La humorista vuelve al Maipo con su espectáculo Cosa de minas 2, del que también hará funciones en la costa atlántica y asegura que la relación con su marido Sebastián Wainraich está en un buen momento
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“Un buen antídoto contra la tristeza es inventarse un proyecto”, dice Dalia Gutmann. Piensa en la angustia lógica que provocó en todos la pandemia y que en este arranque de 2022 –con la inflación creciente, la nueva ola de contagios de coronavirus y los extensos cortes de luz que les pone los pelos de punta a buena parte de los argentinos– se ha empezado a profundizar. “A mí me sirvió pensar y preparar este espectáculo durante el encierro y lo veo como una gran fórmula para dejar de lado las preocupaciones y divertirse, al menos por un rato. Hablo de las redes sociales, de la dificultad que crearon para que podamos focalizar en una sola cosa. Hago humor con esta ansiedad delirante que estamos viviendo por estar en ochenta cosas al mismo tiempo y no poder concentrarse realmente en ninguna”.
Ya son quince mil los espectadores que vieron Cosa de minas 2, tengo cosas para hacer, un show diseñado con monólogos, canciones y videoclips en el que la humorista se ríe de la aceleración permanente y el estrés de esta época, de la culpa injustificada que suele embargarla, de la relación que tiene con su cuerpo y del vínculo intenso con su madre y su hija. Además de las funciones programadas en el Maipo (desde el 20 de enero, los jueves a las 20,30 y los sábados a las 22,30, con entradas a partir de 1.200 pesos), habrá fechas en Mar del Plata (lunes 17 a las 21,30 en el Teatro Roxy-Radio City), San Bernardo (martes 18 a las 21,30 en el Teatro Luz y Fuerza) y Córdoba (martes 25 a las 21 en el Teatro la Cañada).
“Te podés sentir identificado con lo que cuento, pero en principio se trata de cosas que me pasan a mí y de lo que pienso a partir de todo eso –aclara Gutmann–. Si hay algo que aprendí en estos últimos tiempos, es que no está bueno hablar en nombre de todas las mujeres. Por eso remarco que se trata de mi experiencia personal. Cuando empecé con el stand up, allá por 2004, recurría mucho al mecanismo de hacerme mierda yo misma: por el aspecto físico, por hablar demasiado o ser un poco rompebolas… Ahora trato de correrme de ese lugar. Pero sigo hablando desde las vísceras porque no me gusta el humor lavado. Trabajo con las emociones verdaderas, con las que logro conectar. Y trato de no autocensurarme. Pero sí me parece bien que las mujeres no nos riamos de las cosas que quizá nos divertían hace diez años. Hoy muchas de esas cosas ya no nos causan gracia, y está muy bien. Salí del lugar de hacerme mierda a mí misma”.
–¿Te arrepentís de cosas que dijiste en tus espectáculos en el pasado?
–No, más bien me provoca ternura, me causa un poco de gracia. Pero no me puedo juzgar con los ojos de hoy. No digo más algunas cosas que decía por ingenuidad y punto.
–¿Cuál dirías que es el eje de este show?
–Aliviar el quilombo en el que estamos metidos con la vida que estamos llevando. Esta sensación de que no estamos haciendo todo lo que deberíamos hacer es muy perturbadora. El espectáculo propone que nos riamos un poco de todo eso. Es una parodia de esta vida acelerada que llevamos, de la locura en la que estamos embarcados. Ahora hay una movida muy de moda, la de seguir tus instintos, tus pasiones, de ser quien de verdad sos. Estas cosas de la autoayuda… Y yo en el show digo “tu vida va ser siempre un despelote, aceptalo”. Me gusta hacer humor con eso, con la certeza de que siempre vamos a sufrir con algo.
–Más allá de las restricciones que impuso la pandemia, las redes sociales empezaron a posicionarse como un espacio apropiado para el humor. ¿Te gusta trabajar en ese formato?
–Las redes sociales me apasionan. Cada una tiene su particularidad. Twitter me gusta mucho porque el argentino es totalmente creativo y delirante, entonces me río bastante con lo que leo. Incluso me divierte la agresividad que hay. Es una locura tan grande que ya causa gracia… Que la gente sea tan agresiva y tan literal parece una gran broma. Durante la cuarentena me enganché mucho con Instagram. Sigo generalmente cuentas de gente que produce contenidos humorísticos. Creo que estos formatos pueden convivir bien con lo que hago en un escenario. El efecto negativo más notable en mi caso es que dejé de leer porque de tanto saltar de un lado a otro ya tengo la atención un poco fragmentada. Pero para mí las redes son una gran compañía. Por otra parte, hasta no hace tanto los comediantes teníamos que repartir volantes en la calle. Eso se acabó, por suerte. Las redes sociales facilitan un montón la promoción de los shows, son una herramienta clave en ese sentido.
–¿Cómo te sentiste cuando aparecieron los rumores sobre tu supuesta crisis de pareja con Sebastián Wainraich?
–Y... Nunca me había pasado. Yo leo algunos portales de chimentos porque me encantan, no voy a negarlo, pero ver mi foto ahí no me gustó. Me sentí incómoda. Es que no estoy curtida para eso. Al final no me afectó tanto porque traté de negarlo, de no verlo. Pero lo importante es la verdad: yo estoy bien con Sebastián.
–¿Qué cosas te enojan?
–A mí me gusta la claridad en la comunicación. Entonces me enoja mucho cuando quedás en algo con alguien y el otro después hace lo que se le canta, o cuando te bicicletean. Eso me enoja mucho. El boludeo, digamos.
–¿Y qué cosas disfrutás mucho?
–Disfruto mucho cuando paso unos días en un lugar como Mar de las Pampas. Me gusta mucho el bosque, la playa, caminar, hacer yoga, estar con mi familia… Y ahora empecé a cantar. Me gusta aprender y hacer cosas nuevas. Siempre es un buen antídoto para combatir el aburrimiento. También adoro ir al teatro. Pero sobre todo me gusta que la gente venga a ver mi espectáculo (risas). ¿Viste que existe la frase “trabaja de lo que amas y no trabajarás nunca”? Bueno, yo me siento así porque amo estar en un escenario.
–¿Ves un futuro como cantante?
–No, porque la verdad es que no nací con el don del canto. Empecé a estudiar porque canto en el show. ¡Pobres los que vienen a verme y tienen que escucharme! (risas). Yo sé que no canto bien, pero también sé que me hace muy bien estudiar. Me fue guiando Natalia Cuciuffo, una gran figura del musical argentino que es la coach vocal del espectáculo que estoy haciendo y que tiene la virtud de transmitir muy bien lo que sabe. Yo estoy contenta porque cada vez canto menos mal (risas). Hablando en serio, cuantas más herramientas tengas para usar sobre el escenario, mejor. Este año me gustaría cantar mucho más pero no tanto porque quiera hacer una carrera con eso, sino porque me pone muy en eje.
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