
Gabriel “Puma” Goity: del sueño que cumplió con Cyrano al especial llamado de Guillermo Francella el día de su cumpleaños
El actor, que está de gira con Cyrano, confiesa por qué protagonizar este clásico de la literatura francesa fue un deseo cumplido. Además, habla de su amistad con Guillermo Francella y asegura que habrá más temporadas de El Encargado

A los 16 años fue al teatro por primera vez. Su abuelo, un gran fanático de este arte, lo invitó a ver el clásico Cyrano de Bergerac. Hoy, cinco décadas después, Gabriel “Puma” Goity protagoniza esta pieza de la literatura francesa sobre las tablas. “Todo el mundo sabía que esta obra fue la que me llevó a mí a ser actor y me llegó de una manera increíble. Se dieron un montón de circunstancias hermosas y amorosas que llevaron a este llamado que esperé casi cincuenta años”, confiesa quien ya hace dos años que está al frente de este clásico y por el que recibió varios premios.
A pesar de contar con un gran recorrido por el mundo del cine y la TV, el teatro es su lugar. Ese para el que estudió, se preparó y aún sigue apostando. “Yo el teatro lo milito, yo soy actor de teatro”, advierte en una época donde muchos colegas se refugiaron en él ante la falta de ficción. Mientras se prepara para regresar a la pantalla con la cuarta temporada de El Encargado, Goity asegura que no hay grieta entre los actores, defiende a su amigo Guillermo Francella de los detractores y asegura: “Yo actúo con los mejores que se pueda actuar y después cada uno tiene derecho a pensar lo que quiera y votar a quien quiera”.
-Acabás de ganar un Martín Fierro por tu rol en El Encargado y previamente lo ganaste por Cyrano en teatro. ¿Qué te pasa con los premios? ¿Te gustan?
-A todos nos gustan los premios, ¿a quién no le gustan? Cuando lo ganás está buenísimo y cuando lo perdés es una injusticia. Pero, este último de televisión, la verdad que me resultó raro porque para mí era para Guillermo (Francella), así que realmente me sorprendió.

-¿No fuiste porque no estabas en Buenos Aires?
-No, no estaba. Justo tenía programada otra cosa afuera, así que por suerte no estaba (risas).
-¿Pero hubieras ido?
-Sí, hay que ir, hay que apoyar a la industria. Si no te gustan los premios, rechazalos. Si no estás de acuerdo, avisale a la gente de Aptra que no te nomine. Pero, en este caso, ya tenía programado este viaje.
-Esta es la primera nota que hacés después de ganar. Hagamos un juego: ¿qué dirías en el escenario?
-¡Ay, no lo esperaba! (risas). No me quito mérito, no me voy a hacer el humilde pero sí soy ubicado. Hay que ser ubicado. Sinceramente estar nominado con Guillermo y con Benjamín (Vicuña), que es un amigo, fue hermoso. Pero sinceramente me parecía que lo tenía que ganar Guillermo. Lo agradezco pero lo siento absolutamente compartido. No siento que lo gané yo, lo gané junto a Guillermo sin duda.
-¿Cómo te enteraste de que habías ganado?
-Me llamó Guillermo. “Mi amor, lo felicito. Ganó usted”, me dijo (risas).
-¿Qué te pasó con ese personaje de El Encargado?
-Bueno, Guillermo me llamó. No es que a mí me llamó Pampa Films o Disney, me llamó Guillermo en persona. Me convocó, me habló del personaje. Fue el día de mi cumpleaños, el 23 de octubre. El primero que me llama siempre es él y me dijo: “Hola, mi amor. Feliz cumpleaños, mi vida. ¿Cómo está mi cielo? ¿Qué dice mi bebé?”. Yo le contesto de mal humor hasta que me dice: “Bueno, mi vida ¿tenés ganas de trabajar con el tío?”. No, capaz que no (risas). A partir de ahí me llegaron los guiones, los leí y me encantó. Ser antagonista de él y en ese programa fue un premio en sí mismo.
-¿Hace cuánto son amigos con Guillermo?
-Y muchos años, más de veinte seguro. Hacía mucho que no laburábamos juntos. Hicimos Poné a Francella y después nunca más. Como amigos que somos hablamos poco de trabajo, la verdad. Así que fue divino el reencuentro. Todo lo que pasa con El Encargado a nivel mundial es hermoso. He tenido la suerte de viajar últimamente y lo que ha pasado en Colombia y en España con el programa es increíble.
-Cuando salió, los encargados estaban enojados...
-No, los encargados no estaban enojados. Aclaremos: los encargados casualmente no estaban enojados. Pero bueno, vino bien eso de alguna manera para darle más publicidad si se quiere al tema, más visibilidad. Ayudó de alguna manera esa polémica que armaron unos poquitos pero fue fantástico. Muy pronto se viene la cuarta temporada.
-¿Es la última?
-Parecería que no. Parece que hay ganas de seguir pero bueno, en principio la cuarta ya está. Me parece que es la mejor. Tiene de todo. Los encuentros con Eliseo. Esas escenas son gloriosas. Como yo digo, hay mucho del coyote y el correcaminos, nos divertimos muchísimo.
-Hoy las plataformas y el teatro son un poco el refugio de los actores. El teatro es realmente lo que a vos te gusta, ¿no?
-Sí, claro. Es lo que uno estudió, para lo que uno se preparó. Yo quise ser actor de teatro. Después, bueno, uno es invitado y va con mucho gusto al audiovisual o al cine, pero no es que yo elegí ser actor de cine o ser actor de plataforma; yo quiero ser actor de teatro. Para eso estudié, para eso me preparé y me sigo preparando. Esencialmente es mi lugar. Aparte, como siempre digo, el teatro depende de nosotros. En el audiovisual necesitás de cámaras, de producción y demás. En teatro, nos sacamos la ropa y actuamos. Yo me hice actor viendo a Ernesto Bianco en un teatro, no me hice actor viendo a algún actor norteamericano en una pantalla. Yo vi ese actor argentino nuestro diciendo esos textos hermosos y me enamoré, así que sin duda el teatro es mi lugar.
-A mí me impresiona cuando uno recorre un poco tu historia que hoy estés haciendo Cyrano, una obra que vos viste con tu abuelo...
-Sí, claro; 16 años tenía. La primera obra que yo vi fue esa. Me bajaron de un árbol en El Palomar, yo estaba trepado y me dijeron: “Vamos al teatro”. Y yo dije: “Uy, Dios mío... ¿Qué hice?”. En esa época ir de Palomar a Capital era como irte a otro país, te despedías de los familiares. Llegué al San Martín, a la sala Martín Coronado, y ahí me enteré que era un clásico. En esa época la obra duraba cuatro horas y media y dije: “Ay, Dios. Quiero un abogado ya”. Y la verdad es que fue un antes y un después.
-¿Te bancaste las cuatro horas y media?
-¡Se me pasaron volando! Es que tiene tantas cosas, pasa por tantas cuestiones. Es una obra que tiene comicidad, tiene drama, tiene comedia, tiene tragedia; de todo. Entonces, vos estás extasiado, es un viaje. Los clásicos son para que te pase eso, si no te pasa eso está mal hecho. Los que dicen: “Yo al teatro no voy porque me aburro”, no. El teatro no aburre. Te habrán aburrido algunos impostores o delincuentes que dicen que son actores y te estafaron. El teatro está hecho para conmover. Si está mal no es culpa del autor sino de quien lo hace.
-¿Sos exigente como espectador de teatro?
-Como cualquier espectador. Uno sale de su casa, se pega una ducha y espera pasarla bien. Por eso, hay que entregar todo. Hoy por hoy, con lo que cuesta sacar a la gente de la pantallita, que te vengan a ver, que saquen una entrada, tenés que dejarlo todo. El teatro tiene que ser una experiencia intransferible. Vos tenés que entrar de una manera y salir de otra, si no, no sirve.
-De ese chico de 16 años que vio con su abuelo Cyrano al llamado para protagonizar la obra, ¿qué pasó?
-Uy, bueno, fue hermoso. Yo soy un agradecido de la carrera que tengo. No vivo con asignaturas pendientes. Yo era muy agradecido con lo que tenía y muy feliz. Obviamente que todo el mundo sabía que esta obra fue la que me llevó a mí a ser actor y me llegó de una manera increíble también. Se dieron un montón de circunstancias hermosas y amorosas que llevaron a este llamado que esperé casi 50 años.
-¿Lo esperabas?
-No, la verdad que no soy de esperar. No me gusta. Yo voy con lo que tengo, juego con las cartas que tengo y disfruto lo que tengo. Que era un deseo, sí. Por eso me gusta tener deseos, no sueños. Los deseos se pueden materializar. Cuando me convocó en ese entonces la directora del teatro que era Gabriela Ricardes (actual ministra de Cultura de la ciudad de Buenos Aires) y me dijo: “El Cyrano es tuyo", fue una emoción enorme. Ahí pensé: “Ojo con lo que deseás porque se cumple” (risas). Porque la realidad es que cuando me encontré con el libreto en mi casa, no me quedaba una frase. “¿Y ahora qué hago?”, pensé. Tuve una semana que tuve, no te digo un ataque de pánico, pero no podía estudiar la letra. De repente, me encontré en chancletas en la base del Himalaya, diciendo: “Bueno, tenés que subir”. Así que me atornillé y lo saqué. Era para hacerlo tres meses porque siempre el teatro oficial son tres meses nada más y ahora en noviembre vamos a cumplir dos años. Actualmente en coproducción con el Teatro Tronador, a cargo de Marcelo González, llevamos más de 225 funciones. Ganamos todos los premios, hicimos temporada en Mar del Plata, y ahora estamos de gira por todo el país. Es increíble lo que pasó.
-¿Qué diría tu abuelo hoy?
-Mi abuelo era muy sencillo. Mi abuelo tenía una frase que era hermosa, que decía: “Te gusta a vos, me gusta a mí”. Era hermoso Modesto.
-Lo debés recordar cada vez que te subís al escenario...
-Todo el tiempo. Todo el tiempo lo veo ahí sentado con su traje y su corbatita. Cyrano me dio mucho más de lo que había deseado. Ya con estrenarla en la Coronado, la misma sala que la vi con el gran Blanco, estar más de tres meses y luego, en una temporada histórica en Mar del Plata, es como tirar la camiseta a la tribuna. Fue un suceso. Entre actores, músicos y técnicos somos 57 personas que nos trasladamos y es un riesgo enorme, pero cuando salimos de gira yo quiero que la gente vea la obra que vio en Capital.
-¿Por qué resulta un éxito un clásico?
-Porque un clásico es una gran obra. ¿Por qué ha durado? Porque es excelente, porque ha conmovido. Si vos ves un clásico y no te conmueve, está mal hecho. Si la platea no se levanta, hiciste mal la función. No tiene margen de error. No son obras que están hechas para que vos la pases bien, yo tengo que salir y te tengo que romper la cabeza. La sensación tiene que ser que vos salgas y digas: “¿Este chabón hace esto mañana?”. Eso es lo que tenemos que lograr.
-¿La obra hoy cuánto dura?
-Dos horas y media con un intervalo. Es apta para todo público. Lo más lindo que nos ha pasado es salir y ver las familias que te dicen: “Mirá, Puma, nos vinimos desde La Matanza, nos tomamos tres colectivos con la familia, nunca habíamos ido al teatro y fue un espectáculo maravilloso, estamos conmovidos”. Genial el Martín Fierro, genial el Estrella de Mar, pero ese es realmente el premio.

-¿Cómo es ese reencuentro con el público?
-Y bueno, por eso amo el teatro. Es la base de los actores tener el público ahí. Es una ceremonia única e intransferible. Y lo que más me gusta también es viajar con mi laburo. No soy viajero, no necesito conocer el Taj Mahal pero si es por laburo, vamos donde sea. Me encanta recorrer y más mi país. Lo he hecho siempre en diferentes etapas: pasando la gorra con cooperativas o como ahora con esta gran producción, así que lo conozco de punta a punta. Y siempre con las mismas ganas o más todavía porque como siempre digo: si tenés la suerte de que te vaya bien y te reconozcan, tenés más obligación todavía. Porque te van a ver a vos, entonces hay más presión.
-¿Te gusta salir de gira o extrañás tu casa?
-Me encanta. Yo quiero volver a casa cuando me voy a un viaje familiar, estoy contando los días para volver. La verdad que lo hago por mi familia, porque para mí mis vacaciones son en casa. Yo duermo bien en mi cama, tengo mi parrilla, una piletita divina. Pero cuando voy de gira, estoy feliz. Me encanta porque vivir de gira es el estado ideal, porque para lo único que estás es para hacer teatro a la noche. Siempre hago analogías con el fútbol y pienso: “Qué lindo estar concentrados, jugando al ping-pong antes del partido, que te lleven la comidita”. Bueno, de alguna manera en el teatro pasa lo mismo con este tipo de producciones. Te llevan, te esperan, te alojás en un buen hotel, te aplauden de pie, te dicen “qué fenómeno que sos”. ¿Cómo no te va a gustar? La temporada lo mismo. Yo amo Mar del Plata. Ves, ahí sí te voy de vacaciones. No soy tan playero, voy un poquito a la playa, pero me gusta estar en Mar del Plata. Si Dios quiere, este verano volvemos a hacer temporada. Hay una posibilidad también de hacer Córdoba, así que combinar los dos lugares sería genial. La verdad es que este espectáculo nos ha dado mucho más de lo que deseábamos y nos sigue sorprendiendo.
-¿Se vienen más proyectos en tele o plataformas?
-Sí, hay algunas cositas pero viste que hacen unas cláusulas más raras que no puedo contar nada. Pero realmente soy un privilegiado.
-En esto de que no hay ficciones, el teatro fue un lugar de refugio para los actores, ¿no?
-Sí, Argentina es un lugar culturalmente muy fuerte de teatro. Estamos considerados de los mejores de habla hispana, tenemos maestros de teatro excelentes. Igual, ojo, hay que ver quienes hacen teatro porque no hay laburo en televisión y quienes lo hacen porque les gusta. Yo el teatro lo milito, yo soy actor de teatro. Para mí el teatro es religioso. Yo no me banco la de hacer teatro porque no tengo laburo en audiovisual y cuando me sale una peli me voy. El teatro es un compromiso. Por eso, ojo con los impostores. El teatro es sagrado, háganlo con responsabilidad y cumplan. No ocupen un lugar que no van a defender con dignidad.
-¿Has llamado a alguno para decirle eso?
-No, porque yo ya sé con quién trabajo.
-Cuando le pegan mucho a Francella, ¿cómo lo vivís?
-A mí cuando le pegan a un colega me parece totalmente desleal. No está bueno criticar a un colega, sea quien fuere. Obviamente que en el caso de un amigo ni hablar. Así como los jugadores de fútbol arreglan las cosas en el vestuario, el actor tiene que arreglar las cosas (si hay diferencias) en el camarín. Hacerlo público no me parece leal, más allá de que tengan razón o no. De un colega no se habla así y menos de una primerísima figura como Francella. Me parece una deslealtad enorme. A mí no me gusta opinar de las opiniones, no me parece digno. Que seas noticia por lo que dijo otro, me parece de una rascada sin igual. Encima hablar de un compañero que no está ahí para contestarte, no me parece.
-¿Hablás de alguien en particular?
-Del que sea. Si vas a hablar de un colega, decíselo en la cara pero en público con un micrófono, la verdad que no está bueno. Yo no abono esa cultura de la opinión de la opinión y menos de un colega.
-¿Sentís que este año se dio más esto?
-No, no hay ninguna grieta entre los actores. Cero. Todos trabajamos con diferentes pensamientos, o como lo quieran llamar, y no hay ningún problema. Si ves los elencos de Guillermo, vas a ver distintas extracciones, por llamarlo de alguna manera.
-¿La política no dividió a los actores?
-No, nunca.
-¿El cine, el Incaa?
-No, estamos todos mancomunados. Todos queremos que el Incaa funcione. ¿Cómo vamos a estar divididos en eso? Yo no veo eso de “no laburo con él porque no piensa como yo”. La verdad que no. Por lo menos no tengo esa experiencia y tampoco jamás lo haría. Yo actúo con los mejores que se pueda actuar y después cada uno tiene derecho a pensar lo que quiera y votar a quien quiera.
-¿Cómo estás viendo el país?
-Un desastre. La verdad que no puedo aportar nada nuevo a lo que todos vivimos. Lamentablemente venimos arrastrando esto hace mucho tiempo y yo trato, como siempre hice, de agachar el lomo e ir para adelante. Si no tengo cosas, las invento.
-¿Cómo te llevás con las redes sociales?
-Tengo Instagram, lo manejo muy caseramente para mi trabajo. Pero no es que estoy todo el tiempo fijándome.
-¿Qué otras cosas te gustan además de estar arriba de un escenario?
-Me gusta ir al súper. Me encanta no hacer nada. Todo lo que sea en el sofá, ahí me encontrás.
-¿Cuál es tu mayor virtud?
-No soy muy virtuoso, la verdad.
-¿Qué rasgo de tu personalidad te enorgullece?
-Creo que la acción responde a la palabra y la palabra a la acción.
-¿Qué parte de la infancia volverías a vivir?
-Toda.
-¿Qué paisaje de Argentina llevás siempre adentro?
-El paisaje de la placita de los aviadores en Palomar. Yo vivía enfrente y nos despertábamos y estaba ahí el ombú y el avión en Ciudad Jardín; esa visión me acompaña siempre y me relaja.
-¿Qué libro, película u obra te marcó para siempre?
-Obra: Cyrano, sin ir más lejos. Libros, un montón. Me gusta mucho leer. Novelistas, por decirte uno, Saramago.
-¿Qué te da bronca con facilidad?
-La falta de educación, la falta de consideración por el otro. El no entender que estamos en una sociedad y que no se puede hacer lo que a vos se te canta. No podes ponerme música a las 7 de la mañana a full, eso es agresivo.
-¿Estás en el chat del barrio?
-No, no. Yo te toco el timbre. Me gusta esa cosa personal. Yo tengo una política: si yo la paso mal, vos también (risas).
-¿Qué te hace reír con ganas sin culpa?
-Capusotto me hace reír mucho. Cuando estoy ahí paveando con el Instagram y aparecen las cosas de él y Saborido es una tregua con la vida. Son dos monstruos.
-¿Con quién te gustaría tener una última charla y por qué?
-No sé si charla porque no hace falta charlar pero con mis hijos.
-¿Sos un lindo papá?
-Lindo soy (risas). Como papá no sé, ellos dirán. Pero los amo profundamente.
-¿Qué te gustaría que digan de vos dentro de cien años?
-Me importa un pito. No me importa nada la posteridad.








