El actor y humorista, de 61 años, encontró en la espiritualidad el camino de la resiliencia, volvió a enamorarse y protagoniza una comedia en Mar del Plata que se acerca desde el humor a la problemática de los vínculos familiares
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MAR DEL PLATA.- “Mi formación es actoral, pero luego encontré en el monólogo y el chiste como mi medio de vida, me fue muy bien allí, lo cual me llevó a dejar a mi actor un poco de lado, aunque, también en esa forma de hacer humor aparece algo de ese oficio”. Chiqui Abecasis no reniega de su función de hacer reír, de contador de cuentos y de poder llegar al espectador sin la máscara de un personaje. Sin embargo, protagonizar la comedia El plan -que se da en el teatro Santa Fe- lo reencontró con una faceta algo olvidada. Recuperó un origen. “Creo que las comedias que transitan la problemática de los vínculos familiares son muy aceptadas por el público”, se entusiasma.
El plan es una idea original de Gabriel Almirón, el actor que hizo famoso el personaje de Pacotillo, y que fue rubricada por él y por René Bretrand. “Trata temas que hacen a un drama, pero esto es humor, no parás de reírte de aquello que puede sonar muy dramático”, dice.
En la pieza, dirigida por Carlos Nieto, aparece el vínculo entre dos hermanos, el menor con una batería de fobias y tocs a cuestas, lo cual lleva a que el mayor deba hacerse cargo de él. Junto a Chiqui Abecasis, el elenco se completa con Alejandro Müller -ganador del premio Estrella de Mar como mejor Actor de Comedia-, Mónica Farro y Kitty Locane, bajo la producción de Aldo Funes. “Es una comedia que no hay que sobreactuar, no caer en la monigotada, porque perdería todo su sentido”, resalta.
Nació como Alfonso Abecasis en Bella Vista, un barrio típico de Rosario, el último día de 1964. Con su humor, formó parte de los programas Café Fashion, VideoMatch y Susana Giménez y participó en la televisión internacional en formatos como El show de Cristina (Miami) y De pe a pa (Chile), entre muchos otros trabajos televisivos. Enviudó antes de cumplir los cincuenta, tiene tres hijos y dos nietos. Y una novia. “Cada vez que entro al teatro, agradezco a Dios el haberme dado cuenta que ésta era mi vocación”, dice el actor.
-¿Cómo nace esa vocación?
-Tengo que reconocerle un gran mérito a Mariquita de Trucco, mi maestra de primaria en el colegio San José, quien me descubrió artista a los seis años. A partir de entonces, me hacía subir al escenario a actuar, cantar, tocar un instrumento. Es tan importante que un maestro te vea tu vocación, pero no es lo habitual, porque los docentes están preparados para formar abogados, médicos, arquitectos, pero no a artistas. Artista se nace, a otras profesiones se llega estudiando. Por supuesto, es una teoría que alguien me puede rebatir, pero es mi opinión.
-En el Conservatorio Nacional, un docente le dijo a Alfredo Alcón que no poseía condiciones para ser actor. Si Alcón le hubiese hecho caso a esa falta de estímulo, jamás lo hubiéramos conocido.
-Siempre digo que hay que estar en el lugar preciso donde hay alguien que valora lo que hacés. Quizás aquel docente no era el profesor indicado para Alfredo Alcón. Por eso siempre hay que seguir buscando, sino siempre nos hubiésemos quedado con la primera novia.
Autoconocimiento
-¿Hiciste mucha terapia en tu vida?
-Nunca.
-Tenés calle...
-Poseo experiencia de vida, miro, observo y escucho. Trato de analizarme a mí mismo y llevar adelante una vida espiritual bastante intensa, profunda.
-¿Por dónde pasa esa espiritualidad?
-Creo en Dios, en los ángeles, en la energía. Soy reikista y medito con los ángeles. Los ángeles y los arcángeles son lo más maravilloso que existe en el mundo.
-¿Arcángeles y ángeles?
-Los arcángeles son los “jefes”, son los que están más cerca de Dios. Son siete, pero Miguel, Rafael y Uriel son los más conocidos.
-¿Cómo es el vínculo con los arcángeles y con los ángeles? ¿Se les reza como los creyentes lo hacen con los santos?
-Se les pide, como quien va a pedir al quiosco un paquete de cigarrillos. Probalo con el estacionamiento.
-¿Con el estacionamiento?
-Cuando no encontrás lugar para estacionar el auto, pedile a los arcángeles de la urgencia que te consigan un espacio y, cuando aparece, decí “gracias”, a ellos les gusta que se les agradezca. A veces, nos olvidamos de agradecer.
-Más allá del estacionamiento, ¿qué otras cosas les pedís?
-Paz, que mis hijos estén bien, claridad, salud.
Resignificar la pérdida
En 2011, el actor enviudó de su esposa de toda la vida, la madre de sus hijos. Cuando se le sugiere que tal hecho fue prematuro, amparado en sus creencias, refuta: “¿Prematuro para la vista de quién? Fue en el momento en que tenía que ser, aunque, sí es cierto que era muy joven”. Su esposa falleció a los 47 años, la misma edad que tenía Abecasis en ese momento.
-Cuando sucede un hecho traumático, mucha gente se enoja con Dios, pierde la fe. No fue tu caso.
-Sí, fue mi caso, obvio que me enojé, es uno de los procesos del duelo. Primero te enojás, después entendés, comenzás a trabajar con la resiliencia, y aceptás. Si no se hacen esos procesos, que fisiológicamente toman dos años, hasta que uno puede cerrar el duelo, en algún momento todo el dolor vuelve a aparecer. El enojo te lleva a preguntarte “¿por qué a mí?” y luego, con el entendimiento, llegás al “¿para qué?”. Uno va encontrando sus propias respuestas.
Abecasis dice que lleva más de tres décadas de amistad con el Padre Ignacio, el sacerdote sanador de Rosario. “Él nos ayudó muchísimo”, asegura.
-¿Te referís a cuándo enfermó tu mujer?
-Es Claudia, ya no es más mi mujer. Es una energía que, cuando estaba en este plano era mi mujer y la madre de mis tres hijos, pero ya no es mi mujer. Quizás hoy tenga otro nombre, pero para nosotros es Claudia. Una vez me preguntaron cómo me daba cuenta que ya había hecho el duelo y mi respuesta fue “porque cuando la nombro ya no lloro”. Ya está. Está colocado en el lugar donde tiene que estar. No solamente para mí, sino también para Claudia, para su alma, no es bueno tenerla agarrada acá y no soltarla.
-Hablábas sobre el Padre Ignacio.
-Un día le dije: “¿Me merezco esto? ¿Por qué Dios me hace esto?”. Y él me respondió: “Hay que tener cuidado con lo que se pide o con lo que uno cree que merece, porque quizás lo que uno merece es peor que lo que le mandan o tiene”. Me quiso decir que hay que agradecer lo que se tiene. Conformismo, resiliencia, positividad son herramientas que uno utiliza. Si uno no sabe que tiene esas herramientas, no puede solucionar nada.
-La búsqueda interior, ¿fue a partir de lo sucedido con Claudia?
-Siempre fui un tipo bastante espiritual, aunque es algo que se entrena.
-¿Se entrena la espiritualidad?
-Claro, obvio que sí. Si en lugar de estar anestesiado o fumándote un porro te ponés a meditar, a hacer ejercicio, practicar yoga, estás entrenado el cuerpo y el alma.
La entrevista con LA NACION se realiza a media mañana, en una jornada a pleno sol en Mar del Plata. El actor cuenta que, como cada día, amaneció bien temprano, nadó en el mar y luego desayunó. “Todo se entrena y a todo hay que buscarle un tiempo. Es bueno pensarse si se es feliz o no, si se está alegre o no. La felicidad es lo más cercano a un estado de paz. No se trata de no tener problemas, sino de estar en paz para afrontarlo”. Insiste: “Todo eso se entrena, si tomo determinada actitud, generaré enfermedades, si voy por otro camino, estaré más sano, provocaré endorfinas”. Y también entiende que “se confunde ego con autoestima”.
-¿Cuál es la diferencia?
-El ego no te hace disfrutar, te hace sentir que lo bueno nunca se encuentra donde vos estás. Eso te hace sufrir. La autoestima, en cambio, hace que sigas para adelante, es generosa, es confiar en uno, te da seguridad. La autoestima te dice “sos un pelotudo, pero sos el mejor pelotudo del mundo”.
-Te manejás en un medio con mucho ego enfermo.
-Sí, es un medio complicado. Si fuera vendedor de copas, si me dicen que no, no pasa nada, le dicen que no a la copa; pero, cuando la copa sos vos, te están diciendo que no a vos. Entonces, lo que hay que diferenciar es que uno es un producto y hay que buscar al que esté necesitando lo que uno hace. Una vez, alguien me dijo “sos caro” y yo le respondí que mi trabajo no era vender miles de tickets, pero que generaba el boca a boca del público. Quizás, no sacás la entrada por mí, pero adentro te cazo y vas a salir hablando de lo que yo hice. Y, si se corta la luz, el que te salva la función soy yo.
-Eso es autoestima.
-Exacto.
Fórmula propia
-¿Qué es el yoga de la risa?
-Es una terapia que la creó Madan Kataria, un médico hindú.
-¿Cómo llegás a esta disciplina?
-Porque no me estaba riendo y no sabía qué me sucedía. Descubrí esta terapia a través de Patricia Giménez, mi reikista, quien me conectó con Griselda Núñez, quien vivía en Concordia y era terapeuta de la risa. Me interioricé y comencé. Es una terapia que focaliza en la posibilidad de reír sin razón, sin la necesidad de un estímulo, de la comedia o del chiste. Todos traemos el don de la risa, pero no sabemos que la podemos generar sin el estímulo de otros. Lo que sucede es que el ser humano siempre busca una responsabilidad en el otro. Es como con la pareja, se busca que el otro te haga feliz y no es así. Venime feliz y compartamos la vida. Uno no puede tener la exigencia de hacer feliz a otro.
“El yoga de la risa trabaja con las neuronas espejo, que son las del contagio, como con el bostezo. Partimos de la risa fingida hasta conseguir la risa real. Los niños ríen cuatrocientas veces por día y los adultos quince o veinte. Los niños ríen sin saber por qué o porque juegan y no tienen temor al ridículo. Hasta que llega un adulto y les dice ´¿de qué te reís?´, ´pórtate como la gente´, ´parecés un estúpido´”, explica.
-¿Organizás talleres?
-Sí, y somos niños jugando. Cuando se vence el ridículo, el techo es el cielo.
-Entiendo que hay repercusiones beneficiosas en lo físico.
-Cuando te reís se producen endorfinas, serotoninas, dopaminas, y baja el cortisol, que es un tóxico que genera estrés, dolor de cabeza y enfermedades. En mis talleres suelo hacer el “juego de las tarjetas de crédito”.
-¿En qué consiste?
-Imaginar que debo quinientos mil pesos de tarjeta y no los puedo pagar. Entonces, en lugar de amargarme, me empiezo a reír. El saldo no lo podré pagar, pero no me hace daño en el cuerpo y energéticamente me preparo con una energía diferente que me puede ayudar a conseguir el dinero para poder pagar lo que debo.
-¿No hay irresponsabilidad ahí?
-Por supuesto que no, el tema es cómo afrontás la situación y cómo llega la solución. Se trata de proteger el organismo.
-¿Aplicás el yoga de la risa en tu cotidianeidad?
-Sí, cuando me acuerdo, cuando estoy consciente del procedimiento. Es como cuando se practica yoga y se respira de manera consciente. Con la risa sucede lo mismo, es buscar provocarla de manera consciente, sin ningún estímulo.
Se ríe sin vergüenza. Lanza una carcajada. “Mi cerebro no sabe de qué me rio, es estúpido, puede ser engañado, no sabe que lo hago a propósito”, señala.
-Entonces también eso sucede con lo negativo.
-Por supuesto. Si uno lo llena de negatividad, se va enfermando. La gente dice “no me río, porque no estoy de ánimo” y yo les respondo “no estás de ánimo porque no te reís”. A la mañana, cuando te enfrentás al espejo, hacé el gesto de la risa mientras te lavás los dientes. Automáticamente, empezás a reír. Y cuando más lo hacés, más te reís.
Y sigue riéndose sin pudores en la vereda en plena costanera de Mar del Plata. Hoy, Abecasis lleva la técnica a talleres para empresas y también, desde hace años, lo hace en FUCA con pacientes oncológicos y en talleres de rehabilitación de adicciones.
Buscando que no se idealice su vida, reconoce: “Como asados, tomo cerveza, soy un tipo normal, pero, a los 61 años me encuentro bien, nado todos los días, que es lo único que puedo hacer para que no me afecte a las rodillas”. Y vuelve a sorprender al confesar que hace ejercicios de fuerza englobados en lo que se llama “calistenia”, basado en el propio peso corporal.
-¿Te volviste a enamorar?
-Sí, después de Claudia tuve varias relaciones muy importantes, personas que Dios me puso en la vida y me ayudaron mucho a salir de la zona en la que estaba. Hoy estoy en pareja con Susana, quien me rescató. Con ella puedo experimentar sensaciones que nunca había sentido. Eso demuestra que estoy vivo, que todas las relaciones son diferentes y que jamás hay que cometer el error de comparar.
-¿Cuál es la clave?
-Se trata de construir todos los días, comunicarse, conocerse. Dejar el enamoramiento, donde se miente, para lograr amar. Son distintos estadíos. Por eso, jamás en la primera cita voy a llevarte a comer a la luz de la velas, porque me gusta ser auténtico y no hacer algo que no voy a poder sostener en el tiempo, no te voy a mentir. La primera noche venite a casa que yo cocino, porque te voy a cocinar siempre. Y si te quedás a dormir, a la mañana te despertaré con el mate, que es algo que voy a mantener de por vida. Una vez bajé del departamento a comprarle rosas y me pidieron veinte mil pesos, no las compré, me pareció que me robaban. Cuando volví, me dijo “no me podés decir eso”, pero es lo que sentí, soy auténtico. Sin embargo, ella, en la mesita de luz, todavía tiene guardado un papel con una rosa dibujada. Es eso. Eso es amor.
El Padrino criollo
Habían pasado muchos espectáculos de humor, teatro de revista y unipersonales, hasta que le sugirió a Luis Cella -histórico productor de Susana Giménez- que lo tuviese en cuenta para un trabajo con texto en prosa y fue Gerardo Sofovich quien le dio la oportunidad de interpretar un personaje en la comedia El champán las pone mimosas, en una sala de Villa Carlos Paz. “Fue el primer éxito rutilante de Florencia de la V, metimos 70 mil espectadores en toda la temporada”. Luego de esa experiencia, Abecasis recibió una oferta para hacer humor en cruceros europeos y no dudó en partir.
-¿Era complejo Gerardo Sofovich?
-No, había que saberlo llevar.
-Siempre se dijo que era una persona bastante irritable a la hora de trabajar y dirigir equipos...
-Era difícil, no le gustaban los tibios, entonces, cuando te le plantabas, te miraba diferente. Había que plantarse con talento y seguridad. Tuve varios cruces bravos con él, pero después nos íbamos a comer juntos. Me dio mucha confianza en mí trabajo.
Abecasis recuerda cuando “El Ruso” -como todos le decían a Sofovich- le pidió que dijera ante él, el monólogo que haría en la revista Más que diferente, obteniendo la negativa del humorista: “Le dije: ‘Vos sabés más que nadie que el humor es sorpresa, ¿cómo hago para sorprenderte a vos, que conocés todo? Me vas a decir que todos los chistes son viejos´. Fue una forma inteligente de decirle a Sofovich que se las sabía todas”.
-Te jugabas a que te echara.
-Estaba seguro que eso no sucedería, pero tampoco era un caprichoso. Cuando me pidió que le pasara la letra del personaje de un mago que solía interpretar, no dudé en hacerlo, ya que me parecía bien que él lo viera antes de estrenar. “Con ese personaje usted hace reír hasta en la China”, me llegó a decir Rodolfo Ranni.
A los pocos días, Sofovich le pidió que volviera a “hacer eso que hiciste el otro día”, pero ante la mirada de Sofía Oleksak, quien, en ese momento, era pareja del prolífico director. “Se lo hago a ella, pero vos date vuelta. Siempre le decía algo que lo descolocaba”.
-¿Qué lugar ocupa el espectador en la comedia y el humor?
-El público es el que termina la comedia o redondea el chiste.
Actualmente, además de protagonizar El plan, cada noche continúa con su programa en la radio Cadena 3 que sale para todo el país. “Estoy feliz de poder hacerlo, le llevamos alegría a la gente luego del palazo de todo el día”.
-Hacer reír, ¿es una misión?
-Es posible, lo hago conscientemente y también como un acto reflejo, jamás le tuve miedo al ridículo.
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