"Tranquilo, no hay nada que me guste más que hablar de mí mismo", dice Sergio Rotman y, entre risas, regala una frase que confirma lo que en el mundillo del rock de acá es vox pópuli. Pero en rigor, conociéndolo desde hace más de veinte años, uno podría decir que de lo que más le gusta hablar a Rotman es de música. De hecho, hablar de música con Rotman es tan gratificante como sencillo. Eso sí, hay que saber de antemano que será difícil meter bocado. Y también que, claro, en el medio hablará bastante de sí mismo. ¶ Este hombre de 56 años que alguna vez se autoproclamó "el DJ de Los Fabulosos Cadillacs" es probablemente uno de los músicos más melómanos de la escena local y, más allá de la imponencia discográfica que ofrece este pequeño cuarto construido en la terraza de su casa, colmado de bateas de vinilos, que serían cada uno de ellos un tesoro para cualquier fanático de la música y la cultura pop, alcanza con nombrar algunas de las bandas o artistas que surgen casual y causalmente durante un par de horas de charla con él, para hacerse una idea del valor que ha tenido y que aún tiene la música en su vida. Ante cualquier pregunta, Rotman tiene una banda o un músico para incluir a manera de ejemplo, como forma de alimentar una anécdota o sencillamente a título de recomendación, un vicio adquirido en los años en que atendía la disquería Tower de Federico Lacroze (una cueva del barrio de Colegiales, que funcionó como reducto de melómanos muchos años antes del desembarco de la cadena Tower Records a la Argentina).
Así, la playlist de esta nota bien podría estar compuesta, al menos, por canciones de Tom Tom Club, Grace Jones, Control, Los Fabulosos Cadillacs, The Cure, Dávila 666, Iggy Pop, The Dead Boys, Love & Rockets, Ricky Martin, Mimi Maura, El Corte, OK Pirámides, The Clash, Velvet Underground, El Siempreterno, Todos Tus Muertos, Gorillaz, Julieta Venegas, Cienfuegos, Jimena Barón, Celia Cruz, Debbie Harry, Sheer Mag, The Jesus & Mary Chain, Massacre, Florián Fernández Capello, Los Pillos, Santigold, La Sobrecarga, Soda Stereo, Morrissey, Residente, Daddy Yankee, David Bowie, Fofé y Los Fetiches, Día D y hasta Charly García. "Fuck Charly García", se exaspera Rotman cada vez que recuerda que cuando sus amigos escucharon el comienzo de su nuevo álbum le dijeron que se estaba pareciendo a Say No More, una suerte de Némesis que ha encontrado a lo largo de su carrera. "Fuck Charly García. Never", repite.
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La última vez que había hablado con Rotman previo a este encuentro en el barrio de Florida había sido tres años atrás, cuando, con la excusa de una entrevista para el diario La Nación, nos juntamos a charlar en un impersonal y pequeño centro de comidas ubicado estratégicamente en el espacio que conecta un supermercado con acento francés con un "home center" especializado en materiales para la construcción de Zona Norte. Todo un horror. Aquella nota se tituló "Sergio Rotman en el centro de su caos", y por esos días el músico presagiaba que su mundo estaba por estallar en mil pedazos: "Todos mis proyectos musicales pasaron a estar en un caos. Esa es mi realidad. El Siempreterno se ha quedado sin su alma máter (Ariel Minimal), los Cadillacs no me incluyeron en la grabación del último disco y ni siquiera me llamaron para decirme por qué, Martín Aloé no quiere reunir a Cienfuegos y Mimi Maura, que se mantenía en cierta zona de confort, dentro del reggae y el ska, siguiendo modelos musicales muy concretos, llegó a un punto de quiebre que todavía no sabemos hacia dónde nos llevará", decía al mismo tiempo que se plantaba: "Y tampoco quiero ser solista".
¿Qué pasó desde entonces? Rotman sugiere que simplemente decidió traicionarse como estrategia de antiayuda. "Yo había dicho que no iba a reunir a Cienfuegos y este año lo hice, así que me pareció que, si me iba a traicionar, tenía que meter toda la traición en un año. ¿Qué otra cosa dije que nunca iba a hacer? Un disco solista. Bueno, acá estoy".
Escuchar un disco nuevo de Rotman en el búnker/discoteca de su terraza siempre resulta toda una performance en sí misma. "Para que escuches lo bien que suena mi disco, te voy a poner antes este", alardea mientras coloca el vinilo de Living My Life, de Grace Jones, y el espíritu de los 80 presagia el humo que está por venir. Hay una cama de una plaza como único lugar para sentarse y, entre una docena de bateas, se ubica la bandeja tocadiscos. La cama tiene sábanas con motivos de su San Lorenzo querido, escudos y cuervitos incluidos. Más tarde el músico contará que una década atrás, siguiendo la pasión futbolera que lo unía con un grupo de amigos, intentó meterse en política a través del club de Boedo, con Carlos Abdo como dirigente estandarte. "Cuando vinieron los muchachos pesados y nos apretaron, nos dimos cuenta de que la movida no era para nosotros y nos fuimos corriendo".
Grace Jones termina de cantar eso de que su chico jamaicano es relajado y nunca mira hacia atrás, y del tocadiscos pasamos a la computadora para escuchar ahora sí "Crisis 1", el tema que abre el álbum que Rotman bautizó con su propio apellido. "La cuestión del solista siempre tuvo algo desconcertante para mí, porque hay un patetismo impresionante en el solista. Mucho más partiendo de que es difícil llevar un proyecto adelante con tu nombre. La gente a veces no entiende que para el solista lo más pesado no es estar solo, sino poner tu nombre ahí. Ver tu nombre o tu cara como sostén de un proyecto artístico. De hecho, todavía me lo pregunto: ¿por qué carajos estoy haciendo esto si estaba perfecto donde estaba? Pero bueno, me pareció que no hacerlo en este momento era un acto más de cobardía que de otra cosa".
Por primera vez en más de treinta años, Rotman no cuenta aquí con lo que él llama su "beat" y que no se trata de otra cosa que de Fernando Ricciardi, el baterista que conoció en 1983, en su primera banda, Día D, y que de ahí en más lo acompañó en grupos como Cienfuegos, Los Fabulosos Cadillacs, Mimi Maura, El Siempreterno y en cuanto proyecto trasnochado se le ocurrió montar, como la Dub Clash Orchestra (jams de reggae con temas de The Clash) o Terciopelo Underground ("adaptaciones e imaginaciones sobre la obra de la Velvet, con proyecciones de Andy Warhol detrás").
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Sin su "beat", para este disco decidió armar una base compuesta por Álvaro Sánchez en bajo y Gabriel Muscio en batería, y luego convocó a tres guitarristas distintos para utilizar según lo que le pedía cada canción: la mitad de los temas los grabó con la dupla de guitarras conformada por Gonzalo Campos (OK Pirámides) y Saúl Díaz de Vivar (Los Pillos, Los Sedantes) y la otra mitad con Florián Fernández Capello, el hijo mayor de Vicentico, que fue parte de la última formación de los Cadillacs y que acaba de lanzar su proyecto solista, tras la disolución de Cállate Mark. "Con Florián tenemos muy buena onda desde que era muy chiquito. Yo fui un poco el responsable de que sea el guitarrista de los Cadillacs. Les dije que tenía que ser él, que era buenísimo. Florián tiene unos audios tremendos y por eso lo llevé al estudio de Tito Fargo, ex guitarrista de los Redondos, para grabar cuatro canciones del disco".
Pasan "Crisis 2" y "Ventanas" y le sugiero una comparación que me imagino podría caerle mejor que la de Charly García: "Hay cosas de La Sobrecarga", digo, esperando lo peor. "Post-punk puro", responde y completa: "Si hay algo en lo que me inspiré para componer estas canciones es en ese período de mi juventud entre el 82 y el 85. Me moví en esos años oscuros, porque si bien ya había vuelto la democracia, en la calle la pasabas mal igual. O peor. La policía te paraba por cualquier cosa y si te hacías el democrático te agarraban de los pelos y... ‘vení, chupala nene’, como si nada hubiera cambiado".
¿Cómo recordás al Rotman de esa época?
Como un ser oscuro y drogadicto, que hacía lo posible para llegar vivo al otro día. Mis amigos eran, aparte de los Cienfuegos y la camada de punks de Zona Norte, Federico González Moreno, Mónica Vidal y Gamexane. All dead. A estos tres dementes les dedico este disco. De hecho, grabé una versión de "Aburrido", del grupo Control, un clásico post-punk argentino compuesto por la banda de Gamexane en 1982.
Hace un rato me contabas que tres años atrás dejaste de consumir cocaína, ¿sentís que eso cambió algo en tu proceso creativo?
Muchísimo. No por una cuestión artística, sino porque ahora mi semana tiene siete días. El cambio es más ejecutivo que artístico. Tengo el veinte por ciento más del día para funcionar. Aunque por ahí eso es malo, porque pienso más y tengo más posibilidades de hacer cagadas.
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Más allá de esa guía temporal de la primera mitad de la década del 80, Rotman no pensó en ningún plan para escribir estos temas. "Mimi y yo siempre manejamos los proyectos con una idea previa. No hay mucho de espontáneo en nosotros. Todos los proyectos que hice apuntaban a diferentes públicos y formas de presentarlos. Cadillacs es un grupo de estadios, Mimi Maura es una cantante popular, El Siempreterno es punk rock y Los Sedantes, un grupo de barra, de bar, por eso tocamos sentados. Si bien cada uno de los proyectos son diferentes entre sí, tienen una idea, un plan anterior. Esto no. A lo sumo pensaba: ‘Quiero hacer un tema que empiece con la batería de «So Alive», de Love & Rockets’. Y ese era el único patrón de la canción. Pensá que estás hablando con una persona que toda la vida escribió sobre lo que sentía y lo que pensaba y entonces siempre tenía primero lo que quería decir y después buscaba por dónde iba la canción. Esto fue exactamente lo opuesto. Por eso fue más difícil y me terminó llevando dos años".
Además de "Aburrido", de Control, el álbum incluye otros tres covers: "Disparate Youth", de la cantante norteamericana conocida como Santigold, "Amnesia", que Los Fabulosos Cadillacs grabaron en Fabulosos Calavera, y "La juventud", de Fofé y Los Fetiches, de Puerto Rico, su segundo hogar desde 1996, según cuenta el cuento de amor, cuando viajó para no separarse nunca más de Midnerely "Mimi" Acevedo. Aunque Rotman hoy tenga otra versión de la historia. "Primero me fui para allá por un motivo fundamental, que no era la playa ni para estar con Mimi. Me fui a Puerto Rico porque la escena musical es prodigiosa. No en vano de ahí salieron Ricky Martin, Residente, El Gran Combo, Daddy Yankee. Es una isla donde se genera música desde los años 40. La bomba y la plena, los dos toques afro por excelencia, son de ahí. Cuba es el cerebro, pero Puerto Rico es el corazón de todo eso. Me fui a Puerto Rico para ser parte de esa escena que tenía a Las Ardillas, Dávila 666, Fofé y Los Fetiches, Rampante, un montón de bandas que cambiaron al mundo, no es joda. Pertenecer a la escena puertorriqueña me hizo muy bien, lo que no me hizo bien fue el ron. Ahí formé una familia para siempre y para que tú lo sepas, soy boricua por opción. Ahora en diciembre nos vamos para allá de vuelta, nos quedamos dos meses y después vemos qué hacemos.
¿Te costó readaptarte a Buenos Aires?
Buenos Aires es un monstruo y difícilmente te vaya a dar algo bueno. A veces te da un respiro y otras veces resulta asfixiante. Es un gigante que no te ayuda ni te favorece, sino que te la complica siempre. Es muy complejo vivir acá, muy enfermizo, muy agobiante, con pocos beneficios y muchos problemas. Por eso los que salimos de acá somos rudos, gente dura, y cuando uno viaja por el mundo se le hace más fácil todo.
Y en cuanto a lo musical, ¿cómo ves la escena actual?
Creo que Buenos Aires sigue siendo la ciudad más importante del mundo a nivel rock and roll, a pesar de todo. Por ahí cada vez menos, pero todavía mantiene eso que se generó en los 90 de rock and roll town. Hay una relación entre el beat y la gente muy importante. Todavía existe una escena importante de música, lo que pasa es que la crisis se lleva todo. Te impide todo. Y nada es casual. Que los grupos nuevos no necesiten músicos, que Gibson no venda más guitarras, hay un plan para eso. Esto no es casual, está pensado, dirigido y organizado. Como los movimientos feministas no son casuales. Acá, en la Argentina, tendemos a creer en la poca universalidad, pero hay un plan maestro para controlarnos. Es así, es 1984 en tu cara, todo el tiempo. Lo que pasa es que no viene por el lado que vos creías vendría. No hay un dictador, sino un montón de hijos de puta diciéndote sí, sí, vení, pasá.
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Julieta Venegas está sentada en la última fila de primera clase de un vuelo de Miami a Londres. Rotman y Mimi viajan en el mismo vuelo, pero sentados en los primeros asientos de la clase económica. Los músicos se reconocen y se saludan. "Nosotros veníamos de tocar en Japón, una demencia, estábamos a full, yendo a mezclar el disco que Mimi hizo con los Aggrotones. Estábamos encendidos, hiper arriba y la veo a Julieta, que es una divina, y me llamó la atención porque la vi tan desgraciada. ¿Qué hacés?, le preguntamos. La piba venía de una entrega de premios pedorra en Miami y yo venía de hacer 17 shows en Japón, en una combi, con el DJ de los Clash, Barry Meyers, ¿entendés? Ahí es cuando agradecemos no haber firmado aquel contrato con Sony, cuando Mimi Maura estaba super arriba. Estaríamos haciendo el tercer disco, mientras que hoy tenemos diecisiete. Al final del día pienso que Mimi merece una carrera mucho más popular que la que tuvo, pero en el balance, está mucho mejor el camino que hicimos".
Durante la entrevista, primero en un restaurante, luego en su casa, días después vía email, el Rotman polemista aparece en cuentagotas, pero siempre jugando al borde, como si en sus verdades se le fuera la vida. Puede decir que Jimena Barón tiene siete millones de seguidores, pero los tiene porque puso una foto de un culo o afirmar que "lo que está faltando en la escena local son cantantes que se quieran morir como Luca o como Fidel, que pongan la entrega por sobre el beneficio", para, minutos después, asegurar que "el problema es que la gente no entiende la manipulación mediática que existe. Hoy, si querés invisibilizar a un violador, decí que todos los hombres son violadores".
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No se puede ser sincero y auténtico en un medio falso y traidor. No podés estar en las redes y ser sincero. Sos vos contra un ente, Ricardo42. Yo no tengo empatía con el ser humano. No me interesa la raza humana. La raza humana es un asco. Lo único que yo puedo considerar como acto de decencia de la raza humana es extinguirse. Y no hay nada en el medio. ¿Por qué no te morís vos?, me dicen. Porque soy un cobarde. ¿Y qué? Hoy lo que menos importa es la verdad. Es así... Me cuesta mucho mantener la bocota cerrada, ¿viste? En el ránking de los bocones venimos Morrissey y yo.
Romper las cosas que tenés parece estar en tu ADN.
A mí no me gusta la civilización, no me siento cómodo. No entiendo cómo la gente sostiene este sistema con semejante caradurez. Un sistema en donde un pibe tiene 900.000 dólares en una cuenta de un banco y otro no tiene para comer. Pero no te hablo de comunismo, te hablo de la desgracia de la raza humana. ¿Cómo hacemos para seguir adelante con el proceso civilizatorio? Por eso siempre voy a tener un rechazo, siempre voy a partir del rechazo. Y no me vas a convencer, porque no me podés comprar a mí, ni con dinero ni con éxito ni con fama. Hace poco estaba con Residente hablando de números... Cómo le gustan los números a la gente, ¿no? No hables de números conmigo. Yo llené dos River, sin internet, sin un carajo. ¿Qué me importa cuántos millones de personas vieron el video de un influencer? Con eso no cambiás nada.
Para demostrar su visión acerca del concepto de influencia, Rotman busca en el celular la foto del afiche de un festival en el que acaba de tocar con Mimi en Puerto Rico. "Mirá, yo toqué con los Dávila 666 en el Burger Boogaloo. Cerraba The Jesus & Mary Chain, estaban los Sheer Mag, que es una banda nueva que la está rompiendo, y los originales Dead Boys. ¡Estaba Cheetah Chrome! El tipo es el guitarrista de los Dead Boys, no hablemos más, influenció a generaciones de rockeros, hizo caer en las drogas a millones de personas en el mundo y eso es mucho más importante que un pendejo con un millón de seguidores de lo que sea. Son tiempos raros para la música, para todo lo que está pasando. Lo bueno de la muerte del rock and roll, una vez más, es que va a volver a su lugar de origen y va a ser lo que debería ser: cambiar la mente de la gente, cambiar a las personas".
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Dos días después de la entrevista y la escucha privada de su álbum, le pedí a Rotman vía email si me podía enviar alguna fotografía de ese período 82-85 en el que se inspiró para componer estas canciones. Horas más tarde, me manda una foto en la que posa en un puente de Londres y donde se lo ve como si fuera uno de los revoltosos hermanos Reid, de The Jesus & Mary Chain. "Fue un viaje absolutamente iniciático. Fuimos con Pablo Martin (bajista de El Corte, el grupo de Javier Calamaro y Hernán Reyna), que actualmente es el guitarrista de Tom Tom Club y produjo este disco del que estamos hablando. Estuvimos tres meses en Europa, de diciembre de 1984 a febrero del 85. Vimos a Lords of the New Church en el Rockola de Madrid, vimos a Los Ilegales, a Dave Howard Singers, a Bruce Foxton (yo era/soy un enfermo de The Jam). Nos trajimos la mitad de la música que, pasando de casete a casete, formateó el under de entonces: Wire, Killling Joke, Joy Division, Bauhaus, Siouxsie... Todo eso lo trajimos nosotros y lo compartimos con medio Buenos Aires".
Rotman tenía 21 años cuando volvió de aquel viaje transformador, y su banda Día D, que formaba parte de una microescena constituida por grupos que tocaban punk y ska, la mayoría de ellos provenientes de Zona Norte, sufrió las consecuencias estéticas. "Nos habían contado que había una banda ska donde tocaba Sergio Rotman y fuimos a verla con Luciano y Naco", cuenta Flavio Cianciarulo en El León, la biografía autorizada de Los Fabulosos Cadillacs escrita por Esteban Cavanna, en 2008. "Día D hacía un ska que sonaba bastante más punk y distorsionado que nosotros, que sonábamos más tipo Madness. Varias semanas más tarde fuimos a buscarlo a su casa para ofercerle integrar el grupo. Él había regresado de Europa sin ser más mod. Fue gracioso porque ingresó a tocar a una banda happy-ska convertido en un dark con los pelos parados y buttons de The Cure, una combinación que generó gastadas".
La historia de los Cadillacs de allí en más es conocida. Como también lo son los distanciamientos temporarios entre Rotman y el tándem líder compuesto por Flavio y Vicentico. El más mediático ocurrió en 1997, cuando tras la grabación de Fabulosos Calavera dejó el grupo para dedicarse full-time a Cienfuegos y, poco después, a Mimi Maura: "Me di cuenta que mi rol era acompañar a Mimi, porque ella es la mejor cantante que escuché en mi vida y eso incluye a Celia Cruz, a Debbie Harry y a todas". El último desencuentro fue casi veinte años después, cuando a través de su cuenta de Instagram hizo pública su decisión de no participar de la gira presentación del disco La salvación de Solo y Juan. "¿Si tiene que ver no haber participado prácticamente en nada del nuevo disco? Y, sí, pero estoy muy bien con todos los LFC y volveré algún día", escribió ante la pregunta de un fan de la banda.
Rotman dice que todavía no sabe por qué quedó al margen de la composición de aquel álbum, pero asegura que "en cuanto el capitán Vicentico me diga, yo me subo primero al barco. Dejo todo, mi disco solista, Mimi, no me importa nada. Tocar en una banda popular es algo mucho más importante de lo que parece. Que tus canciones, siendo como soy yo, una criatura de la noche y del under, cobren esa dimensión, es algo inexplicable. Cualquiera puede hacer una canción popular, pero si esa canción es ‘Siguiendo la luna’, que tiene cierto peso y dinámica y se mantiene durante tantos años, te das cuenta que como músico es lo que viniste a ser acá".
¿Qué significan los Cadillacs para vos?
Los Cadillacs es una banda increíble, su obra se sostiene mucho más de lo que la gente cree. Es un grupo que fue creciendo. Si escuchás el primer disco y después La marcha del golazo solitario, nadie te cree que en diez años, entre el 86 y el 96, haya pasado esa transformación. Del Correcaminos a "La rosca". ¿Dónde viste una progresión así? Hay tanta calidad artística y tanta popularidad... y también tanta mierda musical. Discos que son raros y discos que son raros por los motivos opuestos. Pero lo que noto cuando viajo por el mundo es el reconocimiento y el respeto que se le tiene a la banda. Porque cuando llegamos a México en 1990, los pibes no sabían cómo colgarse una guitarra. Nosotros fuimos los que les dijimos cómo se hacía. Porque ellos veían a Soda Stereo y Cerati les parecía David Bowie. En cambio, cuando llegamos Flavio y yo, los pibes se dieron cuenta de que podían hacer eso. Nosotros no queríamos, pero le mostramos que hay otras formas de llegar a la música. Ellos escuchaban banda y ranchera y nada más. Fue muy importante lo de los Cadillacs. Cada vez que nos íbamos de una ciudad, se formaban cien bandas de ska. Tirábamos semillas y al año siguiente había tres veces más gente haciendo música. Y eso que la discográfica nos escondía, porque les daba vergüenza que la gente nos emparentara con el modelo de música latina que tenían ellos, que era Emilio Estefan. El modelo de ellos era ese y de repente estos degenerados vienen a arruinar lo que tanto les costó. Lo decían ellos. Después, cuando salió "Matador", hacían fila para chuparnos la pija.
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Un viejo dicho sostiene que el amor y la traición son el sustento de esas pocas buenas historias que valen la pena contar. Y la historia de Sergio Rotman está repleta de amores y traiciones. "Reunir a Cienfuegos este año fue una traición. Cienfuegos era tierra de nadie, nos odiábamos profundamente, pero nos juntamos y salió todo tan bien, fluyó tan bien, que me dio a entender que uno como músico tiene que hacer lo que tiene que hacer, sin importar las consecuencias. Está bien la carrera, el artista, lo que sea, pero aparte uno tiene un rol como músico y no puede aferrarse a esta cosa de «nunca voy a reunir a Cienfuegos». ¿Por qué no? Estamos vivos todos, man, y no todos corren esa suerte de estar en este planeta, al menos de los que empezaron con nosotros. Mirá Soda Stereo. Este disco es una traición a mí mismo y no lo hubiera hecho si no fuera por lo que pasó con Cienfuegos. Es muy difícil tener dos oportunidades en la vida y a mí ya me pasó con Los Cadillacs y con Cienfuegos. No fue fácil y por suerte las peleas internas nos mantuvieron alerta. Había muchas heridas que curar en poco tiempo, pero la música todo lo puede".
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