Triángula: el transfeminismo hecho canción, en tres profundas voces
Nadia Larcher, Micaela Vita y Noelia Recalde encabezan uno de los proyectos más llamativos que combina el rock con el folklore, en el marco de un discurso social
Triángula. No está mal colocada su tilde. Porque no es una triangulación sino la manera de definir una forma de tres lados y tres ángulos de un modo especial. ¿La manera femenina? Quienes conforman este proyecto son tres chicas (Micaela Vita, Noelia Recalde y Nadia Larcher) y tres muchachos (Juan Saraco –guitarras–, Lucas Bianco –bajo– y Jonatan Szer –batería y percusión–). Pero las que llevan las voces cantantes son ellas. Las voces y el discurso.
Comenzó a gestarse hace más de tres años pero si hay que elegir un mojón habría recordar un concierto en el Centro Cultural Recoleta que luego propició la grabación de un video-álbum, realizado en el Valle de traslasierra, Córdoba. La pandemia permitió poco más que aquella grabación, publicada en el verano de 2020. Pero ahora el grupo salió a tocar, en principio, con tres shows. Dos del último fin de semana, en Córdoba y Rosario, y otro en Buenos Aires (el 12, en Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131).
¿Triángula es una banda que cruza el folclore con el rock o es un concepto? La que responde, desde las sierras cordobesas es Micaela Vita: “Es un viaje de transformación que se inició en la intimidad de nuestros vínculos. Y va a la creación artística. Termina siendo una banda. Y la banda descubre que es un concepto, una gran nave. Yo lo siento así, sin saber muy bien como estamos en ella”.
Algunos datos hay. Varias veces Noelia, Mica y Nadia compartieron el escenario (el concierto de primavera de Estaciones Sinfónicas, que la Orquesta Sin Fin compartió con Duratierra en el C.C. Kirchner es uno de los más bellos momentos de esos encuentros).
Pero si hay que elegir uno en especial, será la convocatoria que a las tres les hizo el periodista y curador Gabriel Plaza para un ciclo que se realizó en el Centro Cultural Recoleta, con artistas que eran amigos pero que no sostenían juntos proyectos artísticos. “Esas somos nosotras, dijimos, y el camino ya estaba trazado para incluir a estos compañeros, Juan, Lucas y Jonatan”.
En otra época sería descripto como un happening, hoy como una performance, pero también como un recital de canciones independientes, perfectamente conectadas a partir de esos dos triángulos superpuestos: las tres voces con el bajo, la guitarra y la batería. Al principio no tenía nombre de proyecto. “Y se fue transformando, como crisálida, sacando un ala y mostrando que quizás era mariposa –dice Micaela–. Ahora nos tiene en el transcurrir de la obra, y nos genera un estado de sensibilidad muy particular. Esperamos que los que se acerquen a los conciertos también se suban. El primer compartir fue una experiencia tan buena que quedó picando la idea de proyectarla. Un año después Juan envió al chat grupal un mensaje que decía: ‘Me quedé con ganas de grabar lo que hicimos en el Recoleta’”.
Pusieron rumbo hacia un estudio montañés y allí se encerraron unos pocos días. “Eso nos permitió una convivencia en ese espacio. El repertorio se armó en muy poco tiempo y se plasmó muy fresco porque varios de los integrantes estaban con otros proyectos. Tres días de ensayo y después le dimos rec a la maquinaria y a las cámaras que filmaron ese precioso atardecer. Así se grabó. Fue muy especial estar ahí. Terminar de grabar y salir a mirar las estrellas y escuchar los grillos. Compartir el después de la creación que nos tomó por sorpresa. Ese marco potenció el disfrute y nos permitió plasmar la obra del modo en que lo habíamos imaginado”.
El video álbum por fin puede trasladarse a los conciertos planificados y presenciales, más allá de algunas actuaciones sin público, como la que se puede encontrar en las redes del Centro Cultural Kirchner.
El sexteto (o los dos tríos superpuestos, si se prefiere) suma visuales y vestuarios para nutrir al concepto de una personificación. No es fácil de clasificar porque puede ir de lo new age al toque gótico nórdico de las capas negras con capuchas, y una lírica por momentos críptica, que se mece sobre algunas proyecciones rítmicas de nuestro folclore y un rock local setentista de impronta spinetteana.
“Me gustaría que toda lectura que se pueda hacer quede en la libertad de lo que cada persona ve y percibe. Todo tiene que ver con que a esta obra le hacían falta otras corporalidades, incluso de nuestros rostros, y de nuestras formas de cantar. Triángula tiene mucho de lo místico, lo fantasioso”.
Aunque también hay mucha realidad, absolutamente relacionada al empoderamiento. Aparecen frases como “la voz es un territorio de lucha”. También suena la historia de la tejedora tinogasteña Aldacira Flores, fallecida en 2012, o “Setnuj” (juntes escrito al revés) un juego de palabras a partir de un canto que se escucha en algunas movilizaciones transfeministas.
“Es imposible que no aparezca una mirada política porque estamos atravesadas por el transfeminismo, que es la fuerza que nos juntó a las tres y que nos demostró que el camino era juntas y con las voces hermanadas. Son nuestras voces esos territorios de luchas. Y lo que nos regalamos como ofrenda entre nosotras. Y en nuestras voces viven las de un montón de compañeras y compañeros que cantan en cada una de nuestras letras. Esta sensibilidad política transfeminista está presente porque lo está en nuestras vivencias, pensamientos y decisiones”.
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