Es hijo de Estela, la “hermana hippie” del cantante de Soda Stereo y el primero en la familia en dedicarse a la actuación; desde este jueves se lo podrá ver en Frágiles, una serie de ocho capítulos de Flow
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Julián Cerati es uno de los protagonistas de Frágiles, un thriller de ocho capítulos que Flow estrena este jueves 31 de agosto y que se mete en el mundo de las sectas. Con apenas 25 años, ya tiene un interesante recorrido en ficciones como O11CE, Noobees, Freeks, Pálpito y Perfil falso. En una charla con LA NACION, el actor habla de su experiencia en Colombia, donde vivió los últimos tres años; de su regreso a nuestro país y de su relación con Gustavo Cerati, su tío y padrino. Por estos días está en la casa de City Bell en la que creció, trazando los pasos a seguir, compartiendo tiempo con su novia Felicitas y jugando a la pelota con los amigos de la infancia.
-¿Fue Frágiles el motivo por el cual volviste a Buenos Aires?
-Sí, vine para las fiestas y me convocaron de la productora Story Lab. Ya nos conocíamos porque estuvimos a punto de hacer otro proyecto que no se dio, así que quedaron las ganas de trabajar juntos. Durante los años que estuve en Colombia también me convocaban de Argentina, pero por una cosa o por la otra no lográbamos combinar los tiempos. Me gusta trabajar acá, contando historias nuestras, con nuestra cultura e idiosincrasia. Allá todo es un reto muy grande porque generalmente tengo que neutralizar el acento y ponerme a tono con su cultura. Me gustó que Frágiles sea un thriller y que mi personaje esté tan alejado de mí. Además es un lindo desafío que en esa secta no puedan hablar coloquialmente. Este año también estrené Freeks, en Disney+. Soy el villano de la historia. Se trata de una banda de rock juvenil a la que le roban un dinero y la serie gira en torno al enigma de quién lo robó. Mi personaje se llama Ulises y, de alguna manera, traiciona a la banda, porque es el que piensa diferente al resto y siempre quiere todo lo contrario a los demás. Pero es un villano carismático, con mucho humor, clownesco. Fue muy divertido hacerlo. Presentamos la serie como teloneros de CNCO, en el Arena.
-Este año también se estrena una película en la que interpretás a Pipo Cipolatti, ¿cómo fue trabajar con él?
-La película se llama 29 horas y media y trata sobre la grabación del disco de Los Twist, La dicha en movimiento. Se grabó en 29 horas y media, en los Estudios Panda y gracias a Charly García. Pipo también participa de la película y yo traté de llegar lo más cerca posible a su esencia, a su corporalidad, su forma de hablar. Nos juntamos varias veces antes de la película y durante también. Siempre estuvimos muy conectados. Y nos encariñamos tanto que pasamos Navidad juntos el año pasado. Es una persona muy especial a quien quiero, respeto y admiro. Me gusta su forma de ver la vida. Fue hermoso poder interpretarlo. El director de Freeks y de la película es Maxi Gutiérrez y la verdad es que todo fue goce.
-¿Por qué te fuiste a trabajar a Colombia?
-Fui de vacaciones con amigos de la serie O11CE y me vibró su cultura, tuve una linda conexión. Y en el 2018, cerca de Bogotá hicimos Heidi, la película, que todavía no se estrenó. Cuando terminamos hice un casting y quedé para Noobees, una serie de Nikelodeon. Y después, cuando estaba a punto de volver a la Argentina, hice otro casting y quedé en Chichipatos, una serie de Netflix. Fue una oportunidad muy linda, en tono de comedia y donde terminé de aprender el neutro colombiano. Fue un reto tremendo y la pasé muy bien. Pasé toda la pandemia en Colombia y viví con la familia de mi exnovia allá, desayunando arepas todos los días (risas). Eso me potenció para seguir profundizando en su cultura. Después hice las dos temporadas de Pálpito y luego Perfil falso. Me fui quedando.
-¿Por qué volviste?
-Todavía tengo relación estrecha con Colombia, voy y vuelvo y tengo algunos compromisos. Encontré un lugarcito donde me siento cómodo. Hoy no tengo base en ningún lado, solo la familiar que está en City Bell. Pero mi base de amor está en todo el mundo y voy a ir a trabajar adonde me llamen. Necesito desafíos todo el tiempo. Ahora estoy aprovechando para potenciar mi inglés, porque me gustaría poder actuar en ese idioma. Me encantaría que salga algo en Argentina, aunque estoy abierto a todo porque quiero seguir creciendo. Y mientras estoy en Buenos Aires vivo un poco en lo de mi mamá, que es la casa en la que crecí; otro poco en lo de mi novia y en lo de mi tía (Laura Cerati). No me quedo quieto nunca.
-¡Un nómade!
-(Risas) Soy un nómade, no me quedo quieto.
-¿Quién es tu novia?
-Es argentina, está estudiando psicología y se llama Felicitas Pérez. Entonces ahora estoy acá, pero atento a lo que pueda surgir. No me apego más que a la familia, a mi novia y a mis mascotas, claro.
-Alguna vez contaste que la muerte de tu papá, en 2016, te movilizó mucho y te hizo mirar la vida de otro modo, ¿siempre fuiste tan desapegado o fue a partir de ese momento?
-Después de la muerte de mi papá intenté volverme de nuevo más inocente, encontré el placer en la espiritualidad, en el ser y en conectarme con lo esencial. Cuando la muerte de un ser querido te atraviesa, dejás de querer cambiar la vida para empezar a entenderla y dejarla fluir, viviendo el presente. Pero no vivo solamente el presente sino que proyecto y tengo objetivos, aunque no lucho por modificar el presente. No me apego y al mismo tiempo entiendo que tengo mi base espiritual con familia y amigos. Nunca corto ese motor.
-¿Es verdad que estuviste un año sin hablar con tu familia para no escuchar la tonada argentina?
-Algo así. Fue el año pasado y parte del anterior, pero no dejé de hablar todo el tiempo sino cuando tenía escenas muy importantes porque sabía que se me iba a meter otra vez la tonada en la cabeza. Algún domingo hablaba con mi vieja (Estela Cerati), en cambio, con algunos amigos solamente por mensajes.
-¿Cuándo decidiste ser actor?
-A los 12 años empecé a estudiar teatro en City Bell porque me gustaba mucho hacer personajes, jugar con mi imaginación, hacer reír en la escuela. Era muy cara rota. Sentí que podía ser camaleónico. Disfruto de modificarme todo el tiempo. Lo primero que hice fue O11NCE, a los 18 años y una cosa fue llevando a la otra. Estudié algo de locución porque me gustaba impostar la voz y amo imitar. Por ejemplo, imito muy bien a Messi y cuando estaba Gran cuñado imitaba a los políticos. Algunos me salen muy bien, pero es puertas adentro.
-¿Qué recuerdos tenés de Gustavo Cerati, tu tío y padrino?
-Para mí era un tío como cualquier otro. Con el tiempo descubrí quién fue y lo que aportó a nuestra cultura musical, a la familia. Pero no lo pude curtir porque yo era muy chico. Hoy en día seguramente tendríamos otras charlas y me hubiese ahorrado un montón de dudas que tengo con respecto al arte. Muchas veces me preguntan si chapeé con mi apellido, pero la verdad es que no porque mi tío era músico y yo actor. Mi vieja es una hippie de City Bell que nada que ver con el medio y mi papá era arquitecto.
-Sos un poco hippie como tu mamá, entonces...
-Si, totalmente. Pero no vivo como un hippie porque me armo con el tema económico, invierto y me interesa ese tema. Y mi mamá nada que ver, es todo lo espiritual que se pueda ser. Yo voy mechando (risas). Sí vengo de familia de artistas, eso es cierto.
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