¿Problema tecnológico o social?
Los cambios generacionales y tecnológicos se encuentran estrechamente relacionados. Cada dispositivo tecnológico (desde la escritura y el libro hasta la TV, la PC) propone una jerarquía de sentidos, formas de pensar y percibir el mundo.
Sin embargo, la aparición de una nueva cultura generacional no puede ser adjudicada al surgimiento de nuevos medios. Las flamantes sensibilidades que las tecnologías proponen y producen se vinculan, en cada contexto, con otros cambios socioculturales más complejos. Actualmente, hay tres transformaciones que condicionan fuertemente la relación que los niños establecen con los medios: la escuela, la familia y la crisis de los espacios públicos.
La escuela, históricamente, constituyó el espacio institucional más importante para la formación. La crisis de la escuela pública produce una modificación clave, ya que se diluye el ámbito que complementaba cotidianamente la educación familiar y la contención afectiva. El aprendizaje sistemático de la lectoescritura y otros saberes implica el desarrollo de una base analítica irreemplazable. Incluso en algunas instituciones educativas privadas un privilegio simplista de nuevas tecnologías, subordinando equivocadamente la formación básica, parece un atajo atrayente que puede culminar en otros fracasos.
Las transformaciones familiares se encuentran asociadas a los cambios en el mundo laboral. Diversos estudios han mostrado que las madres establecían una regulación del tiempo libre de los hijos, pautando el uso de los medios. Las madres también hacían comentarios, subrayaban o criticaban aspectos de los programas de televisión, actuando como mediadoras y buscando que los niños aprendieran distintas cosas.
Librados a su suerte
Las difíciles condiciones socioeconómicas implican que ambos padres se encuentran la mayor parte del tiempo fuera del hogar. Por lo tanto, no se trata de que los niños efectivamente sean hoy más autónomos, en el sentido de más libres, sino de que -dificultades de pagar jardines o niñeras mediantes- muchos niños están más librados a su suerte. Así, la televisión y la computadora se convierten en "niñeras electrónicas gratuitas". En otras palabras, el problema no es que los niños miren televisión, sino que lo hagan con poca o ninguna intervención de sus padres.
A este panorama se agrega la crisis creciente de los espacios públicos donde los niños pasaban una gran parte de su tiempo libre. La calle, la plaza y a veces el club son lugares muchas veces temidos para los padres. La sensación de inseguridad, el incremento de los delitos por las condiciones socioeconómicas y los robos de niños constituyen un escenario complicado para promover que los chicos "salgan a jugar con sus amigos". Esto ha generado un problema social que algunos especialistas llaman "agorafobia" (miedo a los espacios públicos) y se está traduciendo en una creciente privatización de los ámbitos de entretenimiento y socialización.
Las tecnologías, entonces, no producen el surgimiento de una nueva cultura generacional, sino que son parte de procesos sociales más complejos. En este caso, son más una consecuencia del cambio que una "causa". Si el problema no se encuentra sólo en la televisión, las soluciones tampoco. De todos modos, el entorno tecnológico de la televisión por cable o Internet pueden convertir en vetustas las reglamentaciones sobre el "horario de protección al menor". Las políticas públicas sobre televisión deberían apuntar, más que a prohibir aquello que los niños buscarán en otros lugares, a promover la producción de programas que sean creaciones culturales verdaderamente alternativas.
Alejandro Grimson
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