
Porteño como siempre, el filete contraataca
Hoy, este arte popular adorna objetos cotidianos y llega a la moda
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El fileteado conoció la gloria en los años 40, cuando sus ilustraciones acompañaron al tango, a los carros y colectivos. Ahora, aquella tradición del siglo XX es desafiada por los nuevos artistas fileteadores, que trasladan este arte popular al diseño de juguetes, el bodypainting o la moda.
"El fileteado ya se corrió de lugar. Es un hecho", señala Jorge Molina, artista rosarino e inventor del Juego de la Oca fileteada: "El maestro filetero de los años 40 era ignorado como artista y pintaba para una fábrica de carrocerías, apurado por el dueño del carro. Hoy, esas imágenes pueden verse terminadas con óleo, sobre una tela y dentro de una galería de arte".
Para Molina, el Juego de la Oca debe poder colgarse de la pared y tener dados con imanes, es decir, tal como él lo pensó. También diseñó unas diminutas cartas con prendas para los jugadores, entre las que se incluye bailar un tango o patear un penal. El libroadro es otro invento (mezcla de libro con cuadro), que permite cambiar el filete según el ánimo, mientras que el sapo es una adaptación de ese entretenimiento a una versión mínima ideada por el rosarino.
Dicen los fileteadores que frases de este arte popular, como lo mejor que hizo la vieja es al pibe que maneja, fueron perdiéndose. Eran las famosas flores corraloneras de las que habla Borges en el ensayo que le dedicó a las inscripciones en los carros, en 1930. Las mismas que luego se trasladaron a los colectivos y que en 1975 fueron prohibidas.
Más imagen que palabra
"Ahora se trabaja más con la iconografía, la frase perdió valor. Probablemente, porque antes era parte de una expresión muy popular, mientras que hoy se trata de un recurso más académico", dice Alfredo Genovese, fileteador e impulsor del fileteado sobre el cuerpo, el bodypainting a la porteña.
Genovese empezó a investigar su aplicación sobre el cuerpo después de que le encargaron filetear, para una publicidad del canal Much Music, a Charly García, la Mona Giménez y Dante Spinetta, entre otros. Así fue como decidió asistir al festival anual de Seeboden, Austria, donde artistas de todo el mundo muestran en vivo sus creaciones de bodypainting. A la vez, en Buenos Aires, organizó un curso dedicado al tema. Muchos de los trabajos de sus alumnos, la mayoría maquilladores, se ven en fiestas y, últimamente, también en las murgas barriales.
Y ahora, mientras Genovese avanza con el fileteado en la moda, Miguel Gristán, fileteador de Almagro, sostiene que lo nuevo en este arte popular es la vuelta del adorno en los colectivos.
¿Se vuelve a los 40? No tanto. "Son líneas de colectivos que quieren distinguirse, y generalmente pintan una cinta en la trompa, una flor atrás o un cisne mitológico en el costado. Hay que prestar atención, son más comunes de lo que parece", advierte.
Es decir, Gristán está pintando ponchos y polleras, que en la jerga del filete equivale a ilustrar laterales del colectivo. O, al menos, así consta en el breve diccionario de Genovese, basado en la sabiduría del antiguo maestro Alberto Pereira. El diccionario, que integra un tratado dedicado al arte del filete, verá la luz en pocos días.
Para Gristán, la tendencia de los colectivos se va a trasladar a los automóviles. Cita como ejemplo el Ford K, que ya viene tatuado de fábrica: "Un auto es algo que se luce y se lo puede hacer pintar con buen gusto", señala Gristán.
Para él, como para el resto de los fileteadores, no se trata de un arte menor o de una cosa de verduleros, como dice que se los critica; es una pasión que trasladan a su entorno. Como la PC fileteada del legendario Martiniano Arce, el carrotango de Molina (una especie de trío eléctrico en versión tanguera), el árbol frente a la casa de Genovese, y en breve, la tapa del inodoro de Miguel Gristán.
Un virus que ahora padecen las mujeres
"El filete es un virus", dice Ricardo Gómez, fileteador del barrio de Floresta y maestro de más de 20 alumnas, todos los sábados por la tarde, "Te pica el virus y no te lo sacás más", amplía.
Gómez cuenta que este arte popular siempre fue cosa de hombres: "Yo empecé en el bajo Flores, después salté al corralón y, cuando terminó la tracción a sangre, pasé a los colectivos. Hasta que me dijeron: Se mueren ustedes y se acaba el filete. Ahí empecé a dar clases en el Parque Avellaneda".
El primer día de clases lo esperaban 10 mujeres: "Acá no es la clase de cocina", las atajó. Pero, dice, enseguida se dio cuenta de que que la mujer "era más capaz que el hombre... En la cuarta clase, lo pasaba por arriba. Ahora me dicen que soy feminista, pero no es así; soy realista".
Todo esto lo llevó a organizar la muestra que se inaugura mañana, a las 13, en el Museo de Arte Popular José Hernández. Allí, y hasta el día 28 se exhibirán las piezas elegidas por Gómez, por si quedan dudas, bajo el título Mujeres, fileteadoras y porteñas.
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