El influencer habló con LA NACIÓN sobre las campañas benéficas que más le llegaron al corazón, los valores que defiende y por qué no volvería a hacer streaming
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Su nombre es sinónimo de solidaridad, empatía y transparencia. De hecho, para muchos Santiago Maratea es “el salvador”, ese joven que, a través de su credibilidad y su gran carisma, se pone al hombro las causas más duras, difíciles y urgentes y logra lo imposible. “Siempre que arranco una colecta a la persona que estamos ayudando le digo: ‘no te puedo asegurar que lo vamos a conseguir’. Eso la gente lo sabe de entrada y lo acepta, pero yo nunca me permití no conseguir, nunca me permití decirle a alguien: ‘Bueno, hasta acá llegué; perdón’”, le revela a LA NACION quien desde hace tres años lidera las colectas más grandes del país.
Sus tres campañas más conocidas fueron la de Emmita (una beba de siete meses con Atrofia Muscular Espinal que necesitaba dos millones de dólares para comprar un costoso medicamento), la de los incendios forestales de Corrientes (en la que ayudó a los bomberos de la zona) y la que buscaba pagar las deudas del club de fútbol Independiente. Sin embargo, las que más le tocan el corazón “son todas las que fueron para nenes con enfermedades”, según confiesa el influencer que se hizo viral por este trabajo solidario.
Que haya otra manera de hacer las cosas o nuevas alternativas para intentar que el mundo sea mejor son el lema de su comunidad en Instagram; esa que tiene casi tres millones y medio de seguidores y que interpreta que el mundo es mejor con más empatía, con más tiempo para detenerse en el otro. “Hay muchas razones para amar a la Argentina: el fútbol, los amigos, el asado, pero para mí es la empatía y la solidaridad que hay. Aparte, en un país con tantísima grieta, realmente esa grieta no llega a romper la empatía que tenemos por el que está enfrente”, asegura Maratea, que por estos días se puso en marcha para ayudar a los bomberos de Córdoba frente a los incendios.
–El otro día nos cruzamos en el evento de Cris Morena, ¿sos fan del universo de Cris?
–En realidad, crecí como un consumidor de ese universo. Por todo esto de Margarita, nos contactamos. Me invitaron al primer evento y ahí hablé por teléfono con Cris. La conocí, después la vi de vuelta en el Cris Morena Day y después en el lanzamiento de Telefe. Y bueno, fuimos como conectando. Una conexión que yo siempre creí tener, pero ahora se dio. Tenemos buena onda, yo la admiro mucho a ella por diferentes costados. De chico, la admiraba por poder interpretar bien la cabeza de un nene y ahora de más grande admiro mucho su costado empresario, su fuerza, su creatividad. Es una genia total.
–¿Hablan seguido?
–Hablamos, sí. Nos mandamos algunos audios opinando de cosas.
–Estás recién llegado de Córdoba, una vez más, por las colectas. ¿Cómo las llevás?
–Primero, me llena de orgullo y me hace sentir muy útil. Amo profundamente este país y me encanta poder darle algo. Después obviamente eso trae presión, desgaste, se necesita bastante creatividad también para que siga siendo algo vigente. Energía. Me pasa también de tener que frenar laburos en los que estoy y eso me trae problemas generalmente.
–¿Y te entienden?
–Sí, pero tiene su otro lado de: “Che, te estamos pagando para que vengas a un evento y ¿no vas a venir?”. Y yo: “No, no voy a ir. Perdón, me tengo que ir a Córdoba” (risas).
–En este caso, fuiste a ayudar a los bomberos como lo has hecho con la provincia de Corrientes. ¿Cómo surge?
–Surge con mucha gente escribiéndome, entonces ahí digo: “Acá está pasando algo”. La gente está buscando un lugar donde puedan colaborar y sentir tranquilidad de que su colaboración va a llegar a donde tiene que llegar. O sea, hay un montón de colectas para Córdoba. No todas juntaron la plata que juntó mi colecta; entonces entiendo que, en mi caso, hay una tranquilidad y una credibilidad que también me da mucho orgullo y también lo llevo con mucha honra y responsabilidad. La plata se va a usar específicamente para lo que se dice que se va a usar. En este caso es cien por ciento para equipar cuarteles de bomberos.
–¿Cómo es el proceso de la colecta?
–En este caso, me comuniqué con uno de los cuarteles, que fue el cuartel de La Cumbre. Lo primero que averiguo es si tienen personería jurídica, si pueden recibir plata, si pueden llegar a estar embargados o tener algún problema legal que no les permitiría recibir esa plata. Entonces hago toda esa averiguación legal y hasta contable. Si está en orden eso, averiguo cuánta plata necesitan y veo si yo la puedo llegar a conseguir. Le pido que me pasen sus proveedores y un presupuesto y comparo con otros proveedores. Hacemos esa comparación a ver si podemos conseguir lo más barato. Y una vez que tenemos los números cerrados, arrancamos con el cálculo de cuánta plata debería poner cada persona para llegar a...
–¿Tenés un equipo de trabajo que te ayuda o te recibiste casi de contador y abogado?
–No, tenía antes una asistente (Cami) que después de la colecta de Independiente, como yo me mudé y me fui a vivir a Ezeiza un año, dejé de trabajar con ella, pero ahora con esto de Córdoba me llamó porque ella me ayudó a hacer lo de Corrientes y sabe que fue muy complejo. Me dijo: “Sé que ahora estás solo, te va a sobrepasar todo esto”. Por otra parte, tengo un contador y un par de abogados a quienes les consulto. Pero un equipo ya no tengo.
–¿Qué hacés cuando estás a punto de colapsar?
–Hoy es jueves y desde el lunes que no aparezco en Instagram. Para mí eso es frenar. Son tres días donde no le doy bola, estoy en otra cosa. Ahora estoy terminando de cerrar el presupuesto. O sea, hay chance de que de los 280 millones que necesitamos, terminemos necesitando 220 millones, o sea 50 millones menos. Así que me tomo estos días en los que estoy hablando con los proveedores y con los bomberos. Eso para mí es frenar.
–¿Cómo se vive esa carga o mochila de ser “el salvador” para muchos?
–Yo siempre que arranco una colecta a la persona que estamos ayudando le digo: “No te puedo asegurar que lo vamos a conseguir”. Eso la gente lo sabe de entrada y lo acepta. Yo nunca me permití no conseguir, decirle a alguien: “Bueno, hasta acá llegué, perdón”. Hace ya tres años que hago esto, una detrás de otra y después de la de Independiente tuve un freno importante y me fui a vivir lejos, me metí en un club de fútbol, me puse a jugar al fútbol y estuve unos meses desconectado. Ya son tres años de lo mismo y para mí se está agotando el recurso. Entonces de alguna manera tengo que entender cómo renovarlo.
–¿Por qué se está agotando el recurso?
–Yo creo que hubo un acostumbramiento de la gente. Ahora, por ejemplo, para Rosario juntamos 300 millones y la gente es como: “Bueno, obvio”. Y juntamos 2 millones y es lo mismo. Entonces, ya no hay sorpresa. Sí hay esto de que la gente sabe que si la plata la ponen en esta colecta va a llegar al destino correcto. Eso sí, está buenísimo y por eso, se junta la plata que se junta, pero ya no hay esa sorpresa. Creo que llegó a un pico y ahora hay que reencontrarlo. Y en término de medios, como hace un año y medio se hablaba de mí, ahora se habla de Colapinto; va cambiando el personaje del momento y eso sabemos todos que no es constante para nadie. Entonces creo que por eso es que un poco se va agotando. Lo que no se agota nunca en Argentina es las ganas de mejorar, de que estemos todos mejor, de ayudar al de al lado. Eso es lo que más me gusta de Argentina. Hay muchas razones para amar a Argentina siendo argentino: el fútbol, los amigos, el asado, pero para mí es la empatía y la solidaridad que hay. Aparte, en un país con tantísima grieta, realmente esa grieta no llega a romper la empatía que tenemos por el que está enfrente.
-Ya van tres años de colectas y todas fueron importantes. Algunas te habrán marcado más que otras...
–Sí, las tres más conocidas son Emita, Corrientes e Independiente. Pero las que más me llevo en el corazón son todas las que fueron para nenes con enfermedades. Esas son las más importantes. La de Independiente desde mi perspectiva, fue otra cosa. No era por un fin solidario.
–¿Qué pasó con la de Independiente?
–Bueno, juntamos tres millones y medio de dólares, desinhibimos a uno de los clubes más grandes de América pagando una deuda que habían generado otras personas y le pagamos a México con la plata de gran cantidad de socios e hinchas de Independiente y también de gente de otros clubes que se sumó. Fue la que menos protegida estaba justamente porque no era solidaria. Pero yo la hice porque me gustaba que sea de fútbol y creo que tenía derecho de hacer algo porque me convocaba personalmente a mí, a mis gustos y mis deseos. Pero claro, no es lo mismo que alguien me quiera criticar por estar juntando plata para un medicamento de 2 millones de dólares para una nena que me quieran criticar por estar ayudando a un club; estaba menos protegido.
–¿La pasaste mal?
–No, fue algo que me honró, que me encantó hacer pero, por otra parte, fue mucha presión mediática.
–¿Y qué te llevó a decir “cierro todo y me voy”, la presión?
–Creo que fue un poco este desgaste. Y sí, también lo mediático. Empezó a pasar algo desde Independiente, que sigue hasta hoy, que es que cualquier cosa que diga o haga va a salir en algún lado y eso también es medio desgastante porque te empezás a cuidar mucho con lo que decís. Ese vínculo que tenés con tu comunidad y con tus seguidores se rompe porque algo que vos le decís a tus seguidores y que ellos van a entender, de repente, sale en los diarios y lo lee gente que no entiende el código. Y bueno, tuve que reconfigurar yo también mi manera de comunicar.
–¿Te gustó eso de empezar a vincularte con los medios?
–Al principio me llevaba muy mal. No entendía por qué desinformaban tanto. Ahora, de a poco, lo voy a intentando usar a mi favor.
–¿Cómo fue ese año que viviste en Ezeiza?
–Muy lindo. Mucho deporte, sol, amigos; todo muy lindo.
–Y cuando la gente te preguntaba qué pasaba con vos, dónde estabas, ¿qué decías?
–Les decía: “Estoy entrenando, me pasé al fútbol; perdón” (risas).
–¿Cuándo decidiste volver?
–En realidad estando allá hice dos colectas. Una para un chico de Tucumán que necesitaba una operación y otra para otro chico de Santa Fe, Pablo, que también necesitaba una operación para poder volver a caminar. No lo vi como una vuelta. Después de lo de Pablo tuve un buen tiempo sin hacer nada porque se enfermó mi viejo y después arranqué con Rosario. Yo tengo que aprender a decir que no, lo hablo mucho en terapia.
–¿Hacés mucha terapia?
–Bueno, voy una vez por semana, pero no falto nunca. Soy muy puntual. En mi agenda no se mueve la terapia. Miércoles a las 3 yo estoy ahí. Siempre llego un poquito antes (risas).
–¿Esa vuelta de Ezeiza a Buenos Aires tuvo que ver con el viejo?
–Sí, sí, era fundamental estar cerca de papá. De hecho, viví con él tres semanas.
–Pasó muy poco tiempo desde que se fue, pero era un viejo que tenía mucho orgullo por vos. ¿Era una casa en la que se vivía esto de ayudar al otro?
–Cien por ciento. Es de las últimas cosas que le dije. Me pude despedir de él. Él falleció un martes y hablé de esto el domingo anterior. Hoy en día se vincula mi apellido con valores como la solidaridad, la empatía y son cosas que nos enseñó él, entonces para mí es un gran orgullo haber plasmado y expandido eso que se nos enseñó en casa. Siempre uno cree que lo que se enseña en la casa de uno es lo que se habla en todas las casas y después te das cuenta que no. Y en mi casa eran bastante firmes ciertos códigos y valores que están primero antes de intenciones individuales o personales. Así que sí, la verdad que mucho de lo que hago lo aprendí en casa.
–¿Cómo te acompañaba él en todo esto?
–Bueno, con lo de Independiente me dijo: “Cuidate”. El era alguien muy simple, con mucha simpleza. Yo por ahí iba a almorzar con él o a tomar un café, que podíamos hablar horas y horas, y yo venía con todo un problemón, sobrepasado de información y él me bajaba a tierra en dos minutos. Muy de padre también que te conocen más que vos mismo y te puede rescatar de ciertas cosas, y me decía: “Tal periodista puede decir lo que quiera de vos pero eso nunca va a ser real porque vos sos de otra manera y sé que estás haciendo esto por tal motivo. Generalmente un motivo genuino que tiene que ver con lo colectivo o con el otro”. Eran muy buenas charlas, la verdad que eso es lo que más se va a extrañar de él. Charlas que yo sé que no voy a tener con nadie porque no es la persona, es el vínculo. O sea, personas como mi viejo deben haber un montón y mejores también, pero el vínculo que yo tenía con él de padre-hijo es lo que no se va a repetir.
–¿Fue difícil aceptar la enfermedad en el último tiempo?
–Fue difícil. Fue la tercera vez que tuvo cáncer. Al principio, yo creía que no porque no me afectaba. Después con terapia entendí que ese “no me afecta” es “no lo estoy pudiendo asimilar”. Fue jodido. Yo dejé de fumar con esa noticia, así que eso creo que es una demostración clara de que me afectó e intenté acompañarlo así. En vez de decirle “no fumes”, dejé de fumar yo y con eso él bajó el consumo también. Cuando nos juntábamos a tomar un café no fumaba enfrente mío. Tuvo un buen efecto y en mi caso, ya van diez meses sin fumar. En su momento, el médico había dicho que gente con cáncer de pulmón tiene una expectativa de vida en general de ocho años y al final fue menos de un año. Una vez que falleció empecé a entender un poco su lado. Tuvo una vida bastante dura.
–¿Cómo estás hoy?
–Estoy transitándolo. No van ni tres meses desde que se murió. Ese video (donde hablaba de soledad) obviamente retrataba un momento. No es que realmente me siento solo todo el día y cualquier idea de acompañamiento la rechazo. Pero hay un momento donde te sentís muy solo por no tener a tus padres y sentís que no hay nada que los vaya a reemplazar. Y bueno, hoy estoy ahí transitándolo, creo que bastante más adulto. Estoy adultándome. No están más mis cuidadores. Para mí ahora el mundo es un mundo de pares, no hay más gente arriba mío. Ahora es un mundo de pares donde el adulto soy yo. No sé, creo que son cosas que hay que esperar un par de años para entender en perspectiva, pero estoy como pasó cuando murió mamá, enfocándome en estar bien. Porque entiendo que lo que va a venir de afuera va a ser muy doloroso: la soledad, el duelo, las pesadillas. Entonces, lo mejor es en lo que yo pueda estar bien, colaborar con eso. En mi caso tiene que ver con hacer deporte, hacer terapia, intentar comer bien y que eso va a afectar positivamente mi ánimo. Estar acompañado, permitirme divertirme, hacer las cosas que me hagan bien, así que estoy muy enfocado en eso.
–¿Tenés un lindo vínculo con tus tres hermanos?
–Tengo a mi hermana que vive afuera y dos hermanos acá, de los que vivo cerca. Tengo una familia muy grande, tengo como 40 primos. De los hermanos soy el más chico, soy el que me dejan, me permiten (risas). A mis hermanos por no llevarse ninguna materia en todo el colegio les regalaron un celular y a mí por terminar el colegio me dieron un viaje no sé a dónde; fue muy desparejo. Me han permitido muchas cosas por ser el más chico.
–Volviendo a las colectas. ¿Cómo es que la política nunca te convenció?
–Entendiendo que a través de los políticos que me buscaron no se va a ayudar a las personas que yo quiero ayudar. Cada vez entiendo más la herramienta que es la política y el sueño que sería que sea una herramienta bien utilizada. Pero los políticos que me han buscado, que son los que todos conocemos y los principales, no tienen en la cabeza ayudar a las personas. De a poco voy entendiendo algo, que sospechaba hace muchos años, que es que no les interesa y es muy difícil luchar con el interés. Si algo no te interesa, no te interesa. Y yo estoy seguro que los políticos que me han buscado no les interesa lo mismo que a mí. Sí les puede interesar, por ejemplo, utilizar los desastres de los incendios en Córdoba para hacer campaña; ahora, el bombero, no les importa. El tipo que perdió su casa, el chabón que perdió las tres vacas que tenía, no les importa.
–¿Qué pasa cuando te llegan esos mensajes?
–No contesto. Hace ya un año o dos que a través de Jesica (que labura conmigo) me hablaron y me acuerdo que le dije: “Decile a los dos –básicamente eran Cristina y Macri– que hablo con los dos juntos en mi casa, que vengan los dos a mi departamento o nada, porque yo la verdad no tengo ganas de hablar con ninguno”. Era una forma de decir “no me interesa”. No puede ser tan difícil para ellos ayudar a la gente. Hace poco me junté con la mamá de Fausto, un nene que casi ayudamos. Yo estaba haciendo otra colecta y le dije que cuando termine arrancaba con la suya. Fausto necesitaba un medicamento muy caro, un tratamiento en Singapur y lamentablemente falleció antes de que termine la primera colecta. Su mamá me contó que llegó a hablar con Alberto y le dijo: “Mirá, si ayudo a tu bebé tengo que ayudar a todos, así que no”. Es tu trabajo amigo, es tu trabajo. No podés responder eso siendo presidente. Me gustaría que algún día desde esos lugares de poder haya alguien que trabaje, que trabaje para la gente de verdad.
–¿Y el gobierno de Javier Milei qué te parece?
–Bueno, acaba de arrancar y me parece que es claro dónde está la pasión de Milei y tampoco lo vas a mover de ahí y a él le interesa la economía, la macro.
–¿Y con la gente cómo lo ves?
–Yo creo que no tiene tanta conexión con la gente como tiene conexión con la macroeconomía. Él igual dice: “Lo que más va a ayudar a la gente es un país que le vaya económicamente bien, que tenga posibilidades, que haya más trabajo y que deje de haber tanta inflación”. Él desde un costado conecta con la gente, pero su pasión no está tanto en los ojos de las personas, sino en la macroeconomía. Y como la economía es un gran problema que genera mucha, mucha pobreza, no sé si está mal alguien que se encargue de eso. Creo que no miente.
–¿Y cómo notás a la gente?
–Con un cansancio conocido y una esperanza nueva. Yo veo eso en la gente, no en los noticieros, pero sí en la gente. Algo de “bueno, por ahí esto es el principio de un cambio importante”. Es muy feo para mucha gente ver cómo utilizaron sus luchas y sus causas para enriquecerse. La comunidad Wichís, por ejemplo, ellos saben la cantidad de políticos que los usaron para hacer campaña y después los dejaron abandonados. Los Wichís no tienen cámara, nadie se va hasta allá a ponerle un micrófono a un Wichí. Pero ellos sí lo saben, saben que un tipo fue de traje, ni los tocó, se sacó una fotito y se fue y después no los ayudó. Ellos lo saben. Y así hay muchos ejemplos de personas que no están en los medios pero que en carne propia vivieron lo que es que un político venga y se aproveche de tu lucha para generar un voto o una campaña positiva para él.
–¿Y a vos qué te gustaría en un futuro?
–Yo estoy apuntando a la tranquilidad ahora. Tener estabilidad económica, estabilidad emocional también. Una novia no te asegura eso porque es de a dos y el vínculo tiene que ser sano. No es tan fácil como la estabilidad económica, pero me gustaría.
–¿Tuviste lindas parejas?
–Sí, tuve lindas parejas. Tuve muchos años de no querer construir pareja y entonces a futuro busco un poco eso.
–¿Sos de estar en aplicaciones de citas o no?
–Nooo, cero. Si hay un Maratea no soy yo; no estoy en ninguna aplicación (risas).
–¿Pero te gusta que te armen citas?
–Sí, sí, hace mucho que no me pasa eso. Lo que más me gusta es encarar en la calle. Me encanta. Hoy en día ya me reconocen, eso es medio incomodo, pero cuando viajo afuera lo hago siempre. Sobre todo en España, porque sé que la piba no me va a conocer pero va a hablar español.
–¿Y te resultó? ¿Te duraron un tiempito?
–Ah no, no... un tiempito no, o un tiempito muy corto de un día (risas).
–El otro día vi un video tuyo donde regalabas toda la ropa de marca que te compraste, ¿qué pasó?
–Primero voy a decir algo políticamente incorrecto pero me empezó a aparecer re grasa (risas). Gucci, ya no va. El bolso de Louis Vuitton, no, basta. Balenciaga lo mismo. Y bueno, en esto de apuntar un poco a la estabilidad económica dije: “No puedo creer la plata que gasté en estas pelotudeces”. Hice un laburito interno que hasta lo hablé en terapia. Lo que hice lo hice en su momento, lo disfruté y tenía un por qué. En su momento yo quería como despegar la solidaridad de la austeridad, entonces comprando la ropa de marca me ubicaba en otro lugar y lo logré. Pero ya pasó. No sé por qué gastaba tanta plata en ropa. El otro día conocí a un chabón en La Cumbre que se estaba pagando la casita. Le pregunté cuánto salía un terreno ahí y me dijo que 25.000 dólares. Y yo comprando gorras como un estúpido en vez de un terreno en la montaña. Ahí dije: “Tengo que empezar a utilizar mejor mi dinero, esto no lo quiero más”. Me decían que lo venda en Mercado libre pero no, me divierte que alguien que nunca se pueda comprar un bolso de esa marca lo tenga, así que le regalé bastante a mis amigos y lo que me quedó lo regalé en Instagram a mis seguidores.
–Qué comunidad linda tenés, ¿no?
–Sí, mal. Los amo. Es raro, porque entrás en una cosa medio psycho, porque no los conozco, pero sí. Hay códigos dentro de mi comunidad.
–Hay algunos que tienen tatuada tu cara...
–Sí, fuerte, fuerte. No puedo analizarlo fuera del impacto. Yo no tengo tatuajes casi, mucho menos una cara, así que menos lo entiendo pero lo que más me gusta de la comunidad que fuimos armando es esa esperanza que también hay. El “hay otra manera de hacer las cosas”, “nuevas alternativas para intentar que el mundo sea mejor; no perfecto pero mejor”. Mi comunidad interpreta que mejor es con más empatía, con más tiempo para detenerse en el otro.
–Y cuando se preocupan por vos, ¿qué te pasa?
–Y bueno, me muero del amor. Sobre todo cuando me pasa en la calle. Estoy en el súper y viene una señora y me dice: “¿Te puedo dar un abrazo?”, “Cuando quieras, te doy mi teléfono”, “¿Te puedo invitar a tomar algo?” (risas) y me mata del amor. Me parece muy lindo. Es lo contrario a eso que decíamos antes de me siento solo si en realidad sé que no lo estoy. Y lo que me parece muy lindo de mi laburo es que yo hablo cien por ciento desde mí, no soy un artista que hizo una canción pero se la escribió otro tipo y el videoclip lo hizo otra persona. Yo sé que la gente que conecta conmigo está conectando conmigo al cien por ciento y eso me hace sentir acompañado.
–¿Volverías al streaming o no tenés la necesidad?
–No tengo la necesidad y hoy te diría que no. O sea, este año me llamaron de todos pero no. Primero, el streaming no paga tan bien para mí. Segundo, veo a gente que conozco, que quiero, que están al aire todos los días y digo: “Qué garrón, tienen que opinar siempre de lo que está pasando”. O sea, ayer no podían no opinar de la marcha universitaria, tienen que opinar y tienen que opinar de lo de Alberto y a veces no tienen ganas y cuando no opinan los matan. Es demandante estar todos los días al aire.
–Pero, ¿consumís ese mundo? ¿Te gusta lo que hay?
–Fui un gran consumidor pero últimamente me cuesta bastante. Me levanto, pongo Olga o pongo Luzu y me cuesta. Así que ahora pongo unos canales en YouTube que ponen musiquita muy tranquila. Me doy cuenta de que todo me está llevando a buscar principalmente la tranquilidad. Y con los canales de streaming me joden cosas que antes no me jodían. Antes 8 de la mañana escuchaba un canal hablando todos a los gritos y no me molestaba. Hoy digo: “¡Ay boludo! por favor, no griten así, son las 8 de la mañana” y me pongo musiquita. A la tarde sí, la estoy escuchando a Yanina en la radio. Grita pero en un buen horario, ya son las 5 de la tarde (risas).
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