Sr.Flavio, el corazón de Los Fabulosos Cadillacs: sus shows en el Movistar Arena, la nueva etapa de la banda y el deseo de lanzar nuevas canciones
La banda que lidera con Vicentico se presenta este viernes y sábado en el escenario de Villa Crespo; el gran presente del grupo, el buen momento de la música latina y los 30 años de “Matador”
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“No todo convive al mismo tiempo”, aclara Flavio Cianciarulo en relación a sus mil proyectos, y en realidad no hace falta: sería humanamente imposible mantener activo semejante caudal de trabajo en simultáneo. Cuando termina de grabar grindcore con Sotana, se calza el traje de neoprene para tocar con Lost Marplas (la banda de surf rock que comparte con sus hijos), y en medio de todo eso se las arregla para editar algún tema con Señor Flavio, o en su momento con Misterio o con Flavio Mandinga Project. Eso sí, ninguna de sus múltiples ocupaciones lo aleja de su trabajo principal: ser el bajista y socio fundador de Los Fabulosos Cadillacs, grupo que se pone en marcha cuando hay consenso y descansa cuando tiene que descansar, sin shows por compromiso ni giras forzadas. Lo bueno es que 2023 parece ser un año cadillac: después de su paso por el festival de Coachella en Estados Unidos, vuelven a Buenos Aires para dos presentaciones (viernes 26 y sábado 27 de mayo) en el Movistar Arena. Se le podría llamar regreso, pero, según Flavio, “es más un encuentro que otra cosa”.
-Siempre cuesta saber a ciencia cierta si los Cadillacs son una banda activa o no. ¿Qué ventajas le encontrás a esta dinámica de trabajo intermitente en la que desaparecen por un tiempo, cada uno hace lo suyo y vuelven cuando todos quieren?
-No es desactivarnos, es simplemente trabajar de manera más espaciada. Siempre estamos con la cabeza en el proyecto. Como decimos con Gaby [Fernández Capello, Vicentico]: aún cuando estamos fuera de LFC, también somos los Cadillacs. Es como si todo se desprendiera de una nave madre que nos contiene, y es exactamente lo mismo: tocamos durante veinte años ininterrumpidos todos los meses y después empezamos a espaciar. Nosotros nunca nos separamos, nunca dijimos: “bueno, esto se terminó” y después de casualidad, o por una cuestión “jugosa” empresarial volvimos. Nosotros, cuando paramos de tocar allá por 2001 o 2002, simplemente paramos y dijimos: “bueno, vamos a parar un tiempo, estamos algo saturados”. No sabíamos si eran dos años, tres, cuatro o seis, pero siempre estuvo esa puerta que aún continúa abierta. Por eso continuamos trabajando de esa manera que nos refresca muchísimo, nos revitaliza, y encontramos que así como hemos trabajado tanto durante veinte años ininterrumpidos, hoy en día es muy lindo hacerlo así. También porque tenemos otra edad y nos vuelve a un estado de éxtasis y sobreexcitación que nos gusta, lo creemos necesario.
-¿Se mantiene el contacto entre ustedes en la inactividad? El contacto social pero también el creativo. ¿Se muestran temas, se piden opiniones de lo que hace cada uno?
-Sí claro: “mirá este tema que tengo para cuando decidamos grabar algo; qué te parece esto”. Es lo mismo pero más espaciado, digamos. Eso nos hace perdurar y mantener el fuego.
-¿Cuesta un par de ensayos ponerse a punto de vuelta o son de esas bandas que el batero marca cuatro y arrancan como si hubieran tocado ayer?
-No cuesta absolutamente nada. Podemos estar meses inactivos y el batero cuenta cuatro y parece que ayer hubiéramos dejado de tocar. Sí hay que ensayar porque tenés que, digamos, “amarrar” en cierto modo, pero el groove de la banda permanece completamente activo. Igual a mí me gusta ensayar, me encanta, bendigo y agradezco que sea placentero ensayar. Es la parte técnica necesaria.
-Cuando uno piensa en los Cadillacs piensa en vos y en Gabriel -y también, en menor medida, en Sergio Rotman- como una sociedad, aunque casi siempre hayan firmado los temas por separado. Además de amigos y compañeros de banda, ¿funcionan como una sociedad en lo creativo? ¿Serían exactamente lo mismo tus temas sin ellos?
-Definitivamente no. Sí los he firmado individualmente porque me gusta trabajar en solitario. Cuando compongo me gusta arreglar las canciones y llevarlas ya montadas, pero eso tampoco quiere decir que es una decisión dictatorial donde yo digo: “bueno, esto es así, muchachos”. Uno puede cambiar lo que yo hago, puede decir: “che, mirá, en vez de ir por acá vamos por acá”. Los rockeros no escribimos música en papel, entonces es todo mucho más charlado. Igual a mí, no obstante, no me gusta llevar ideas abiertas, que también en muchas bandas funciona y que está bueno. Yo soy de llevar ideas cerradas, con arreglos y todo, y después otro me dice: “che, este arreglo de brasses lo podés acortar, ¿qué te parece?”. No, de ninguna manera mis temas funcionarían igual. O sea, son para los Cadillacs, para que cante Gaby, para que toque Sergio. Los Cadillacs son una banda. Ricciardi [Fernando, baterista] es el pulso, el corazón, el beat. Cada uno aporta lo necesario para que esa alquimia suceda. No son dos personas y el resto nomás están: este es un conjunto. Puede haber líderes, y es necesario que haya líderes en los grupos. Eso empuja, pero cada uno hace una cosa y esa tensión, ese consenso es la magia de las bandas. Que es mágico y que a veces es tan intenso que termina destruyendo grupos. Es como la hermosura y la intensidad que tiene una pareja: cuando estás en pareja apostás a que todo salga bien y de golpe las cosas empiezan a no salir bien y se pudre todo. O no, o se apagó esa intensidad. Bueno, en muchas bandas pasa eso. Por eso digo que soy un agradecido. Lo loco de las bandas es que muchas veces las destruye el éxito. Por eso es una bendición que hoy esté hablando contigo. Te puedo decir que eso, hasta ahora, en 40 años no ocurrió.
-Con la perspectiva del paso del tiempo, ¿qué podés decir que le aportó a la banda haber incorporado a Astor y Florián, tu hijo y el de Vicentico respectivamente?
-Es mucho para nosotros. Más allá de lo técnico -porque son excelentes músicos, hasta mejores que nosotros- el aporte es esa frescura y el estar un padre con un hijo. Con Gaby decíamos que no serían lo mismo los Cadillacs si ellos no estuvieran. Nunca me gustó estar muy lejos de mi familia. Con Gaby siempre hemos hecho agua con eso de estar lejos tanto tiempo; por eso no somos de hacer giras, vamos y venimos todo el tiempo. No es que salimos dos años embarcados en una vorágine de no volver. Nos han dicho en Estados Unidos, cuando empezó la locura de “Matador”: “bueno, tienen la posibilidad de hacerlo acá para el público latino, pero se tiene que quedar seis meses girando”. Olvidate. Nosotros hacemos cuarenta días y volvemos. Después, si querés, volvemos en una semana o dos: si les cierra, bien y si no todo bien también.
-Dentro de poco cumple treinta años “Matador”. ¿Cómo viviste pasar de ser una banda exitosa en Argentina a ser megaestrellas en toda Latinoamérica y el mundo? ¿Fue tan vertiginoso ese momento como se puede adivinar desde afuera?
-Hablándolo, parece que todo hubiera sido una locura vertiginosa pero fue gradual. No es que dijimos: “guau, mirá lo que tenemos”. La compañía tampoco la percibió. Es la gente la que eligió y la convirtió en una bomba de neutrones. Yo soy tan poco protocolar con las fechas... O sea, “Matador” cumple treinta años y el año pasado cumplió 29 y antes 28... entonces me parece exactamente lo mismo. Celebramos tocarla, así como tocar todas las canciones que nos gustan de la banda, que por suerte son un montón.
-Todo aquello fue visto en su momento como una avanzada interesante de la música latina sobre el mercado anglo. Hoy la conquista es absoluta, con gente como Bad Bunny a la cabeza. ¿Cómo ves este dominio de la música latina sobre el mainstream angloparlante? ¿Sentís que tuvieron aunque sea un poco que ver con esto?
-Yo realmente no sé bien que pasó y que no pasó. O sea, sí, percibí que “Matador” superó toda expectativa de nosotros. Al artista que mencionaste no lo conozco demasiado, pero yo creo que son un poco norteamericanos: no olvidemos que hay mucho latino que vive en Estados Unidos, que está en Miami. Responderá a otras situaciones y estrategias, y a la gente le gusta eso y me parece perfecto. Pero no creo que “Matador” o que los Cadillacs hayan hecho un crossover tan grande. A veces amigos me dicen: “estoy en una discoteca en Alemania y pasan música gringa y de golpe pasan ‘Matador’”. La gente no tiene idea de quién es la banda. Pero bueno, pasan “Matador”, buenísimo. Eso sí me consta que ocurrió. Ahora, si contribuimos a que avance lo latino, realmente no sé porque no estamos allá y la vez que hicimos esa gira no estuvimos más de cuarenta días. Para la productora que nos había conseguido la gira éramos unos negligentes, nos decían: “ustedes tienen que girar tres meses, sino acá la gente se olvida”, pero nosotros somos así.
-Siendo una banda que cambió de estilo muchas veces, y siendo vos también un artista que nunca se quedó quieto, ¿hay hits de Cadillacs que ya no te representen? ¿Canciones que tengas que tocar porque la gente las quiere pero si pudieras dejarías de tocarlas?
-Para nada. Justamente vengo del ensayo, de hablar con los pibes del placer que me da tocar los temas. Yo permanentemente los voy renovando dentro de lo que humildemente es mi posición de bajista. Alguna vez alguien, no sé si un bajista, me dijo: “pero vos cambiás todo el tiempo”. Sí, cambio las bases porque me divierte. Entonces, dentro de lo que es mi espectro musical, los arreglos van cambiando. Pero más allá de eso, para mí es un placer tocar todos los temas. No encuentro ninguno que sea un tedio. Primero que nada, obviamente hacemos una selección desde el primero hasta el último disco, que está buenísimo hacerlo y que va por lo que tal vez sea lo más escuchado, aunque a veces le colamos alguna en el medio que hayamos tocado hace tiempo. Y te contesto individualmente pero sé que a mis compañeros les pasa lo mismo.
-¿Qué probabilidades de música nueva hay para Cadillacs?
-Muchas. De hecho la semana pasada estuve mandándole a Gaby algunos demos, algunas cosas para colaborar y hacer algo juntos. Ya haremos algo en breve. Siempre vamos a querer grabar algo. Hoy podés hacer un single, podés hacer un EP, podés hacer un disco. Lo de los singles me está gustando. Entonces siempre vamos a volver con canción nueva, como lo hemos hecho en la vuelta. Nosotros no fuimos una banda que solo regresó desde la nostalgia, la cosa de museo que... sí, algo hay, cuando ya tenés cuarenta años de carrera. La gente quiere escuchar lo de siempre. Pero fijate que con La luz del ritmo (2008) ya volvimos con tema nuevo y reversionamos algunos clásicos. En El arte de la elegancia (2009) también volvimos con tema nuevo y reversiones. Para mí es una condición sine qua non. La gente quiere escuchar “Matador” pero vamos a volver con canción nueva. Creo que lo mejor que el público puede recibir es que el artista sea egoísta. A mí me gusta eso. No es pensar únicamente en lo que la gente quiera escuchar. Yo al mismo tiempo que soy músico soy fan de la música y cuando salgo a ver una banda, lo que más me gusta es que el artista haga lo que se le cante. Me parece lo más lindo y yo recibo eso. No quiero que el artista haga lo que yo quiero, que sea proselitista y demagogo. Quiero que haga lo que quiera.
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