Nietzsche contra Wagner
Gracias a Wagner, Friedrich Nietzsche, de cuya muerte se cumple mañana un siglo, ingresó en la gran historia de la música. Es cierto que él mismo fue compositor "amateur", con una discreta producción de diecisiete canciones (1864), obras para piano como "Noche de San Silvestre" (1874), "Meditación sobre Manfredo de Byron" y "Monodia" (ambas de1872), el "Himno a la amistad" para coro y piano (1874) y el "Himno a la vida" para coro y orquesta (1887). Pero esos títulos no podían garantizarle una dignidad como creador, aun cuando algunos hayan sido tocados en piano por el mismísimo Wagner. En cambio, lo que marcó su permanencia en la historia musical fue la afirmación de su nostalgia del hombre nuevo, del superhombre, a través de su conflictiva relación con el autor de la saga de los nibelungos.
Fue hacia 1869 cuando el filósofo y el músico se encontraron en Leipzig. Nietzsche tenía 24 años y Wagner 56. El ritmo de la relación lo daba este último, entre otras razones porque el joven profesor de filología clásica de la Universidad de Basilea apenas podía sustraerse al embrujo de ese hombre sin cuya música, según reconoció, "no habría podido sobrevivir la juventud". "Todavía estoy buscando -lo dice en "Ecce Homo"- una obra de tan peligrosa fascinación, de tan tierna y terrible inmortalidad como "Tristán e Isolda"; la he buscado en todas las artes, y en vano."
Wagner, satisfecho con tanta adoración, estaba convencido de que por fin se lo entendía. En "El nacimiento de la tragedia" Nietzsche presenta a Wagner como el dramaturgo griego renacido, porque a través de la Gesamtkunstwerk, la obra de arte total, logra recuperar la flor más perfecta de la cultura griega, la pasión vital de la tragedia, cuya muerte había apresurado el ideal racionalista apolíneo de Sócrates. Y eso es lo que Wagner deseaba oír, la reformulación del papel histórico que venía reclamando para sí mismo en numerosos ensayos. Sin embargo, semejantes atribuciones le costaron caro a Nietzsche, pues sus colegas y discípulos no tardaron en enrostrarle que no existe relación entre Wagner y la tragedia griega, y que esta última no nace, en rigor de verdad, del espíritu de la música.
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La obra fundamental de Nietzsche en relación con la psicología y el significado íntimo de la música de Wagner fue escrita en 1876 y lleva por título "Richard Wagner en Bayreuth". Sin embargo, ese mismo volumen marcaría el comienzo de su rechazo. Porque si ya empezaba el filósofo, violentamente anticristiano, a repeler todo lo que Bayreuth y el espíritu romántico y nacionalista alemán del Segundo Reich representaban, el golpe de gracia fue la noticia recibida en 1877 de que Wagner se proponía abordar la historia de Parsifal, con su mensaje acentuadamente cristiano de purificación y redención. Después de haber afirmado que "Wagner condensa la época moderna; (por tanto) no hay alternativa: uno tiene que ser wagneriano", tras la desaparición del compositor termina por aceptar (en "El caso Wagner") que todo lo que este hombre toca "se infecta: ha enfermado a la propia música".
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