializada Billboard al hablar de su flamante disco.
A sus incondicionales quizá no les importe tanto este detalle, como tampoco, probablemente, a quienes se acercaron a este genial intérprete gracias a "Supernatural", pero el gran problema de "Shaman" es precisamente que en sus 16 temas hay demasiada mezcla para un Santana que, de por sí, es muy colorido.
Shaman
Santana
Adouma; Nothing At All; The Game Of Love, You Are My Kind, Amore, Foo Foo Victory Is Won; Since Supernatural; America, Sideways; Feels Like Fire; Aye Aye Aye; 14. Hoy Es Adios; One Of These Days , Novus (BMG)
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