
Mientras los grandulones Eminem y Kid Rock disputan con Britney Spears el trono de la música teen norteamericana, Gran Bretaña celebra el nacimiento de una auténtica estrella de rock.
1 minuto de lectura'
Interior aeropuertoInterior día
Nos hallamos en un moderno aeropuerto, diseñado por un arquitecto cuyos padres no sólo no lo quisieron sino que se ocuparon de demostrarle cuánto lo odiaban. El fruto de tantos años de rencor acumulado es este lugar donde las cintas transportadoras nunca funcionan, donde es imposible tirar de la cadena en el baño sin que el agua te salpique, y cuyos funcionarios rivalizan en dirigir miradas de desprecio a los que llevamos neceseres Luis Vuitton. Bueno: a los que no llevamos nada. En este momento, la cámara con el pov (Point Of View) del escasamente intrépido reportero cruza delante de cinco funcionarios de aduanas que están entrenándose para un campeonato mundial de bostezos. De hecho hay uno que hace doblete, pues se entrena paralelamente para las semifinales de engullimiento de donuts.
Oímos, por encima del ambiente del aeropuerto y de las desmayadas voces que indican retrasos en los vuelos a Birmingham, la respiración entrecortada del reportero.
La cámara hace una ligera y titubeante parada (en unos fotogramas fijos, a lo Corre, Lola, corre, vemos que el pusilánime reportero sufre ataques de angustia cada vez que cruza una frontera, aunque nunca ha llevado nada más fuerte que un par de cajas de Trankimazin y una navajita recuerdo de Lourdes), para continuar su recorrido. Justo cuando está a punto de cruzar la puerta que lo expulsa del aeropuerto, una voz con acento escocés le detiene.
Aduanero:
Where are you going? Where do you live? Why you’re not carrying any luggage? (¿Adónde va? ¿Dónde vive? ¿Por qué no lleva equipaje?).
La cámara sigue siendo subjetiva y el aduanero tiene un aire entre Bob Hoskins en El viaje de Felicia y Niki Lauda después del accidente.
Reportero:
(Carraspeando) I’m... I’m a journalist. I’m going to inteview a pop star... (Soy... periodista. Vengo a estrevistar a una estrella del pop).
Aduanero:
Which one? (¿Cuál?).
En ese momento, una voz en off procedente de la cabeza del reportero empieza a buscar desesperadamente alguna pop star que pueda reconocer el aduanero, que parece simple y llanamente un nabo: ¿Noel Gallagher? ¿Robbie Williams? ¿Petula Clark?
Reportero:
Richard, Richard Ashcroft...
Aduanero:
Oh, yes. He was with The Verve.... He justa had a baby, I saw it in the news... Bye (Ah, sí. Ese estaba antes con The Verve... Acaba de tener un bebé, lo vi en las noticias... Adiós).
La cámara se aleja del aduanero. Al cruzar ante un espejo, cortesía de British Telecom, la mirada del reportero (reportera, en este caso) revela:
a) La certeza de que no hay crema para pieles grasas que mantenga sus vanas promesas antibrillos.
b) La certeza de que ser aduanero es un auténtico garrón.
c) La certeza de que Ashcroft, el tipo que va a entrevistar en un par de horas, es, ya, una auténtica estrella.
corte
secuencia 1Tren express a PaddingtonInterior día
A toda pantalla vemos unas imágenes del videoclip "A Song For the Lovers", que transcurre en una habitación de hotel donde Richard Ashcroft está escuchando... ¡bingo!: "A Song For the Lovers" mientras, como dice la canción, parece esperar a alguien o algo que no llega. El clip es puro Jonathan Glazer, un director capaz de insuflar pasión a un par de viejas pantuflas Pirelli. El montaje es perfecto. Ashcroft camina con la seguridad de un puma ante una manada de antílopes, y la utilización del canturreo por encima del tema y los silencios repentinos dotan a la canción de una dimensión surreal y algo malsana.
Y la canción es catchy, pegadiza a cagarse. De esas canciones con las que te sorprendés a vos mismo cantando en los contestadores de los amigos o ante la soledad de los cajeros automáticos.
corte
Vemos que las imágenes del videoclip están siendo proyectadas en un pequeño monitor situado en un compartimiento de tren. La cámara efectúa una ligera panorámica hasta encuadrar a una mujer que agita frenéticamente un pequeño grabador que parece no funcionar.
La mujer deposita con resignación el grabador en su bolso y abre una libreta roja. Vemos un plano de detalle de una lista escrita con tinta negra: The Verve, drogas, Nick MacCabe, Kate Spiritualized, the baby, William Blake, estudio, nueva vida, usa, Everybody, I Get My Beat, ¿Creés que ser una estrella te hace diferente del resto del mundo?, Wathever, Wathever...
La cámara vuelve a encuadrar a la mujer de perfil mirando por la ventana del tren express que une en 15 minutos Heathrow (donde está el aeropuerto de Londres) con Paddington. "A Song For the Lovers" ha terminado y ahora Britney Spears masculla una balada patética desde el monitor del compartimiento, mientras efectúa una coreografía aún peor, lo que hace que, por comparación, la canción de Ashcroft adquiera tintes de obra maestra.
corte
secuencia 2Interior taxiInterior día
Ppp (Primer Plano de Perfil) de un conductor de taxi, hablando animadamente a través del artilugio sin manos de su teléfono celular. Está describiendo con todo lujo de detalles las bondades del láser en la operación de hemorroides de la que fue objeto la semana pasada. Por el cristal retrovisor del auto vemos la cara de asco de la mujer que vimos agitar el grabador en el tren.
corte secuencia 3Interior hotel MadisonInterior día
Pg (Plano General) de la recepción del Hotel Madison. Fila de chicos vestidos de negro, recién salidos del casting de Gatacca. Aparece en cuadro un responsable de Virgin Records (rengo, simpático, no viste de luto), que conduce a reportera a suite donde aguarda tremenda pop star. Fundido encadenado. Comentarios banales en el ascensor: "Richard is a very good shape today, but he’s sick of answering questions like..." (Richard está hoy en buena forma, pero está cansado de responder preguntas del tipo: ¿Cómo te ha cambiado la vida la llegada de tu hijo Sonny, fruto de tu matrimonio con Kate of "Spiritualized"?).
corte secuencia 4Interior suite MadisonInterior día
Vista panorámica del Hyde Park desde la suite del hotel donde aguarda Richard Aschcroft. Primera impresión, como con toda la gente que uno ve on stage o en la tele: es mucho más bajito de lo que parece, y tiene que pasar dos veces para que lo veas, porque es delgado como un grisín. Anteojos de sol como los que lleva en la tapa de la revista The Face, camisita azul marino de manga corta revelando delgados bracitos, y etiqueta Prada pegada a cremallera de camisita. Beso ritual con titubeos iniciales.
Empezamos. Imposto la voz.
–¿Cómo te ha cambiado la vida la llegada de tu hijo Sonny, fruto de... etcétera, etcétera? (Palidece). Just kidding, era broma. (Se ríe).
–No me molesta constestar preguntas personales, pero por Christsake, es algo puramente obvio... Pues claro que me ha cambiado la vida, claro que va a influir en mi manera de componer, en quien soy, en mi relación con mi mujer, en todo. Estuve en el parto, corté el cordón, vi cómo salía el bebé y no lo podía creer. Pensaba: guau, es mi hijo; un día hicimos el amor, y ahora hay un nuevo ser humano en el mundo. Por mucho que sepas todo el asunto de los espermatozoides y los óvulos y el polen y las abejas y la naturaleza, hay algo que a tu cerebro le cuesta asumir, que es: ¿de dónde ha salido este niño? ¿Dónde estaba hace nueve meses?
A Richard Ashcroft le gusta hablar. Todavía no sé si le gusta escucharse, pero le gusta hablar.
–Deberíamos besar el suelo cada mañana. Vi a un biólogo un día en televisión que decía eso. Nosotros somos el fucking milagro: respirar, dormir, niños, envejecer, caballos, teléfonos celulares, clubes, tequila, champagne, todo es un fucking milagro que tomamos como la cosa más natural del mundo y no es natural porque no hay nada natural...
–La muerte. La muerte en la canción "Everybody". La más triste del álbum "Alone With Everybody". Para mí, la mejor.
[Everybody’s gonna feel the weight of death sometime/ Find out What’s like to be left behind/ Sometimes you don’t get a chance to ask where or why/ Let it rip the magic beauty of your fragile mind...]
–Nadie quería que pusiera esa canción en el disco, me decían que estaba loco, que no era una canción para este disco... No sé, amo esa canción. No sé exactamente si es una canción sobre la muerte, el abandono, la ruptura; cuando algo en vos se rompe para siempre también es una pequeña muerte.
–Y, sin embargo, este disco está mucho más vivo que "Urban Hymn".
–Sí, el hecho de tomar la total responsabilidad, de estar en el estudio con nuevos músicos, que han aportado melodías, energía... No sé: ver sus caras cuando algo salía extremadamente bien... Toda la gente que ha estado implicada en el disco estaba allí porque quería estar; todos estaban por motivos concretos, no sólo por el dinero. Se graban cientos de discos en Inglaterra; estos músicos podían haber estado en otro sitio, pero quisieron estar conmigo... Y el hecho de que quisieran estar conmigo ha hecho que el disco esté vivo, definitivamente vivo...
–Los temas del disco son extremos: o éxtasis o tragedia.
–Sí, sí, no lo veía así, pero es posible. No sé por qué eso me ha hecho pensar en los Beach Boys, en la voz de Brian Wilson, en ese pitch que tenía, en toda la pasión y el amor que ponía al cantar, algo que para la gente era como éxtasis y tragedia al mismo tiempo; había vida y muerte en esa voz. La música debería ser siempre así: nadie debería tener miedo de hacer algo hermoso y sensible; de esa manera la gente tampoco tendría miedo a tener sentimientos. Nadie tendría miedo a aspirar a la belleza, y por eso sé que me van a criticar por este álbum, porque no he tenido miedo al hacerlo, no he tenido miedo de expresar lo que quería expresar y... bueno, todo el mundo quiere colocarte en una cajita con una etiqueta. Este álbum es mi manera de decir: "A la mierda con las etiquetas y las cajitas". Probablemente no funcionará en los Estados Unidos, que es donde inventaron las mejores etiquetas.
–Common, Richard, they gonna love it... (Vamos, Richard, les va a encantar...)
–¿Vos creés? No lo sé... Los Estados Unidos... Me acuerdo de nuestra primera gira por allá... Un desastre, nos llevábamos fatal, no había pasado nada con el disco ahí, todo mal, y un día, en Iowa o en Idaho, no sé, paramos a comer en un sitio, un sitio en medio de la nada donde los niños han crecido sin saber que hay una vida más allá de McDonald’s... Y bueno, desayunamos huevos, tostadas, un desayuno normal, y ninguno de nosotros llevaba encima un dólar; llevábamos libras. A la hora de pagar, intentamos pagar con libras ¡y la mujer del café creyó que era dinero del fucking Monopolio! ¡La mujer no sabía que en el resto del mundo la gente utiliza algo que no es el dólar! ¡No le cabía en la cabeza! ¡Casi nos envían al Ku Kux Klan!
–Lo han conseguido. Mirá esta ciudad: en cada esquina hay una tienda Gap y un café Starbuck’s. Y encima se burlan de lo que están haciendo con el mundo y se atreven a colocar el cuartel general del "Dr. Evil" de "Austin Powers" en un Starbuck’s gigante. ¡Como si fuera un chiste!
–Sí, es una verdadera cagada, no se puede dar un paso, especialmente en Londres, sin que te tropieces con esa mierda de Gap y sus fucking anuncios. Mi mujer, Kate, se pasa el día sacando la etiqueta de Baby Gap de las ropitas que le han regalado al bebé. ¿Qué es eso de Baby Gap? El bebé es nuestro y no de Gap. Es una manera sutil de empezar a poseerlo todo.
–¿Sutil?
–No, es verdad, de sutil nada. Todo empezó con Coca-Cola: bebéte esto y participá del sueño norteamericano; comprá esto y pertenecerás... Como cuando sos adolescente y todo lo que te importa es que la etiqueta de tu jean sea la correcta para que te acepten.
[Aquí, ramalazo kenloachista rodado en 16 mm con una Aaton y mucho grano: todos queremos que nos quieran, es tan básico que da ganas de llorar y eso lo saben los de las marcas comerciales; saben qué es lo que hay que hacer para hacerte desear algo, para hacer que trabajes como una bestia, soportando las guachadas del jefe, aguantando contratos tipo "o-te-portás-bien-o-hay-doscientos-haciendo-cola-para-tu-puesto", para endeudarte y comprarte el puto auto o las zapatillas de 150 dólares, modelo ultraexclusivo cosido por un montón de niños hacinados en un sótano en Singapur, Hellooooo...]
–¿Qué pasa si quieren una canción tuya para una campaña de Gap o de Coca-Cola o de lo que pueda surgir?
–Para mí era una pesadilla cada vez que ponía la televisión y sonaba "Bittersweet Simphony". Cambiaba de canal y volvía a oírla en otra publicidad... Fue horrible, no va a pasar eso en este disco, te lo juro.
–Veremos...
–Hace un par de años, cuando estuve en Barcelona, me fasciné con el fútbol. Ponían "Bittersweet Simphony" con las imágenes de los jugadores en cámara lenta, había un partido del Barcelona y creo que ganó, fue alucinante ver a la gente en la calle... La música nunca arrastra así a la gente...
–Al menos la gente a la salida de un megafestival no se agarra a las piñas si a uno le gustó más cómo tocó Primal Scream o cómo cantaste vos...
–Es verdad; algo bueno teníamos que tener... A mí me gusta mucho Primal Scream. Y me gusta Massive Attack. Y siempre Marvin Gaye y...
–¿Y?
–Y... muchos otros.
–Beck?
–¿Beck?
–Sí, Beck.
–No sé.
–O sea que no.
[Ahora, de repente, aparece a toda pantalla un primer plano de un Jack Nicholson, hace veinticinco años, con pelo y con las comisuras de los labios todavía vírgenes, hablando con furia... "Calláte. Vos y yo tenemos una idea muy diferente de lo que es serio. Vos creés que tomar decisiones es serio, que decidir es serio... y querés completar tus juicios sobre mí... Soy de una raza muy complicada. Y cada día de mi vida he intentado borrarla, desde los tres meses hasta los 28 años, odiándolo todo, tocando sin terminar de creérmelo, sin seguridad, sin satisfacción, buscando un aplauso sin entusiasmo, sin sentirlo..." Aparece una sobreimpresión en blanco que dice: de la película Five Easy Pieces, de Bob Rafelson, 1970].
–Pero vos ya no estás confundido, Richard...
–No, supongo que no, pero estoy tan jodido como cualquiera.
corte fundido en negro
[Los créditos finales tienen como banda sonora el tema "I Get My Beat". Vemos un montaje ultrarrápido de imágenes de gente entrando en Gap, chicas con las narices llenas de espuma de capuccino, un hombre octogenario enseñando a su nieto –Ashcroft a los 7 años– el cementerio de Wigham, una foto promocional de The Verve que se transforma en arena, Ashcroft contemplando asombrado sus manos que sostienen el cordón umbilical de su hijo, Karen Black corriendo tras Jack Nicholson en Five Easy Pieces, Robbie Williams en ropa interior femenina posando para una campaña de prevención de cáncer de mama, una chica negra inmensa cerrando con aire cansino la caja de un Gap, un montón de japoneses enloquecidos arrebatándose unos a otros el mismo modelo de zapatillas Puma, una cola impresionante que conduce al nuevo [museo de arte] Tate Modern Gallery, un niño delgaducho con la cara ensangrentada y los pantalones rotos caminando decidido de vuelta a casa, esforzándose por no llorar.]
fin




