
Hablemos a calzón quitado
Texto: Guillermo Gentile. Intérpretes: Ulises Pafundi, Emiliano Marino y Oscar Giménez. Vestuario: Cecilia Carini. Escenografía: Iván Salvioli. Luces: Nicolás Dominici. Dirección musical: Mirko Mescia. Dirección: Nicolás Dominici. Sala: El Duende. Funciones: sábados, a las 22, y domingos, a las 20. Duración: 100 minutos
Nuestra opinión: Buena
En 1969, cuando se estrenó Hablemos a calzón quitado, el pueblo argentino vivía doblegado por uno de los gobiernos de facto, encarnado en ese momento por Juan Carlos Onganía, ya desprestigiado por la violencia que iba en aumento en la sociedad. También fue una época en la que se instaló en las mentes jóvenes la figura de Ernesto "Che" Guevara como paradigma del revolucionario que, con rebeldía y espíritu incorruptible, lucha contra las injusticias sociales. Entre ambas figuras germinaba un ansia de libertad que buscaba afirmar una identidad nacional y democrática.
Probablemente estas circunstancias hicieron que la obra, con una convocatoria de boca en boca, tuviera un éxito de público inesperado. Están todos los componentes: Juan, un joven con una discapacidad sometido por la voluntad de su padre; éste, un hombre autoritario, castrador y corrupto. Frente a la figura paterna se yergue Martín, el amigo que busca liberar al joven de la dependencia enfermiza que mantiene con su padre y que le impide un crecimiento natural.
Entre estos tres personajes se desarrolla el drama: un padre que simula una conducta moral, pero que, por las noches, travestido, se dedica a la delincuencia. La víctima es ese hijo, sobreprotegido por su discapacidad que vive pendiente de su progenitor al cual le resulta difícil entablar amistades. Un día encuentra a un estudiante, desposeído, que pasa de ser un huésped a un mentor que le inculca los valores de la libertad individual y le enseña el camino para conocer el amor de una mujer.
Juan aprende que el asumir la libertad tiene un costo muy alto: la soledad, y está obligado a encararlo.
La dirección de Nicolás Dominici subraya la ternura que emana de la relación entre Martín y Juan, aunque, a veces, especialmente en el final, se detiene en la incapacidad de Juan, recurso que fuerza el tiempo del desenlace y afecta el ritmo de la pieza.
La actuación es la base de esta propuesta. Oscar Giménez, como el padre, presenta un trabajo logrado en la definición de ese hombre hipócrita. Algo que Emiliano Marino no consigue al desaprovechar los matices que le ofrece el personaje del estudiante. Por el contrario, es notable el trabajo de Ulises Pafundi al componer una discapacidad en el físico y en el habla que sostiene convincentemente durante toda la obra.



