Sol Mihanovich: la enfermedad que superó de chica y el peso del apellido
Cuando Sol Mihanovich se decidió por la música, su tía Sandra le recomendó: "Hacé tu camino, te van a comparar, pero no importa".
"Fue lo mejor que pude escuchar", reflexiona Sol, hija del músico Vane Mihanovich y nieta de Mónica Cahen D’Anvers. Y Sol canta, compone, toca varios instrumentos, da clases, tiene su propia banda, un marido músico, Matías Onzari, y dos hijas, Elina y Amelia. De voz dulce y sonrisa risueña, habla con LA NACION de música, de periodismo (porque también siguió los pasos de su abuela) y de la enfermedad que transitó cuando apenas tenía 11 años y que la transformó para siempre.
"Las dos primeras semanas de cuarentena (por la pandemia de coronavirus) nos dijimos con mi marido, ‘y ahora qué hacemos’. El acierto fue hacer como que esto va a durar un montón y empezamos a buscar otras maneras de realizar nuestro trabajo. Estábamos presentando nuestro cuarto disco, En viaje, cuando se declaró la pandemia. Lo habíamos presentado en agosto del año pasado en la cúpula del CCK y el 26 de marzo íbamos a estar en La Usina del Arte, que es de los lugares más lindos para tocar. Yo estaba emocionadísima pero nos agarró la cuarentena una semana antes", cuenta Sol. "Aparecerán otras cosas", se dijo y tenía razón: este sábado 5 de septiembre, a las 21, hará un show desde un estudio, que se transmitirá por streaming. "Va a ser como ver un recital pero sin público. Toco con mi banda: Rodrigo Genni en batería, Nicolás Mu Sánchez en guitarra y Marías Onzari en bajo. Todos los datos están en mi Instagram, @solmihanovich", detalla, con entusiasmo.
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-¿Con el streaming se gana dinero o es por amor al arte?
-En nuestro caso todos nos estamos poniendo el equipo al hombro y vamos a ver qué pasa. Las ganancias van a ser distribuidas en partes iguales. No es lo mismo pero no hay otra posibilidad y tuvimos que reinventarnos. No lo hago esperando ganar plata sino porque tengo mucha necesidad de cantar, tocar y hacer mi música y esta es la posibilidad que tenemos hoy. Hay que tomar conciencia de que todos estamos viviendo un momento particular y poner lo mejor de cada uno. Este año teníamos planeada una gira para presentar En viaje y bueno, la haremos el año próximo. Vivimos de distintas aristas de la música: damos clases, tenemos una banda y también formo parte de otras bandas. Tengo una escuela de comedia musical con cuatro sedes que están cerradas ahora, y damos clases online. Nos reinventamos por nosotros y por los chicos pero la cantidad de alumnos bajó a menos de la mitad. Hay que intentar estar en movimiento y no quedarse deprimidos en la cama. Cada dos días nos sentamos con Matías, agotados, deseando volver a la vida de antes. Sabemos que hoy no es factible pero también sabemos que esto es temporario.
-Son una familia de músicos, ¿llevan a sus hijas cuando salen de gira?
-Todo depende. Si me voy con la banda de Sandra, viajo sola. Y si vamos con mi banda, las llevamos si podemos y si no se quedan con mi mamá (Vicky Canale). Una de las razones por la que nos mudamos hace poco es para estar cerca de ella y eso me cambió la vida, aunque todavía no lo pudimos poner en práctica por la pandemia.
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-¿Fue tu mamá quién te enseñó música?
- Es ambientadora y alfarera y quien me enseñó a tocar la guitarra. Es melómana. De joven me daba clases de guitarra a mí y a mis amigas, pero no se dedicó a eso. Los cuentos de mi infancia son que me quedaba dormida al lado de un parlante. Cuando mi papá tocaba, me llevaban a los shows y me quedaba dormida en las sillas, con la música a todo volumen. En la familia de mi mamá todos cantan también, aunque no son profesionales. Recuerdo ir a recitales de mi papá o de Sandra y yo, que me sabía todas las letras, estaba atenta y sentada en bambalinas y les soplaba la letra si se la olvidaban.
-No te quedaba otro camino: odiabas la música o la abrazabas.
-No había duda que la música iba a estar en mi vida fuertemente. Siempre canté, toqué, tomé muchas clases. Cuando terminé el colegio me hice el test vocacional y me dio 95% música. Me habrán dado nervios y seguramente me preguntaba si podría vivir de esto. No me animé y empecé las dos carreras a la vez: música y comunicación. Pero no tenía otra alternativa, la música es lo que realmente me hace bien.
-¿Terminaste la carrera de comunicación?
-Sí, y trabajé con mi abuela que tenía el programa Al pan pan, en TN y me sumé a la producción y después a un programa de Radio del Plata, hasta que un día me di cuenta de que no podía hacerlo más. Me costaban las notas de actualidad en la calle, sentía que la sensibilidad no me daba para eso. Yo sólo quería llegar a mi casa y tocar la guitarra.
-¿Cómo le dijiste a tu abuela que no ibas a seguir sus huellas?
- No fue fácil porque, además, me habían pagado la carrera (en referencia a su abuela y su marido, César Mascetti). Pero les agradecí, les expliqué y me entendieron. Entonces retomé la carrera de música e hice las materias que sentí que necesitaba, pero no la terminé. Hoy hago un programa en Radio Nacional, Domingos de sol, los domingos de 14 a 16, donde los chicos son los columnistas de las distintas secciones y participan chicos de todo el país.
-¿Conociste a tu marido gracias a la música?
-Cuando terminé el colegio empecé a tocar con mi papá en un ciclo, en un bar de Palermo, Las cortaderas, y luego pasamos al Maipo Club y al Centro Cultural Borges. Uno de esos ciclos se llamaba De tal palo tal astilla y el baterista era Eduardo Onzari, que es muy amigo, y sugirió que se sumara su hijo, bajista. Ahí apareció Matu. Pero ambos estábamos de novios y cada uno en la suya. De repente un día nos reencontramos y empezamos a salir. Y pasaron 16 años y dos hijas.
-¿Cuánto pesa el apellido? Las comparaciones son inevitables.
-La verdad que nunca fui muy consciente de esas cosas y eso está bueno porque si no estás muy pendiente. El arte es muy subjetivo y genera inseguridad. De alguna manera, mi inconsciencia me juega a favor porque no estoy pendiente. Cuando decidí ser música porque me hace bien, Sandra me dijo: "hacé tu camino, te van a comparar pero no importa". Y esas palabras me siguen acompañando. Compongo y canto mis canciones y Sandra es más intérprete. Hago lo que me sale en el momento que me sale y al que le gusta, bien. No de rebelde sino porque es lo más sano.
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-Ser una Mihanovich, ¿siempre juega a favor?
-Soy artista independiente y me anoto en todos los concursos y subsidios que existen, y tal vez no me los dan por mi apellido. Puede ser que en ese caso pese. Sé que pueden pasar esas cosas pero trato de no pensar porque si no te enroscás y no está bueno. El único capital que tengo es seguir componiendo, cantando y tocando y que mi música se escuche. Y la familia acompaña. Todos somos críticos constructivos entre nosotros. Con Sandra y mi papá nos mostramos lo que hacemos y esperamos una devolución desde el cariño, pero cada uno hace lo que le parece. Hay mucha libertad.
-A los 11 años tuviste cáncer de huesos y sobreviviste para contarlo, a pesar de que el pronóstico no era bueno. ¿Qué recordas de ese momento de tu vida?
-Nunca me dijeron que tenía cáncer y yo pensaba que era una infección en las células y que tenían que medicarme. Cuando estaba en sexto grado descubrieron mi enfermedad y me hicieron quimioterapia durante seis meses. Después tuve un trasplante de fémur y otros seis meses más de quimio. Lo más duro en ese momento fueron pavadas quizá, pero tenía 12 años y me afectaban mucho. Por ejemplo, quedé pelada y me fui de viaje de egresados de séptimo grado con sombrero porque me estaba naciendo el pelo. Me operaron en el verano de sexto a séptimo grado y durante todo ese año me hicieron quimio. Creo que lo más fuerte sucedió cuando fui mamá y pasé las primeras enfermedades de mis hijas, que siempre fueron pavadas, por suerte. A Amelia la internaron a los cinco meses por neumonía y ahí me puse en el lugar de mi mamá y pensé en todo lo que debe haber sufrido y en cómo hizo para bancarse mi enfermedad, porque además ella estaba embazada y mi hermanita Felisa nació el día que se me empezó a caer el pelo. Ponerme en el lugar de mi mama y mi familia fue lo más fuerte porque, encima, tenía un pronóstico duro.
-¿Qué aprendizaje te dejó esa vivencia?
-Hoy intento vivir feliz y haciendo lo que me gusta todos los días, porque no tenemos nada firmado. Hay una canción que le escribí a mi abuela que se llama "Mis personas favoritas" y cuando se la canté a mi papá y a Sandra, antes de grabarla, se sorprendieron porque la canción dice: "Quiero mirarte a los ojos mientras estés...". Y a ellos les pareció fuerte. Es emotiva, lo sé, pero mi abuela fue híper presente; me iba a dormir a su casa todos los fines de semana, me buscaba en la escuela y hacía el pool con mis amigas. Sentía que el rótulo abuela no me alcanzaba para decirle todo lo que la quería. Les expliqué que no significaba que ella se podía morir, si no que yo también me podía morir mañana y quería decir: "Mirémonos a los ojos todos mientras estemos". Mónica y César (Mascetti) viven en San Pedro y no los veo desde el verano porque además no usan videollamada.
-Tuviste una infancia muy distinta a la mayoría de los chicos.
- Pero todos mis recuerdos son lindos. Tenía una psicóloga de enfermos terminales que me acompañaba en cada quimio aunque yo tenía un 20% de sobrevida, y no era terminal. Cuando estaba en 5º año pedí volver a hacer terapia con ella y me acuerdo que todo lo que le contaba sobre esa época era lindo. Le decía que mis padres estaban juntos, porque aunque se llevan bárbaro estaban separados desde mis 4 años. En mi fantasía todo era lindo, estaba en una burbuja, muy contenida por mi familia y mis amigos. En un momento ella me tuvo que decir que yo la había pasado mal, que tenía dolores, que se me cayó el pelo. Me hacían quimio los viernes a la mañana y después yo le pedía a mi mamá que me llevara a la escuela. El cuento es que ella se quedaba en el bar de la esquina porque sabía que a las dos horas me iba a sentir pésimo. Pero yo quería ir al colegio. Me enteré que tuve cáncer dos años después y quizá eso haya ayudado. Tengo recuerdos alucinantes de mi infancia. Esa fue mi experiencia.
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