Estrenos de teatro. Discepolín, fanático arlequín, el retrato de un artista popular
Autor e intérprete: Daniel Casablanca. Dirección: Guadalupe Bervih. Luces: Magalí Perel. Escenografía: Marcos Aquistapace. Dirección de Arte: Analía Cristina Morales. Diseño y realización de máscara: Alfredo Uriarte. Diseño y realización de peluca: Gabriela Guastavino. Teatro: Espacio Experimental Leónidas Barletta, Avenida Roque Sáenz Peña 943. Funciones: domingos, a las 17. Duración: 60 minutos.
Utilizando como punto de partida el riguroso trabajo de investigación de Sergio Pujol, titulado Discépolo, una biografía argentina (publicado por Editorial Planeta), Daniel Casablanca concibió un particular unipersonal sobre el famoso autor de tangos, dramaturgo y actor, guionista y director de cine, que, sin embargo, se aparta de la fiel cronología del texto en cuestión para concentrarse en sólo dos aspectos de la vida de Discepolín: la dificultad en el proceso creativo (por las idas y vueltas de la inspiración) y sus críticas “a la sociedad injusta” en la que le tocó vivir y lo marcó, la de “la infame década del ´30″.
Dicho esto, el público no debe esperar referencias a sus magistrales composiciones (entre ellas “Cambalache”, “Yira, yira” y “Cafetín de Buenos Aires”) ni a la relación con su hermano Armando Discépolo ni a la que sostuvo durante 24 años con Tania, su gran amor. Lo que Casablanca aquí propone, en cuanto autor e intérprete, es un descarnado homenaje al alma sensible de Enrique Santos Discépolo, un arlequín consustanciado con su arte, sí, pero también con las causas sociales, al punto del fanatismo. De ahí el protagonismo que toma el peronismo en el espectáculo, sobre todo la figura de Eva Perón, su amiga dilecta.
Para componer al artista desde el grotesco, Casablanca recurre a una peluca y a una media máscara de la comedia del arte (recurso que al principio desorienta). Y en cuanto a la interpretación pura, se vale de todas las técnicas adquiridas durante más de 35 años en Los Macocos, el maravilloso grupo humorístico que aún integra. Durante la hora que dura Discepolín, fanático arlequín, muestra un perfecto dominio del cuerpo y de la voz y eso –sumado a su reconocida gracia natural– le permite encarnar muy bien desde lo físico y lo emocional a un clown del arte popular sin par que, no obstante, aquí es presentado en forma parcial.
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