Una trayectoria única que transformó a la nueva música brasileña en un estilo venerado en todo el mundo
A los 77 años murió una de las representantes del tropicalismo, ese movimiento artístico brasileño que cambió la música de su país para siempre; la resignificación de las tradiciones, la influencia de The Beatles y un grupo de amigos de Bahia que llegaron a la cima con creatividad y rompiendo moldes
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La noticia pura dice que en septiembre pasado se había sometido a una intervención para extirparse un bulto que tenía en una de sus fosas nasales, que se había visto obligada a cancelar todas sus actividades y que, lamentablemente, todo este proceso tuvo un desenlace abrupto con su fallecimiento ayer, miércoles 9 de noviembre. Podríamos agregar a esa crónica que esta gran cantante bahiana no hubiera sido quien fue de no haber existido aquel faro que irradió sobre todo el continente llamado Elis Regina, o sin la repercusión internacional de la frutal Carmen Miranda. O decir también que sin Gal Costa y otras mujeres valiosísimas de su generación -su coterránea María Bethânia, Rosa Passos, Simone, Leny Andrade, Beth Carvalho, Nara Leão y varias más- no hubiera sido posible otra promoción siguiente de cantantes femeninas de Brasil integrada por figuras ya maduras y destacadísimas como Marisa Monte, Céu, Adriana Calcanhotto, María Rita, Leila Pinheiro, María Gadú, etcétera.
En cualquier caso, está bien claro que su muerte es un golpe muy fuerte para una época y un movimiento de la música brasileña que cambió fuertemente el recorrido que había tenido hasta allí. Porque fue parte fundamental en ese proceso que fue enlazando la canción for export del Brasil tropical, el samba más regional y el internacionalizado, la bossa nova que comenzó su explosión poco antes de que ella tuviera conciencia de las cosas, la valiosa tríada de Vinicius de Moraes-Tom Jobim-João Gilberto y la canción “Chega de Saudade” en la que siempre reconoció una de sus grandes influencias-, el hipismo, la canción pop inglesa de Los Beatles, la búsqueda hacia adelante y el gran negocio mundial de los discos y los conciertos.
Maria da Graça Costa Penna Burgos, que así se llamaba, había nacido en San Salvador de Bahía el 26 de setiembre de 1945 y había sido criada por su madre Mariah Costa Pena. A su padre Arnaldo Burgos, que murió cuando Gal tenía 15 años, nunca llegó a conocerlo.
Muy joven, debutó en 1964 en el teatro Vila Velha de su nordestina ciudad natal, nada menos que junto a Caetano Veloso, Gilberto Gil -a quienes había conocido poco antes a través de sus esposas-, Maria Bethânia y Tom Zé, entre otros monstruos de Brasil. Todo un grupo de enormes talentos bahianos, aún veinteañeros, que empezaron a cruzar los sonidos regionales con las músicas que venían de Río de Janeiro y con el toque “juvenil” que los atravesaba por edad y por espíritu de época.
Sus primeros contactos con la música fueron precisamente con quienes serían sus cómplices principales a lo largo de toda su vida: Gil y Caetano. Y aunque vivió en otros lugares de su país y aunque hiciera una importantísima carrera solista abordando repertorios muy diversos, esa relación de confraternidad artística con sus “amigos del barrio” y su identidad con lo bahiano fue lo que la signaría para siempre. No fue casualidad entonces que debutara en un estudio de grabación en 1965 como invitada para un disco de Bethânia o que en sus primeros álbumes hubiera composiciones de Gil y de Caetano, con quien debutó en un LP casi compartido, Domingo, en 1967. Ni que poco tiempo después volviera a ser parte, junto a todos ellos, de la Tropicália, el gran movimiento contra-contestatario. O de los Doces Bárbaros de los años ‘70, con un álbum en vivo también antológico.
A lo largo de una vida intensa de shows y discos, Gal Costa fue la gran voz de figuras como las mencionadas, pero también de Roberto y Erasmo Carlos, Dorival Caymmi –a quien dedicó un memorable disco completo-, Jorge Ben Jor, Chico Buarque, Milton Nascimento, Ary Barroso, Djavan, Moraes Moreira, Edu Lobo, Tom Jobim, Newton Mendonça y tantos más. O la de su gran show y disco bisagra en términos de llegada internacional, “Gal tropical”, de 1979. Más allá de que todos recuerden, también en la Argentina, su muy exitosa interpretación de “Un día de domingo”, a dúo con Tim Maia.
Pero en más de un lustro de carrera, las hizo todas. Sus dos primeros álbumes absolutamente personales se publicaron en 1969: Gal Costa y Gal. Pero después de eso, participó en centenares de grabaciones para diferentes compañías multinacionales, con unos cuarenta álbumes que llevaron su nombre al frente. Figura de renombre internacional, admiradísima en Argentina donde estuvo muchísimas veces y donde dijo siempre sentirse muy cómoda, fue parte de la versión brasileña de “We are the World” y de otros proyectos benéficos. Puso su garganta para musicalizar telenovelas. Mostró su parte atrevida posando desnuda para la desaparecida revista Status. Fue protagonista central en cientos de festivales. Cantó y grabó en español, en inglés y en otros idiomas. Hizo su acústico de rigor para la MTV cuando correspondió, actuó en el Blue Note de Nueva York y recorrió todo el planeta. Compartió escenarios y registros con grandes artistas de nuestro país como Mercedes Sosa o Alejandro Lerner. Y en 2017, pasó por última vez por Buenos Aires para una actuación en el Gran Rex.Ya en los últimos años su actividad profesional había disminuido su intensidad. Un poco para dedicarse al cuidado de su hijo adoptivo y otro poco por el natural transcurso de los años.™™
Es difícil elegir las preferidas entre las canciones que quedaron indisolublemente ligadas a su garganta. “Coração vagabundo”, “Baby”, “Não Identificado”, “Meu nome é Gal”, “London, London”, “Falsa baiana”, “Índia”, “São Salvador”, “Vatapá”, “Balancê”, “Força estranha”, “Festa do interior”, “Vaca profana”, podrían ser apenas algunas de que las el público solía reclamar en sus shows. Pero siempre hacía crecer todo lo que pasaba por sus interpretaciones.
Fue dueña de una voz monumental, de buenos registros graves y de amplitud hacia los agudos, dulce y muy entonada pero a la vez de una potencia y una “gordura” sorprendentes. Deja esa voluminosa lista de discos que fueron, como se dijo, desde las primeras piezas más ligadas al hipismo y al pop “alla” bahiana hasta las más pegadizas y cantables que se hicieron populares en todas partes, de la canción “con contenido” a las más pegadizas y comerciales, de lo regional a lo internacional. Fue a la vez una gran artista y una pieza fundamental para la industria cultural de buena parte de la centuria pasada. Pero como irremediablemente sucede, la muerte es inexorable y no perdona; y ahora nos toca despedir a Gal Costa, con “solo” 77 años de vida. Con ella se va, como cada día, otro pedacito muy significativo de lo mejor del siglo XX. Se nos fue alguien a quien también vamos a extrañar mucho.
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