Damián De Santo, sobre la denuncia por usurpación de tierras en Villa Giardino: "Vamos a esperar que la Justicia decida"
Se mudó a Villa Giardino, un pueblo de ensueño en las sierras de Córdoba, hace doce años, en busca de tranquilidad y una nueva vida. Allí, Damián De Santo construyó Umbral del Sol, un complejo de cabañas que administra junto a su mujer, Vanina Bilous, y sus dos hijos, Joaquín y Camilo. Pero esa paz se quebró en la última semana con el incendio que casi lo deja sin hogar y ahora con una denuncia por la supuesta usurpación de un lote.
"Hay un juicio de por medio que está encaminado y vamos a esperar que la Justicia decida. No los vamos a discutir en los medios. Estamos tranquilos porque hicimos las cosas bien y no somos usurpadores, esa es la realidad", le dijo el actor a LA NACION, consultado sobre los dichos de Lucas Berubi, el hombre que asegura ser propietario de uno de los terrenos sobre los que montó su emprendimiento. "Yo no me puedo hacer cargo de opiniones de la gente. La realidad es una sola, y es la que sabemos él y yo, y punto. Hay un juicio, nunca me escondí y soy de enfrentar siempre las situaciones; también voy a seguir enfrentando esta", señaló.
-Pasados unos días del incendio, ¿qué sensación te queda de esos momentos?
-Todas las mañanas nos levantábamos y veíamos la sierra amarronada tirando a verdecita porque es la época en que empiezan a crecer las flores de los duraznos, los cerezos, las glicinas y ahora vemos todo negro y es triste. A unos días de lo sucedido, y tomando distancia, ves el horror de lo que puede provocar un incendio forestal, en el medio de un pueblo. Y pensás en todo lo que podría haber pasado y no pasó gracias a los bomberos y la gente.
-Se vieron imágenes tuyas apagando el fuego con una hidrolavadora...
-Esa hidrolavadora es muy buena para prevenir, pero no sirve de mucho cuando hay semejante incendio. Se había cortado la luz y la hidro dejó de funcionar y entonces arranqué la manguera y le seguí dando, de desesperación. Obviamente no hacía nada con eso, pero al menos no me quedaba quieto viendo cómo se nos quemaba todo. En media hora teníamos el fuego encima y no nos dio tiempo a nada. Por suerte la gente se acercó enseguida, y también los bomberos de Giardino. El avión hidrante de Hernán Vázquez nos salvó la casa, porque cuando se prendió fuego la vereda y los palos del alambrado y el quincho, entonces las lenguas de fuego iban a hacer explotar los vidrios de casa. Justo pasó este chico que es nuestro Dios, e hizo un tiro con el avión hidrante y enfrió la casa.
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-¿Fueron grandes las pérdidas materiales?
-Por suerte las pérdidas fueron pocas comparadas con lo que podría haber pasado. Se derritieron cables de la instalación eléctrica perimetral, las mangueras de riego y las que ingresan el agua a casa. También se estropeó un acopio de agua que tenemos en un tanque de 2500 litros, los alambrados, un vidrio doble que ya no es transparente... En las cabañas se despegaron algunos contramarcos y otro vidrio doble. El fuego no va a volver, al menos de donde vino, pero de noche vemos humo, así que todavía hay focos de incendio en pastizales. Se supone que se inició por un cable de la empresa de luz que se cortó por el viento, empezó a chisporrotear sobre el pasto y cuando llegaron ya estaba incontrolable, el fuego se extendió y dieron alerta roja. Mucha gente se acercó a ayudarnos y sentís responsabilidad; fue complicado porque le tirábamos baldazos al quincho y se nos caían los pedazos de paja prendidos fuego encima. Fue dantesco.
-Ahora hay mucho trabajo por hacer...
-Sí, y yo soy el chico de mantenimiento [risas]. Cuando hay gente tenés que correr, porque siempre hay algún problema: la cadena no tira, se rompe una canilla. Ahora no hay turismo, claro. Hicimos un convenio con gastronómicos, que es el sindicato que nos corresponde, y tenemos al personal suspendido, que cobra el 75 por ciento del sueldo pero no pueden trabajar porque no hay protocolos todavía.
-¿Y cómo se las arreglan?
-Antes del verano vendimos un terreno y con esto nos mantuvimos hasta ahora, más unos ahorros y préstamos de hermanos, tarjetas de crédito. Si hubiésemos tenido el diario del lunes y hubiéramos sabido del Covid, no hubiésemos invertido parte del dinero que nos quedó de la temporada de verano. Hicimos una movida grande y compramos batas, toallas, toallones, calderas para tener de repuesto, motores. Equipamos los repuestos e hicimos un gasto grande pensando que el año venía bien con las Pascuas y varios fines de semana largos, además de una carrera de mountain bike muy conocida que finalmente no se realizó.
Su lugar en el mundo
De Santo conoció Villa Giardino porque ahí está el hotel de la Asociación Argentina de Actores, y se enamoró del lugar. "Nosotros estamos acá por nuestro hijo Joaquín. Cuando Vanina estaba embarazada creíamos que íbamos a perderlo, y hoy nos ayuda a laburar", relata.
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-¿Cómo se dieron las cosas?
-Veníamos complicados con el embarazo, con grandes posibilidades de perderlo y cuando llegamos acá, Vanina no tuvo nunca más una pérdida ni una complicación. Y ahí decidimos hacer nuestra historia aquí. Le debo tanto a este lugar... Nos mudamos el 8 de diciembre del 2008. Alambramos y plantamos más de 200 árboles porque esto era la nada, había solamente dos árboles autóctonos, un olmo y un crateus y nosotros plantamos roble, sauce llorón, eucalipto medicinal, acacias rojas, palmeras. Hoy esos árboles y la diversidad hablan de los años que estuvimos acá y lo que cuidamos todo. Me acuerdo que regábamos con una manguerita que perdía la presión a medida que nos alejábamos. Y construimos nuestra casa y las cabañas con amigos, los mismos que construyeron mi casa en Villa Urquiza; los trajimos a convivir un año y monedas. Y hoy Joaquín nos ayuda cuando puede porque estudia teatro en la Universidad Nacional de Córdoba, y Camilo está en la secundaria todavía.
Además de amor, Damián y Vanina le ponen trabajo a su emprendimiento. "Ella lleva más que nada la parte administrativa y yo el mantenimiento y los chicos, ahora que son más grandes, ayudan y le meten garra. Traté de poner los huevos en distintas canastas, pero en épocas de pandemia no trabaja ninguna. Todo lo que pasa me angustia un poco porque tenemos cinco empleados durante todo el año y sé que con el 75 por ciento del sueldo llegan justito y tiene que hacer changas, a veces", se sincera. "Estamos solos para hacer todo el mantenimiento. De repente viene un plomero o un pintor a dar una mano pero yo hago todo. Ahora estoy cambiando las venecitas de la pileta, algunas llaves de paso, pintando los decks de madera, limpiando la pileta todos los días para que esté linda el agua porque en los años que estamos acá la vaciamos un par de veces: el agua es un bien preciado y somos conscientes de eso".
-¿Qué cosas nuevas aprendiste desde que trajabás en las cabañas?
-Aprendí muchas cosas aunque siempre fui un tipo inquieto. Cuando venía el técnico del lavarropas a casa observaba, preguntaba y así con todos. Llevo bien los temas de electricidad, soy de meter mano, de ayudar, emprendedor. Cuando me despierto y veo la lista de cosas que hay que hacer, un poco me bajoneo, pero cuando me pongo a trabajar aparece nuestro hermoso lugar de una hectárea y media con nuestras seis cabañas. Tenemos este emprendimiento para que venga la gente, y que no se pueda nos entristece un poco. Este es un lugar para disfrutar. Este servicio es un acto de amor para que la gente que ahorró durante muchos meses pase unas lindas vacaciones, sin inconvenientes. Estamos atentos a dar soluciones y es algo que cansa, pero el cuento final es alegría. La mayoría de nuestros clientes vienen desde hace años y tenemos una relación de amistad; cuando vienen se arman grupos y cocinamos cochinillo, paella, pollo al disco, picada...
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-¿Extrañás la tele? La última vez que trabajaste fue en 2018, como conductor de Morfi todos a la mesa...
-Se extraña, pero siempre aparece algo. Este año tuve ofertas para hacer dos películas que se suspendieron por la pandemia. Cada vez que voy a Buenos Aires miro algo de teatro, me junto con los colegas.
-¿Volverías a vivir en la ciudad?
-No, nuestra vida está acá. Nuestros hijos estudian acá y tienen sus amigos. Nuestro centro de operaciones es Giardino.
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