
Un trío de rock que no le teme al cambio permanente
Recital electroacústico de Divididos , integrado por Ricardo Mollo en guitarras, bandurria y voz; Diego Arnedo en bajos, balalaika, balalaika baja y guitarra portuguesa, y Jorge Araujo en batería, cajón peruano y udu. Invitados: Mono Fontana, en teclados y efectos; Pablo Rodríguez, en saxo y flauta; Semilla Bucciarelli, en acordeón y gráfica; Juanchi Baleirón, en guitarra; Fortunato Ramos, en erke, y Tito Fargo, en bandurria y guitarra. El miércoles en el Gran Rex. Nueva función: hoy, a las 21.30.
Nuestra opinión: Muy bueno
Si el rock perdió, al popularizarse, los atributos de una contracultura, lo que por suerte no ha resignado en muchos casos, es la férrea decisión, a lo Heráclito, de mantenerse en estado de cambio permanente, de no quedar fijado en el estereotipo.
Eso fue lo que, en estos conciertos en el Gran Rex, volvió a poner en escena Divididos. Esta vez, el trío que supo hacerse acreedor al mote de "aplanadora del rock" por la potencia y alto volumen de sus conciertos, decidió renovar sus temas, recrearlos, en otros formatos y con otros instrumentos.
Ya desde el inicio -tras un largo rato de proyecciones que ilustraron los quince años del grupo, mientras los asistentes terminaban de acomodarse en sus asientos- fueron sólo Mollo y Araujo, en guitarra y cajón peruano, respectivamente, los que interpretaron "Villancico del horror", casi al borde del escenario.
Desde allí partirán en un viaje por sus propias composiciones, en el que las melodías, los nuevos arreglos y hasta la intención de la voz, se modifican por el mismo medio e instrumentos que han elegido. Y revelaron, en aquellos temas que no sufrieron una gran mutación, la espina dorsal que sostiene a la canción.
"Casitas inundadas a votar" suma efectos del Mono Fontana, un profundo y oscuro saxo y bandurria; durante "Como un cuento" se van viendo en el telón de fondo los dibujos que, sobre la pantalla y sobre la marcha, hace Semilla Bucciarelli; "¿Qué ves?" se vuelve más lento, más grave, como de tierra adentro y en "Sisters" la banda se agranda para incluir el acordeón de Semilla y un bluseado solo de Juanchi Baleiron; habrá flauta traversa y la bandurria en manos de Tito Fargo en "ese burrito que va derecho al corral" y "15-5", con el piano de Fontana, se llenó de imaginarios humos de cabaret antiguo.
Mollo y Arnedo, cual número vivo de viejo cine, tocaron delante del telón rojo el bello "Par mil" enriquecido por el oriental sonido de la balalaika. Y, sobre el final, repetirán el efecto en "Pepe Lui", sumando a Araujo y Balerion en guitarras estrictamente acústicas.
Desde el Norte viene sonando
Los diferentes sonidos, las nuevas aproximaciones a los temas, son la clave de la noche. Aunque a partir de "El arriero" se hayan electrizado para acercarse así a su sonido más habitual. Pero no por mucho tiempo, porque entonces es un erke, desde la puerta del teatro, el que insinúa "Mañana en el Abasto" y llega, portado por Fortunato Ramos, para hacer sonar desde el escenario en su rito antiguo que liga tierra y cielo.
El público acompañó con respeto, y disfrutando, esta apuesta del trío. Más allá de algunos amagos de palmas que no prosperaron, como si cierta inercia llevara a buscar esos códigos-clichés del rock, la intención fue escuchar y aprovechar para ello lo que propone un ámbito como es el teatro. Tampoco hubo ambiguos mensajes desde el escenario, ningún pedido de exaltación y sí, varias veces, el agradecimiento por la presencia.
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