La conductora y su heredera, fruto de su amor con el aventurero Jakob von Plessen, protagonizaron una adorable producción
¡Como una estrella! Así encandiló Malaika von Plessen (de un año y seis meses) en la segunda producción fotográfica de su vida (la primera fue una producción exclusiva para ¡Hola!). Tan desenvuelta ante la cámara como su mamá, la heredera de Zaira Nara (29) y el aristócrata aventurero Jakob von Plessen (37), fue protagonista –días atrás– de una sesión de fotos para la marca Ayres, que, a juzgar por las imágenes soñadas, quedará como un lindo recuerdo para sus padres.
“Como todavía es muy chiquita, suelo decir que no cuando una marca me propone hacer algo con Mali, pero fue una experiencia distinta y muy familiar porque Sofi (Álvarez Uriburu), la dueña de la marca, es muy amiga mía. Me divertía hacer fotos para celebrar el Día de la Madre y la idea era que la gorda apareciera sólo en una foto, pero se copó y terminó saliendo en todas, que no era el plan”, cuenta Zaira, que por estos días está al frente de Morfi, el magazine matutino de Telefe, junto con Gerardo Rozin.
“La dejé ser y ella fluyó. Las fotos quedaron divinas y reflejan el espíritu de Malaika, que nos tiene locos de amor”, continúa la conductora, mientras se prepara para una tener una charla íntima con ¡Hola! Argentina.
–Se la ve de lo más natural frente a la cámara.
–Sí, fue una sorpresa verla tan divertida. Si bien Mali es igual a Jako en un montón de sentidos –le encanta la naturaleza y su primera palabra después de “mamá” fue “cocó”, que es como les dice a los caballos, que adora–, él es muy perfil bajo así que esto sin lugar a dudas lo sacó de mí. [Se ríe].
–Hace unos días, Malaika cumplió un año y medio. ¿Qué es lo que más te sorprende de su crecimiento?
–Lo que más me llama la atención es la cantidad de cosas que aprende de nosotros sin que se las hayamos enseñado. La subís a un caballo y ya agarra las riendas como su papá y yo pienso: “¿De dónde lo sacaste? ¡Tenés un año y medio!”. Es increíble lo rápido que aprenden, lo mucho que absorben de vos sin darte cuenta. Es una esponjita.
–¿Qué sentís cuando la mirás?
–Es lo que más me importa en el mundo y no puedo creer la suerte que tenemos con Jako de tenerla en nuestras vidas. Mali es mi eje, es el centro de mi vida y desde que nació estoy al servicio de su felicidad. Darme cuenta de eso es lindo y muy fuerte y muchas veces pienso y digo: “¿Dónde estabas antes, chiquita? ¿Cómo era posible vivir y ser feliz sin vos?”.
–¿La maternidad hizo que entendieras cosas de Nora, tu madre?
–Sí. Entendí por qué fue tan duro para ella el nido vacío. Fue madre por primera vez a los 21 y dejó de trabajar para dedicarse de lleno a mí y a mi hermana. Como seguía siendo joven cuando nos fuimos de casa, fue difícil para ella empezar de cero. Por eso para mí es tan importante seguir teniendo mi propio espacio.
–¿Cómo es ser mamá de Malaika?
–Si bien es un aprendizaje de todos los días, es muy divertido ser su mamá porque es amorosa y muy graciosa. Está mucho con nosotros y siento que, de alguna manera, nuestra hija nos lo agradece con su cariño y su bondad. Amo compartir todo con ella y no perderme ni un segundo de su vida.
–¿Cuál fue el desafío máximo de la maternidad?
–No dormir. Muchas veces pasa que llora toda la noche por alguna molestia y se duerme recién a las siete de la mañana y yo tengo que levantarme y cumplir con el programa igual.
–¿Cómo te organizás con el trabajo?
–“Morfi” me organizó muchísimo en ese sentido. Conducir un programa a la mañana es ideal para una mamá y, además, tengo la suerte de poder prepararme en casa. Me peinan, me maquillan y me visto acá, así que son dos horas de trabajo que comparto con Malaika y no las “pierdo”, por decirlo de alguna manera, sola en mi camarín. Después, las tardes son todas de ella: vamos a la plaza, visitamos a alguna amiga o dormimos la siesta juntas. De todas maneras, debo decir que no es fácil ser una mamá moderna: lograr un equilibrio es complicado e implica un gran sacrificio para aquellas que nos gusta, o que necesitamos, trabajar. A mí, por ejemplo, me costó un año y medio volver al gimnasio. Jako me carga y dice que es porque soy vaga y aunque es cierto que un poco lo soy, también es una hora más al día que no estoy con Mali. [Sonríe].
–¿Cómo van a festejar el Día de la Madre?
–Creo que vamos a estar en México, de vacaciones, así que va a ser el primero fuera de Buenos Aires. Aunque no es un día en el que esperás que todo cambie, está bueno que te mimen con un desayuno en la cama y un “gorda, feliz día”.
–Tal vez te inspire a encargar un hermano para Malaika.
–¡Te juro que no! [Se ríe]. Mi hermana tiene una familia numerosa y no puede creer que estemos esperando tanto. Con Jako lo hablamos, pero lo cierto es que estamos tan embobados con Mali que por ahora no tenemos muchas ganas de arrancar de nuevo.
–¿Cuál es el plan, entonces?
–Disfrutar de esta etapa y, si bien queremos tener otro hijo, por ahora preferimos esperar un poquito.
–¿Qué hay del casamiento?
–Antes soñaba con casarme con los chicos grandes, como para que ellos también disfruten de la fiesta, pero ahora que tenenemos a Mali, pienso: “¿Para qué? ¡Mejor planeemos unas buenas vacaciones!”. [Se ríe].
–Pero no es lo mismo...
–Cuando tenés un hijo, el compromiso es tan grande que el hombre que tenés a tu lado pasa automáticamente a ser tu marido, tu compañero, tu todo. En ese primer test de embarazo y en ese abrazo de felicidad para mí ya está todo resuelto.
- Texto: María Güiraldes