
Romeo y Julieta, a sangre y fuego
La inigualable tragedia escrita por Shakespeare, que narra la historia de los adolescentes enamorados que llevan adelante su amor por sobre el odio de sus familias, regresa a la pantalla grande con el lenguaje de hoy, y ambientada en una improbable Miami.
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Historia eterna si las hay, la de "Romeo y Julieta" ha venido conmoviendo a toda clase de públicos desde hace poco más de 400 años, cuando William Shakespeare le dio forma definitiva a una vieja leyenda sobre adolescentes y amores prohibidos. La tragedia de los enamorados que llevan adelante su unión por encima del odio que enfrenta a sus irreconciliables familias ha revivido miles de veces. En la escena y en el cine, puesta en palabras o traducida en danza, ambientada en la Verona más o menos real en que la situó el bardo o en los escenarios más diversos. Porque los personajes y los sentimientos que animan la acción son reconocibles y perduran en cualquier época y en cualquier lugar.
"Romeo y Julieta" da para todo. El público contemporáneo conoció versiones fieles a la letra escrita por Shakespeare entre 1594 y 1595, adaptaciones respetuosas o arbitrarias y mil y una variaciones de la pieza original (declaradas o ligeramente inspiradas en ella).
En el cine -que es el medio que nos ocupa ante el inminente estreno de otra visión del cuento inmortal, debida al australiano Baz Luhrmann y titulada "Romeo y Julieta de William Shakespeare"- es, de lejos, la obra del genial dramaturgo que más veces despertó el interés de productores y realizadores.
Desde que el legendario Georges Méliès inauguró la lista en 1901, se registran no menos de treinta films. Sin contar, claro, las innumerables variaciones en las que fue omitido el nombre de Shakespeare a pesar de haber seguido de cerca su construcción dramática.
Imágenes que perduran
Por supuesto, el primer "Romeo y Julieta" que viene a la memoria es uno de los relativamente más recientes y probablemente el que obtuvo mayor difusión internacional. Lo filmó en 1968 Franco Zeffirelli, con un generoso despliegue de producción y prestando especial atención -como es su costumbre- a los aspectos formales, lo que le valió un Oscar a Pasqualino de Santis por la fotografía y otro a Danilo Donati por el vestuario. Pero el secreto del éxito de esa versión -si es que lo hay- residió seguramente en el aire contemporáneo que el cineasta italiano impuso al comportamiento de los jóvenes de la ficción. Que además, contra lo que se había hecho casi hábito en cine y en teatro, eran adolescentes y se mostraban como tales.
Olivia Hussey y Leonard Whiting -que figuraban al frente del elenco- podían no ser grandes actores, pero con su vivacidad y su gracia juvenil desplazaron pronto de la memoria a los otros trágicos enamorados que el cine había puesto algunos años antes en pantalla: los de 1936, cuando Romeo y Julieta eran Leslie Howard y Norma Shearer en una versión que George Cukor dirigió de acuerdo con los cánones hollywoodenses de la época, y los de 1954, cuando otro italiano y maestro del neorrealismo, Renato Castellani, rodó en Inglaterra una versión que para muchos estudiosos sigue figurando entre las más acertadas. Aunque los protagonistas - Laurence Harvey y Susan Shentall, en este caso-, también se veían relativamente maduros.
Otros cineastas -del mexicano Miguel Delgado al egipcio Kamal Selim y de los italianos Mario Caserini, Emilio Graziani y Riccardo Freda al indio Akhtar Hussein- afrontaron el difícil compromiso de poner en pantalla la pieza de Shakespeare.
Pero hubo adaptaciones que cambiaron la época y el lugar de la tragedia y obtuvieron singular reconocimiento.
Entre todas, la más famosa debe de ser "West Side Story" ("Amor sin barreras"), el memorable musical de Robert Wise y Jerome Robbins que revivió los amores de Romeo y Julieta entre cantos y bailes y sobre el áspero panorama de una lucha de pandillas en las calles del Manhattan de los primeros sesenta. La misma época en la que Peter Ustinov se inspiró en el tema para satirizar la guerra fría en su "Romanoff y Julieta".
Habrá también quien guarde en la memoria y en el corazón la producción francesa "Los amantes de Verona", que transportaba la historia a los tiempos modernos según la adaptación de Jacques Prévert y fue el film que le dio fama a André Cayatte. Y habrá quien recuerde "Los tarantos" (1963), donde el español Rovira Beleta recreó el cuento entre familias gitanas enfrentadas a muerte y donde hizo una de sus últimas apariciones la inolvidable Carmen Amaya.
Los amantes de Miami
Según la concepción de Baz Luhrmann, que Warner-Fox dará a conocer en los próximos días, Capuletos y Montescos son gente de hoy. Millonarios, egoístas y poderosos, viven en Miami, más exactamente en un sitio llamado Verona Beach, y hablan con las palabras de Shakespeare pero con un acento inequívocamente norteamericano. "Todo lo que aparece en la película -se ataja el realizador, que ganó fama con su Baila conmigo-, está en la obra. Violencia, asesinato, lujuria, amor, veneno, drogas que hacen parecer la muerte; todo está ahí. Es sólo que lo hemos asociado con cierto modo de hablar y cierto tipo de vestuario".
Luhrmann ya tiene alguna experiencia en Shakespeare, cuya obra adaptó en colaboración con Craig Pearce, guionista de "Baila conmigo". No hace mucho puso en la Opera de Sydney una aplaudida producción del "Sueño de una noche de verano", de Benjamin Britten. Y fue él quien decidió encarar una nueva versión de "Romeo y Julieta" antes que aceptar alguno de los muchísimos proyectos que Hollywood le acercó tras el éxito de su primera película.
"Shakespeare -dice- era un narrador de cuentos arrebatado, sexy, violento y entretenido. Tratamos de hacer la película de la manera que él la habría hecho si hubiera sido director de cine."
Hay una notable diferencia para Luhrmann entre el respeto y la reverencia obsecuente. "Respetar la obra de Shakespeare es buscar su verdadero fondo, su verdadero significado cia. La fidelidad mal entendida, reverencial, es como una muestra de adulación, no de amor sincero".
Lo notable, sostiene, es que todos los espectadores pueden vivir experiencias diversas con la obra shakespeariana; por eso es que sigue siendo interpretada y por eso es tan valioso representarla. "Era un genio para captar quiénes somos y revelárnoslo -resume-: mi trabajo es sólo revelarlo nuevamente".
Lo que tal vez resulte más difícil de imaginar es cómo se enlaza con "Romeo y Julieta" el universo colorido, un poco estrafalario y bastante kitsch del director de "Baila conmigo". El trasladó la acción a Miami pero habla de un "mundo imaginario", hecho de construcciones culturales reconocibles por todos, muchas de ellas provenientes del cine; todo envuelto en una atmósfera de moderna sofisticación.
Así, imágenes de "Rebelde sin causa" se mezclan con los musicales de Busby Berkeley, el poderoso señor Capuleto es una especie de Don Corleone y el baile de máscaras en la mansión de los padres de Julieta tiene la exaltada realidad del mundo de Fellini.
Tampoco titubeó Luhrmann a la hora de subrayar los momentos de comedia que están en la obra original. Gracias a esa mezcla de tragedia y comedia vulgar -opina- la audiencia puede abarcar las emociones de la pieza.
Cambio de escenario
"Romeo y Julieta de William Shakespeare" fue filmada en la ciudad de México y sus alrededores, en los estudios Churubusco, en el castillo de Chapultepec y en las playas de Veracruz. A Donald McAlpine -entre cuyos trabajos recientes figuran "Nueve meses", "Depredador" y "Peligro inminente"- le fue encomendada la fotografía, y a Nelle Hoper, coproductor y cofundador de Soul II Soul, la música original. En los papeles centrales aparecen dos brillantes actores jóvenes, Leonardo Di Caprio ("¿A quién ama Gilbert Grape?") y Claire Danes ("Mujercitas", "Amores que nunca se olvidan").
Los acompaña un elenco poblado de nombres prestigiosos: Brian Dennehy, John Leguizamo, Paul Sorvino, Diane Venora, Pete Postlewaite. Son los Montescos y Capuletos que renuevan el trágico enfrentamiento para que vuelva a renacer en la pantalla ese hito insoslayable de la mitología romántica que conocen y disfrutan aun aquellos que jamás leyeron una línea del inmortal teatro de Shakespeare.
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