Series autorreferenciales: el encanto de contar la historia que uno más conoce
En un futuro –esperemos que cercano– seguramente se podrá analizar con algo de distancia qué fue del concepto de la privacidad y la intimidad tras el paso del encierro obligatorio transmitido por Zoom. Una de las incógnitas de este tiempo es qué fantasías les quedarán a los paparazzi para vender y al público para comprar después de que celebridades, artistas y todas las variaciones posibles de famosos se convirtieran en sus propios intrusos.
El fenómeno, más allá del coronavirus, no es nuevo. A partir del crecimiento de las redes sociales y su probado poder de comunicación, muchos entendieron que se les presentaba una oportunidad única de esquivar a los intermediarios y controlar el mensaje. Así, actores y músicos abrieron un canal de diálogo con sus seguidores donde podían mostrarse más auténticos, más "ellos" que nunca. La idea de la comunicación sin filtros puesta en marcha con los juguetones filtros de Instagram ya planteaba un escenario algo confuso en los medios masivos modelo 2020 que, atravesado por la pandemia, se volvió directamente caótico. Así, con los programas de TV producidos desde el living de sus conductores, los conciertos musicales organizados en el comedor del compositor y los elencos de las series más recordadas reunidos en Zoom, los límites entre la realidad, la ficción y esa nebulosa tercera posibilidad que no es ni la una ni la otra, se volvió algo cotidiano.
Pero antes y mejor, las series –especialmente las comedias–, ya habían encontrado en esa difusa frontera un fuente inagotable de buenas ideas, humor y buena televisión. Los ejemplos más recientes del fenómeno son Casi feliz (Netflix) y Manual de supervivencia que se estrena hoy por Movistar Play, dos ciclos argentinos que estrenados con apenas unas semanas de diferencia, demuestran las muchas posibilidades que ofrece el juego narrativo de la casa de espejos.
En el caso del programa protagonizado por Sebastián Wainraich, el protagonista tiene muchos rasgos similares, aunque no idénticos a quien lo interpreta. Ambos se llaman Sebastián, conducen un exitoso programa de radio, tienen dos hijos, se dedican al stand up y son fanáticos de Atlanta. Pero luego sus caminos se bifurcan. Una separación reciente, un programa de radio en solitario y ciertas desventuras con personajes de su pasado construyen al Sebastián de la ficción como un primo muy cercano del real, y ése es uno de los atractivos del programa creado y escrito por Hernán Guerschuny. No es el único, claro, pero la curiosidad que genera descubrir las siete diferencias entre persona y personaje sobrevuela los episodios.
Algo que sucedía también en Parecido (2018), la serie de Untref –disponible en Flow– en la que Martín Piroyansky lidiaba de las maneras más cómicas e incómodas con la percepción de su fama. Y algo de ese espíritu también tiene su participación en Manual de supervivencia, la notable serie creada y dirigida por Victoria Galardi, en la que el actor Esteban Bigliardi interpreta a un actor llamado Esteban que solía ser abogado y que dejó esa profesión para intentar la nueva carrera en un momento de la vida en la que muchos ya no piensan en encontrar su vocación. Un recorrido similar al Bigliardi de la realidad.
"La gente viene a verme a mí", vocifera Martín (Piroyanski) en uno de los episodios de Manual de supervivencia, que se entretiene mucho con la idea de la fama y el ego como catalizadores del ridículo, ya desde el primer capítulo en el que Daniel Hendler interpreta a un actor al que su notoriedad le juega una mala pasada en las redes.
Ese humor que se planta en el malentendido entre ficción y realidad puede ser tan fértil como arriesgado. El decano del recurso es Larry David, que desde que creó junto con Jerry Seinfeld aquella maravilla homónima dio con una mina de oro que parece mejor con el paso del tiempo. Haciendo arte de su neurosis y de su inmenso éxito, David regresó a la TV con Curb your Enthusiasm (disponible en HBO Go), una serie que muchos creían sería un débil reflejo de la excelencia de Seinfeld y apenas un hobby para el guionista que ya no necesitaba trabajar un día más en su vida. Pero no.
Con todas sus manías a cuestas y el poder de la exageración en pos de la comedia desplegado en toda su gloria, David se convirtió en el más genial misántropo de la televisión. Un ser humano de moral y ética resbalosas con mucho dinero a disposición y muchos amigos famosos. Esos que más allá de la ficción aceptaron mostrar una versión de sí mismos para las cámaras. Desde Ted Danson pasando por Jon Hamm hasta el mismísimo Seinfeld, todos se sumaron a un experimento que, en su décima temporada, demostró el verdadero poder de ser e interpretar a Larry David: su fama le permitió reírse de temas sensibles como el acoso sexual y los abusos en Hollywood como nadie puede ni podrá hacerlo.
Quién lo intentó antes, utilizando también la confusión entre persona y personaje fue Louis C.K. cuya serie Louie era una de las mejores cosas que le había sucedido a la comedia televisiva hasta que la realidad y la evidente cercanía entre Louis y Louie transformó al programa en un muestrario de los problemas del comediante para lidiar con los límites en su relación con las mujeres y su propia celebridad. En ese caso, el juego de los reflejos dejó de serlo en un instante.
De aquel desastre al menos quedó Better Things (disponible en DirecTV Go), otro ciclo que utilizó la realidad como punto de partida. Creada por Pamela Adlon y Louis C.K., la serie tomó la vida de la actriz, sus experiencias trabajando como actriz desde niña y sus vínculos familiares para crear un universo paralelo en el que Adlon se llama Sam Fox y su vida a veces graciosa, a veces dolorosa y siempre interesante se despliega en episodios de poco más de 25 minutos. Después de la implosión de la carrera de Louis C.K., Adlon no sólo consiguió seguir adelante con el programa sino que logró hacer como guionista, directora y protagonista algunos de los mejores episodios de una serie que ya era brillante desde un principio.
Un modelo de mujer orquesta que la actriz mexicana Ana de la Reguera intentó para su serie Ana, disponible en Amazon Prime Video, con resultados casi opuestos. Conocida por haber hecho una carrera en Hollywood, la actriz decidió tomar todos los rumores, prejuicios y suposiciones que suele hacer la prensa de su país sobre su éxito en los Estados Unidos y darles su propio punto de vista. Reírse de ella misma antes, más y mejor que los otros. Y aunque la comedia no consiga plasmarla, la idea es interesante y parece ser una de las que mejor representan esta era de selfies, zooms y videos caseras transformados en contenidos de consumo global.
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