La escena europea aborda la temática del ser diferente y la desocupación
Los ojos de Ana, del dramaturgo francés Luc Tartar, es una de las propuestas de mayor éxito en la escena independiente; dirigida por Paula Marull, con María Marull en el elenco
"Cada vez es más difícil ser joven en Europa, hay poca esperanza en el porvenir. Hay un recrudecimiento entre los adolescentes, un mayor nivel de tensiones en las escuelas secundarias, donde participo de actividades y me toca observar un enorme peso sobre las chicas y chicos. Presencié peleas entre ellos, ataques físicos, y la solución no es sencilla. Las oleadas inmigratorias, los atentados, todo eso hizo crecer la presión. En todas las clases sociales, aunque es peor en las zonas carenciadas", dice el escritor francés Luc Tartar, autor de Los ojos de Ana, una de las obras estrenadas en el segundo Festival Internacional de Dramaturgia Europa + América, que se realizó en junio y que hasta septiembre puede verse los jueves en Espacio Callejón.
Escrita en 2008 para una convocatoria sobre piezas que abordaran la violencia de género, se estrenó en 2010 en París, recorrió Francia en gira, se presentó en México y este año en Buenos Aires en el marco del festival curado por Matías Umpiérrez y coproducido por Eunic (European Union National Institutes for Culture), embajadas e instituciones culturales europeas (como la Alianza Francesa) más las salas independientes porteñas.
"Tuve la suerte de ver tres puestas completamente distintas de mi obra. Me gustó mucho la de Paula, me hizo sentir como en casa, me encuentro en ella, es mi universo de autor y mi estética artística. Me gustaron la escenografía mínima, la ocupación del espacio, los actores y el equilibrio entre el humor del texto y lo trágico está bien balanceado", dice el dramaturgo y novelista acerca de la dirección de Paula Marull (Vuelve, Yo no duermo la siesta) y el elenco integrado por María Marull, Federico Buso, Elisa Carricajo, Agustín Daulte y Ezequiel Rodríguez.
Ana es una joven superdotada que, por tener los ojos de distinto color, padece las burlas despiadadas de sus compañeros de escuela. Sin embargo, no sólo ella sufre el rechazo. Todos los personajes en la obra están atravesados por la violencia y la discriminación: la desocupación laboral que afecta al padre de familia, el abandono y conflicto de identidad de la madre, el bullying del grupo que acosa a Roman, un estudiante gay. Pero en ese mundo donde el diferente es castigado Ana es la caja de resonancia.
"Aunque no fue escrita sólo para adolescentes, fueron muchos los que vinieron a verla, cursos enteros que quedaban muy conmovidos con lo que le pasa con Ana. No obstante, aun después de verla, presencié cómo un grupo de chicas atacaban muy agresivamente a otra porque había escrito un poema sobre el incesto y la trataron de bruja. Parece incomprensible, pero estas contradicciones aparecen. Abordar este mundo complejo de hoy es lo que está haciendo el teatro europeo en este momento. Es necesario. Lo particular que encuentro en la dramaturgia francesa es la búsqueda de un lenguaje propio, lejos del cotidiano, con muchos juegos de palabras y reinventando el idioma de manera personal", explica Tartar, también autor de las obras traducidas al español S'embrasent (Abrazados) y Roulez jeunesse! (¡A darse vuelo!).
Para Paula Marull, fue la primera vez en que le tocó dirigir un texto que no fuera propio. Pero reconoce que de inmediato se identificó con el tema. "Me emocionó. Si bien me enfrentaba a un desafío, otra manera de contar y otra poesía, la sentí muy cercana. Es muy importante que hay una historia concreta con personajes definidos. Probamos distintas hipótesis para la puesta, investigamos con los actores, buscamos lenguajes hasta encontrar la forma. Y siempre me pareció un hallazgo maravilloso que no apareciera Ana en escena, sino que fuera contada por los otros", dice la directora, quien, por otro lado, también actúa en otra obra surgida del Festival que continúa en el Espacio Callejón: Un hombre con gafas de pasta, del español Jordi Casanovas, que dirige Silvia Gómez Giusto.
Como ella, su hermana María comparte actuación, escritura y dirección: es actriz en Yo no duermo la siesta; la autora y directora de La Pilarcita, e interpreta a una mamá muy ausente en Los ojos de Ana. "Es un personaje con muchas capas al que defiendo y comprendo como siempre hago con mis papeles. Entonces, te das cuenta de que a cualquiera le puede pasar eso de estar pendiente de lo que no es necesario ni urgente y dejar de lado lo importante. Porque en medio de la cotidianidad a esta mujer se le escurre lo que pasa con la hija. Y de a poco todo va precipitándose a lo peor, todos traen un peligro, son personajes muy cargados. Supuse que era algo biográfico, algo que le había sucedido a él y que necesitaba expresarlo", dice María Marull mirando a Luc Tartar, en la mesa de la Alianza, tazas de café en el medio. Pero el francés queda en silencio, niega apenas con una sonrisa, deja esa duda a la imaginación. "Estoy preparando otra obra. El tema es los inmigrantes, en especial los niños que llegan solos. Quiero encontrar una manera, la más sincera posible, de trabajar con ellos. Mi apellido, Tartar, etimológicamente significa extranjero, «el que tiene la piel morena». Mi familia viene de Bélgica y me contaron que es un apellido muy común en Irán. Quizá mis ancestros vengan de ahí", dice el hombre blanco a quien muchos preguntan por qué se apellida "Tartar".
-Usted habló de las tres diferentes puestas de Los ojos de Ana. ¿Qué le parecieron los tres diferentes públicos, el francés, el mexicano y el argentino? ¿Cómo fue la recepción en cada caso?
-Me conmueve mucho lo que hay en común entre esos públicos de sociedades tan diferentes. Lo que nos acerca es mucho más grande que lo que nos opone. Mis obras les hablan a los seres humanos, somos todos iguales, queremos amar y ser amados a pesar de nuestras diferencias. Me gusta tender estos puentes.
Los ojos de Ana
De Luc Tartar
Jueves, a las 21
Espacio Callejón, Humahuaca 3759
Entradas, $ 160.
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