
Cuando se debe jugar a ser Dios
El director Daniel Veronese y los actores Alejandra Flechner y Héctor Díaz hablan de El comité de Dios, sobre los dilemas éticos del trasplante
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Sábado caluroso en Buenos Aires. A media tarde, el teatro El Picadero está en plena actividad. Se ensaya El comité de Dios , una pieza de Mark St. Germain ( La última sesión de Freud ). El director Daniel Veronese ha programado dos pasadas del espectáculo, con un breve intervalo, cuyo estreno está previsto para hoy.
Gustavo Garzón, Alejandra Flechner, Gonzalo Urtizberea, Roberto Castro, Héctor Díaz, Ana Garibaldi y Julieta Vallina andan por el escenario repasando algunos de sus parlamentos. El diseño escenográfico de Alberto Negrín es exquisito. La luz es plena. En la platea, sólo los asistentes, algunos técnicos y una fuerte expectativa. Deben recrear un mundo en apariencia muy conflictivo que cada uno de los personajes, con sus cualidades bien disímiles, deberá llevar a buen puerto.
Se trata de un comité, integrado por individuos que provienen de diferentes especialidades -en su mayoría, médicos- que debe decidir a qué paciente internado en el hospital se le realizará el trasplante de corazón que espera y para cuya operación está preparado física y psíquicamente.
Puede decirse que la pieza consta de una única situación dramática, pero cada uno de esos seres, allí reunidos, tienen una responsabilidad mayúscula: está en juego la vida de una persona. Cada uno de ellos, con su voto, ayudará a que esa vida en particular se prolongue o se extinga.
Las tensiones son muchas. Esto quizá resulte lo más movilizador de este texto. Cada personaje no sólo tiene un mundo profesional que lo define, sino, además, en lo personal, no pueden dejar fuera de esa sala de reunión a sus conflictos íntimos.
En la acción no sólo aparecen cuestiones médicas: también se propone allí una reflexión sobre cómo la ética, la religión y hasta el dinero pueden hacer tambalear la balanza a la hora de hacer justicia y provocar severas contradicciones.
"Cuando Germain visitó la Argentina en oportunidad de las funciones de La última sesión de Freud – explica el director, Daniel Veronese– me habló de este texto que estaba escribiendo y me lo ofreció. Le pedí que me lo mandara y, cuando lo recibí, me impactó. Aparece aquí un hecho llamativo: a quién se le puede dar o quitar la vida. Produce mucha inquietud esta situación tan dramática dominada por la cuestión médica, pero que, por momentos, también es subjetiva y no tan científica. Los que eligen a quién se le otorga un corazón nuevo son movidos también por intereses personales. Uno cree que ese comité está integrado por unas máquinas mentales que van a hacer todo bien, sin embargo lo que hacen es lo mejor que pueden hacer. Son seres humanos".
Los personajes que recrean Alejandra Flechner y Héctor Díaz son bien opuestos. Ambos cargan con fuertes tragedias personales: ella vive con ciertas contradicciones su lugar en ese comité y la muerte de su hija ha mellado su conducta; en tanto que él logra escapar a un problema físico que lo afecta – está en silla de ruedas– haciendo gala de un humor muy sutil.
"Estos personajes tienen callos suficientes como para poder atravesar estas situaciones a las que se ven enfrentados –cuenta Flechner–. Están involucrados en su labor, pero no al punto de no poder tomar decisiones u operar, sino deberían renunciar y dedicarse a otra cosa. Los conflictos personajes le dan a cada uno de estos seres una nueva arista que te permite decir: «Tienen recursos para pelear por algo», aunque por momentos pareciera que se van a desestabilizar. Pero no tienen opciones, deben traspasar algunas barreras y las cruzan."
"Particularmente me sorprendió descubrir este espacio en el que esta gente desarrolla su trabajo –dice Héctor Díaz–. Tienen como una sangre especial y por eso pueden tratar ciertos temas de la forma en que lo hacen. Hace ocho años que comparten este lugar decidiendo a quién le dan un corazón, han entablado ciertos vínculos, hay afinidades entre algunos y entre otros no. Para ellos es su trabajo cotidiano y sin embargo para uno es todo un mundo por descubrir. Y te genera muchas contradicciones."
Veronese cuenta que esta pieza podría relacionarse con Doce hombres en pugna, obra teatral llevada al cine. "Pero ése es un tribunal totalmente subjetivo – aclara el director–. Se reúne gente de distintas extracciones sociales para juzgar a un hombre por un asesinato. Ellos saben que pueden llegar a quitarle la vida. En el caso de El comité de Dios se trata de un grupo de profesionales, esto los torna más inteligentes y más objetivos. Sin embargo, lo que tiene de atractivo la obra es que los intereses económicos, sociales, religiosos, políticos y éticos están puestos en juego. Entonces, los márgenes se diluyen. Y cuando las cuestiones personales aparecen en el campo de batalla, la pieza provoca un profundo interés."
Un material provocador, inquietante, que posibilita tomar contacto con algunos aspectos desconocidos de la medicina y, sobre todo, que muestra a un autor interesado en develar aspectos relevantes de la condición humana.
La dolorosa espera de un trasplante
"Me empecé a interesar por los trasplantes cuando el papá de un amigo se encontró ante la necesidad de ser beneficiario de uno. Con la desesperante escasez de órganos, me pregunté cómo funcionaría el proceso de selección y lo difícil que estas decisiones debían ser. Cuanto más aprendía, más me daba cuenta de que cada reunión médica al respecto era un drama en sí mismo, en el cual las decisiones finales no podían basarse enteramente en la ciencia, los hechos y las cifras", escribió el dramaturgo Mark St. Germain refiriéndose al germen que lo llevó a escribir El comité de Dios .
La situación es bien compleja. Según un informe del Incucai, en nuestro país hay actualmente más de 7500 pacientes que esperan un trasplante de corazón. El año pasado sólo pudieron concretarse 1000.
El comité de Dios
Dirección: Daniel Veronese
El Picadero, Pje. Discépolo 1857
Funciones, de miércoles a sábados, a las 22, y los domingos, a las 19.30.



