París, ciudad siempre amiga de las mascotas
PARIS (Especial).- Los animales de París agitan banderas de libertad, igualdad y fraternidad. Porque comparten privilegios con los humanos que sus congéneres argentinos ni sueñan. Las mascotas, por ejemplo, son admitidas en hoteles, iglesias, subtes y tiendas. En los restaurantes no sólo no les ponen mala cara ni mandan a los tutores a atarlas de un árbol en la vereda. Pueden entrar, acomodarse a los pies de sus tutores... o sentarse a la mesa y acercarse al plato si el menú les resulta tentador. Hace unos días, en un fast food de Les Halles las cosas fueron más allá: un par de gorriones entró a pedir algunas migas y se fue muy contento con su botín sin que nadie se espantara.
En cuestión de estilo, París dicta cátedra, incluso en moda canina. En la rue Bonaparte de Saint-Germain, los bulldogs pueden pasearse con bufanda de cashmere a rayas, combinada con la de su paseador. Por Le Marais, en cambio, el look suele ser más casual: pueden verse cuadrúpedos en camperas con capucha y varios bolsillos, bien llevadas con pretal rockero. Los gatos se trasladan en bolsas ad hoc.
Cucha prerrevolucionaria
Para demostrar que los animales en París son bon-vivants desde siempre, en el Museo Carnavalet se exhibe una cucha de época, con madera tallada y forrada en el mejor de los brocatos. La ficha indica que es prerrevolucionaria: circa 1785.
Sin embargo, la última de las tendencias no es tan alegre. Ultimamente, los mendigos de la ciudad extienden sus platitos para pedir monedas abrazados a perros de todas las razas. Hay quienes dicen que lo hacen para evitar ser llevados por las noches a refugios, donde ahí sí los animales tienen la entrada prohibida. También se puede pensar que mitigan el frío y la soledad. Sólo ellos y sus mascotas lo saben.
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